Volver de Lourdes (Ó de cómo vivir en Lourdes una experiencia de fe…)

Homilía del Consiliario de la Hospitalidad Granadina Nuestra Señora de Lourdes y Delegado de Pastoral de la salud, D. José Gabriel Martín, en la Eucaristía, celebrada en la parroquia de San Agustín el pasado día 8, para dar gracias por la VII Peregrinación diocesana al Santuario de Lourdes.

Recién llegado de la VII Peregrinación Diocesana al Santuario de Lourdes, me quedo con la imagen-estampa de las 6:30 de la mañana. En el hueco de la roca, todavía cubierta por las nieblas del amanecer, brilla de dulzura, silencio y blanco la Madre y Señora de Lourdes. El cielo cargado de nubes y lluvia fina se abraza a todas las montañas que custodian y embellecen el santuario. En esa hora, cuando voy a despedirme de la Virgen, hay ya bastantes peregrinos y devotos y mucho silencio; hay un silencio lleno de unción y misterio, sólo interrumpido por la bravura inusual del río Gave. Imagen-estampa esa del alborear del día, con la Virgen vestida de blanco y niebla, que recrea los ojos de la vida y de la fe.

Porque a eso fuimos los enfermos, hospitalarios y peregrinos a Lourdes. Fuimos para pedir una fe más fuerte y más viva, más alegre y más apostólica. De esa fe, el gran don del cielo a los hombres, hice meditación a la luz de las luces del rosario de las antorchas. Bella imagen y bella lección sobre la fe la que me ofreció el camino del rosario. Os cuento, contando con vuestra imaginación.

Mi vela encendida. Y también la vela de todos los demás. Primera sorpresa y evocación de la fe: la luz como la fe, o la fe como la luz, nos llega por otro, nos la ofrecen y regalan otros. ¡Cómo agradecí en aquel momento el regalo de la fe, el don que Dios me regaló un día…; que me sigue regalando…! ¡Cómo agradecí el misterio de la Iglesia, la pila bautismal de mi pueblo de origen y las personas que me llevaron a las aguas de la fe! Siempre hay que volver, una y mil veces, a dar gracias a Dios por el regalo de la fe, por el regalo de su misma vida hecha vida para nosotros.

Mi vela apagada. Y también la vela de muchos más. El viento de Lourdes, en aquella noche nada apacible, se encargó de apagar las velas, muchas velas, una y otra vez. Gracias a la luz del hermano o peregrino más cercano –de casa o de lejos, conocido o desconocido…– volví y volvimos a encender la luz de nuestras velas. Segunda gran lección. Porque la fe no se puede vivir en solitario, sólo se mantiene y acrecienta en la comunidad, en la familia de la Iglesia y en el grupo parroquial. Los vientos que amenazan con apagar las velas de la fe, los vientos de este siglo que vivimos, son duros y fuertes. Tan duros y recios que apagan muchas velas. Sólo con los demás y desde la fuerza de los demás se puede reemprender el camino tras la tentación y la lucha, incluso tras la caída.

Mi vela protegida. Y también la vela de los demás. Según iba avanzando el camino y el rosario, envueltos en la mística de la noche mariana de Lourdes, cada uno iba protegiendo su vela con más mañas y cuidados. Yo también me busqué la mía. Otra grandiosa lección para avanzar en el camino de la fe y de la vida. En ese camino, hecho siempre con la fuerza de Dios y también con el empeño nuestro, hay que buscarse las mañas y maneras para proteger y fortalecer la llama de la fe. Las mañas son múltiples y variadas. Está, por ejemplo, el estudio y la formación; está el recurso diario a la oración y a los sacramentos; está el grupo o el amigo que acompaña y aconseja; hay lugares y personas, iconos de Dios en definitiva, que ayuda en el camino de la fe y la misión. Son las mañas y cada cual tiene que buscar las suyas, las que más le ayuden para mantener encendida la fe y la tarea evangelizadora.

Mi vela velada. También las de los demás. Protegida y guardada por su mirada y ternura, por el corazón maternal de la que siempre es Madre y, sobre todo, Madre.

«Lourdes: la Alegría de la Misión», ese es el lema y tema pastoral de este año. «Id en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel», hemos escuchado en el evangelio. Hoy sigue llamando el Señor Jesús, pronuncia nuestro nombre y nos invita a dar vida en los diferentes espacios donde nos encontramos. Hoy nos lanza a buscar a todos los que sufren y son ignorados para darles a conocer la Buena Nueva de que son Hijos de Dios y que tienen un Padre que los ama. Tendremos que desterrar y expulsar los malos espíritus que dañan y perjudican nuestras comunidades y nuestras familias, tendremos que dar vida, salud y plenitud, como lo hizo Jesús.

José Gabriel Martín

Consiliario Hospitalidad Granadina Nuestra Señora de Lourdes

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