“Todavía la mitad de nuestro mundo no conoce a Jesucristo”

D. Pedro Andrés Miguel fue nombrado Superior Provincial de los Combonianos del Corazón de Jesús en España el pasado 1 de enero. Nacido en Villarrabé (Palencia) hace 57 años, hasta ahora desempeñaba en Granada tareas pastorales y de animación misionera. Fue misionero en México y más adelante en Guatemala. Entre ambos destinos, sirvió en Roma como formador de los estudiantes combonianos de Teología.

 

En un pequeño pueblo de la provincia de Palencia, llamado Villarrabé, Pedro creció en el campo junto a sus cuatro hermanos, en el seno de una familia de “trabajadores del campo, creyentes, buscadores de un futuro mejor y del bien común”. Dejó el pueblo para seguir estudiando, y más tarde, respondería a la vocación misionera que involucró toda su vida.

En los años posteriores, vivió madurando la respuesta en los diferentes periodos de formación que realizó en Palencia, Moncada (Valencia) y Chicago (USA) y que le llevaron a la consagración a Dios para la misión en 1981 y la ordenación sacerdotal en 1985.

A lo largo de estos 30 años, Pedro ha sido llamado a realizar su servicio misionero, casi a partes iguales, entre pueblos indígenas (México primero y Guatemala después) y en la formación: Seminario Menor en Saldaña (Palencia) y Teologado en Roma. Los últimos tres años en Granada, párroco en Casería de Montijo, Nuestra Señora de las Mercedes, y esperando aspirantes a misioneros en la Casa de los Misioneros Combonianos.

¿Cuáles son las responsabilidades del superior provincial de los Combonianos?

El superior provincial es la persona que los propios misioneros residentes en ese país (provincia en el lenguaje religioso) eligen y después es nombrado por el superior general para tres años y renovable solo para otro trienio. Sus responsabilidades son las de acompañar y animar a cada misionero y cada comunidad que le son encomendados. En este caso, en España somos 37 misioneros destinados en seis comunidades ubicadas en: Madrid, Barcelona, Palencia, Palas de Rey/Santiago de Compostela, Moncada (Valencia) y Granada. En cada comunidad tenemos obras concretas: las revistas Mundo Negro y Aguiluchos, dos parroquias, servicios a inmigrantes, campañas misioneras y otras. Acciones concretas que nos permiten seguir proponiendo la urgencia de la misión también en la España de hoy. Esta es la tarea principal ser misioneros aquí y ahora y proponer a otros la misión para que quien nos escucha pueda responder con la propia vida, con sus oración y con la colaboración económica para que la tarea misionera pueda seguir realizándose.

¿Cómo descubrió su vocación a ser misionero comboniano?

Escuché desde niño historias de los misioneros en África y en América Latina que me impactaban siempre. La pobreza, la exclusión, la injusticia, la falta de oportunidades que padece mucha gente en el mundo fue lo que me impactó primero. Después en la adolescencia fui descubriendo a Jesús de Nazaret y dejándome interpelar personalmente por El, descubrí que El y en El está la mejor respuesta posible para que todos tengamos vida y vida abundante, una misión de la que hace partícipes a otros y decidí encaminar mis pasos detrás de los suyos. Vendría después la llamada al ministerio sacerdotal concreción para ser pastor del Buen pastor. ¡Hasta hoy!

¿En qué se diferencia la misión que realiza un comboniano de la que realizan otras órdenes o congregaciones de misioneros?

Lo específico nuestro, aunque no exclusivo nuestro, es hacernos presentes allí donde la Buena Nueva de Jesucristo no ha sido anunciada, allí donde faltan las condiciones mínimas para que sea acogido, vivido y anunciado el Reino de Dios; los más pobres y abandonados. Esto implica muchas veces salir del propio mundo, ir a las periferias del mundo, ser pastores de pueblos que, no siendo el propio, los haces tuyos. A veces a todo esto se identifica con la expresión “misioneros ad gentes”. Y para toda la vida, durante toda la vida.

