En el marco del Encuentro de Seminaristas del Sur, celebrado en nuestra diócesis del 23 al 26 de noviembre, nuestro Arzobispo, Mons. Javier Martínez, compartió una reflexión con los futuros sacerdotes y formadores de los distintos seminarios mayores en el Monasterio de la Cartuja, durante el oficio de lecturas y rezo de Laudes, celebrado el pasado domingo.
El Monasterio de la Cartuja de Granada acogió el pasado domingo el oficio de lecturas y rezo de Laudes de la última jornada del Encuentro de Seminaristas del Sur celebrado en nuestra diócesis. Junto a los 80 seminaristas participantes en el encuentro y sus respectivos formadores, nuestro Arzobispo, Mons. Javier Martínez, quiso compartir varias reflexiones sobre la celebración en ese día de la Solemnidad de Cristo Rey y otros aspectos del ministerio y la vida sacerdotal.
En su intervención Mons. Javier Martínez resaltó la importancia de la celebración de la Solemnidad de Cristo Rey para la Iglesia “poniendo de relieve el centro de la vida cristiana que consiste en la proclamación de la realiza del Señor, una realeza distinta a la del mundo. Jesús es el Señor, en esta frase se resumen toda la experiencia cristiana”, afirmó.
Seguidamente el Arzobispo se refirió a la tradición de esta festividad en la iglesia de Granada remontándose al Concilio de Elvira y a la presencia extendida del cristianismo en lo que fue la provincia bética en el siglo IV. Este contexto sirvió para comparar esa realidad de antaño con el mundo actual en el que los candidatos al sacerdocio son llamados por Dios para ejercer su ministerio. De esta forma, Mons. Martínez invitó a los seminaristas a imaginarse siendo sacerdotes en la sociedad de los primeros cristianos en la que no había iglesias, ni universidades o colegios católico, guardando así mayor parecido al contexto actual que a la época del Concilio de Elvira.
EL SACERDOCIO EN LA ÉPOCA ACTUAL
Durante su intervención, el Arzobispo de Granada, destacó que el ejercicio del sacerdocio en el mundo actual requiere volver a conectar lo que parece que está lejos con el centro de la vida cristiana que no es otra cosa que reconocer que Jesucristo es el Señor, al único que merece la pena entregarle la vida.
“Solo cuando el Señor es el centro podemos amar de forma justa, sin idolatrar por ejemplo a la familia, que es el lazo más fuerte, ni usarla, ni manipularla, ni destruirla. Solo la pertenencia a Cristo nos permite que el resto de las relaciones sean verdaderas. Ser sacerdote en este mundo postcristiano es como recomenzar la Iglesia desde el corazón de uno mismo, si el Señor nos da la gracia de acogerle como Señor de nuestras vidas, para que ser expresión de la belleza de esa novedad que Cristo representa en la vida. Cuando el sacerdocio se vive así es fuente de gozo, plenitud y alegría”, resaltó Mons. Martínez.
CELIBATO Y OBEDIENCIA
Profundizando en la vocación sacerdotal, el prelado hizo también referencia a la vivencia del celibato y de la obediencia como grandes dones recibidos de Dios que deben estar lejos de ser vividos como un sacrificio al que resignarse.
“El celibato o la obediencia no son sacrificios que hacéis porque Dios os lo premiará, o porque es algo bueno, el celibato es un don precioso, es la posibilidad de amar como hombres. Si veis en el celibato una renuncia no conocéis a Cristo. La obediencia hace que vuestra vida no sea un proyecto personal sino que le pertenezca a Cristo transformando todas vuestras relaciones humanas”, señaló Mons. Javier Martínez.
LA VIDA SACERDOTAL
En la parte final de su reflexión los seminaristas recibieron por parte de nuestro Arzobispo valiosas orientaciones sobre la vida sacerdotal fruto de su experiencia ministerial que le permiten valorar hoy el gran don recibido de Dios a través del sacerdocio.
“El sacerdocio no es algo que vosotros hacéis por Dios, es el Señor el que os da un don precioso, incomparable, con una fecundidad inmensa que llena el corazón, que lo ensancha de amor y de pasión por el pueblo de Dios, por su familia, que es nuestro pueblo y nuestra familia”, afirmó.
Mons. Martínez refirió a los candidatos al sacerdocio, antes de entregar sus caminos al amparo de la Virgen, palabras de motivación al finalizar su reflexión, impulsándolos a la vivencia plena de ese camino: “Viviréis una vida llena, no exenta de dificultades, pero hasta eso será un motivo para dar gracias, para proclamar que Dios es el único bien que vale más que la vida. Os aguarda la vida más bella posible. Quién recibe el don del sacerdocio no lo cambia por nada”, destacó.