Jesús se retira a una montaña acompañado por tres de sus discípulos más relevantes y que serán testigos privilegiados en este momento y en otros de su vida.
La transfiguración es un hecho que les marcará a aquellos que son testigos de esa revelación llevada a cabo por el Padre para aclarar y confirmar, ante las dudas que pudieran tener sus seguidores, la verdadera identidad y misión de Cristo.
Cuando ponemos en Dios nuestras expectativas humanas y egoístas nos podemos sentir decepcionados por quien actúa de manera diferente y no nos garantiza que tengamos seguridades, triunfos y privilegios. La futura muerte de Jesús en una cruz y anunciada por él mismo descoloca a su círculo de seguidores.
Incluso a los que nos consideramos poseedores de la fe, también nos escandaliza y ruboriza el final que tuvo Jesús, porque es un anuncio que justifica el sufrimiento y el fracaso que también experimentamos nosotros y que tanto nos gustaría evitar.
DESARROLLO
En el capítulo anterior a este relato de hoy, el evangelista Mateo ha colocado unos discursos de Jesús en los que anuncia su pasión y muerte de una forma trágica como consecuencia de su fracaso. Esta realidad que anticipa Jesús no es la esperada por el grupo de sus discípulos que lo consideran el verdadero Mesías desde los paradigmas políticos y triunfalistas de quienes han puesto su confianza en él.
Ante este contexto se crea una situación de crisis interna en el grupo de sus seguidores, que se sienten confundidos. Por ello Jesús, de manera privada, se retira con tres de los discípulos que destacan y que aspiran a ser los líderes de esta primitiva comunidad.
Jesús se transfigura en el monte Tabor y así se manifiesta anticipadamente su gloria y victoria sobre la muerte en cruz. Esta experiencia que tienen los que lo acompañan en ese momento será para ellos un fortalecimiento en la fe. Pero a cambio tendrá que mantener en secreto este hecho hasta después de la resurrección de Jesús.
La transfiguración confirma a Jesús en su identidad y en su misión. Este acontecimiento deja claro que Jesús ha sido elegido por Dios para llevar a cabo la implantación del Reino de Dios en la tierra, y que su forma de hacerlo, siendo el Mesías, es tal y como Dios lo desea.
Queda claro que Jesús es el Mesías esperado y anunciado en los libros sagrados del Antiguo Testamento, y así lo atestigua la presencia de Moisés, que representa a la Ley, y Elías, que representa a los Profetas.
Este relato de la transfiguración del Señor es una teofanía, una manifestación de Dios, semejante a la teofanía que acontece con el Bautismo de Jesús, en la que Dios Padre interviene y se manifiesta para hacer patente la verdadera identidad de Jesús como su Hijo, el Elegido y el Mesías que ha de ser escuchado. Escuchar el mensaje de Jesús y seguirlo en su camino será la tarea de todo el que quiera considerase un verdadero y fiel discípulo suyo, viviendo en una continua itinerancia, sin acomodaciones ni evasivas, pues el seguimiento conlleva afrontar la realidad de la vida del discípulo, aceptado la cruz, el sufrimiento y los fracasos como lo hizo su Maestro y Señor.
Emilio José Fernández, sacerdote
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