Somos Combonianos porque nos ha convocado el carisma dado por el Espíritu a San Daniel Comboni. En un tiempo en que África era esclavizada en sus hombres y mujeres, él fue llamado para ir al corazón de África y dar un abrazo de paz a aquellos hermanos suyos. Un abrazo que se transformó en una vida entregada a “salvar África con África” creyendo en quien era explotado y marginalizado. A los 50 años murió en Jartum, Sudán, exclamando “esta obra no morirá”. Esa obra que es participación a la única misión del Padre la seguimos nosotros, con la pasión que quiere parecerse a la de nuestro fundador. Primero en África y desde esa experiencia hemos sido llamados a otros lugares del mundo testimoniando siempre que Dios salva desde lo que es cada uno y que cada uno puede convertirse en agente de salvación para los otros. Ahora muchos africanos integran nuestro Instituto y son misioneros en su mismo continente y también en los demás, incluido Europa y España en concreto.

¿En qué misiones ha participado a lo largo de su vida?

Toda la vida es misión, “yo soy una misión en esta tierra para eso estoy en este mundo” dice el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium 273. Seguramente las que me han marcado más son los dos períodos que he podido acompañar comunidades indígenas: primero los chinantecos en Oaxaca, México, y después los maya qeq’chi de Petén, Guatemala. Ahí, como también dice el Papa Francisco “tocas la carne de Cristo” y la carne Cristo te evangeliza, te comunica Vida. Han sido dos momentos fuertes que exigen mucho de uno mismo, compartir mucho sufrimiento y dolor por constatar solidariamente la exclusión, discriminación, injusticias, violencias que padecen estos hermanos nuestros. Ha sido también muy gratificante el hecho de que en ambos sitios me han hecho ver que me consideraban suyo, ser hecho parte de un pueblo y una familia que no es la tuya es algo muy bello que el misionero tiene el privilegio de experimentar. Ver brillar los ojos de quien recobra dignidad y se pone en pie siguiendo la llamada de Jesús, ¡no tiene precio!

Quiero decir que también este breve periodo mío en Granada, en la Parroquia Nuestra Señora de las Mercedes y en algunas otras actividades, he querido vivirlo también como parte de esa misma vocación misionera que he recibido. He intentado sembrar esa Palabra de Vida que produce en quien la acoge mucha alegría.

Como formador de estudiantes de Teología, ¿qué puede contarnos de las nuevas vocaciones a ser misionero?

Los 8 años que estuve en Roma acompañando vocaciones misioneras fue algo bonito también. No fue fácil pasar de la selva mesoamericana a la Roma “caput mundi”. De nuevo tuve privilegios de misionero: ver jóvenes de tantas culturas diferentes, cada curso la comunidad formativa era muy internacional (entre 15 y 20 países diferentes) y sin embargo todos respondiendo a una misma llamada; poder asomarme a lo más intimo de la persona desde donde un acoge esa llamada, las dificultades para seguirla, y la generosidad de cada uno y hacerme cercano para acompañar.

Por otra parte ver cómo en Europa, en España concretamente, hay tan pocos jóvenes que deciden seguir una vocación, que aunque exigente y que implica toda la persona y toda la vida, es tan hermosa y tan necesaria todavía, eso rompe el alma. ¡No hemos arrojado la toalla todavía!. Esperamos y necesitamos vocaciones a la vida misionera, porque todavía la mitad de nuestro mundo no conoce a Jesucristo, porque todavía no tiene la oportunidad de elegir poder seguir a la Vida que vence a la muerte, y todo porque no hay quien coja la mochila y se ponga en camino para hacer presente esta Buena Noticia. Seguimos sembrando, esperando y rezando por las vocaciones a la vida misionera ad gentes.

Como superior provincial de los combonianos, ¿qué es lo que va a pedir a sus religiosos?

A mis misioneros les pido lo que a mí mismo: ser agradecidos con el gran don que hemos recibido siendo llamados a esta vocación, responder con generosidad y pasión a los desafíos que la misión nos pone aquí y ahora, y ofrecer a los jóvenes que encontramos espacios apropiados donde puedan responder con alegría a la entrega de sus vidas para el anuncio de la Vida Abundante que es Jesús, el misionero del Padre.

Rosa Die Alcolea

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