“Qué es lo que estoy buscando ahí afuera, si lo que yo quiero está aquí adentro”

Entrevista a la hermana María Magdalena García Ventura, que el domingo de ramos profesó de forma perpetua su entrada definitiva en el monasterio de la Visitación de Santa María (salesas), con su sí definitiva y para siempre a Dios.

 

  • ¿Cómo se siente?

Pues estoy más que feliz, más que agradecida con nuestro Señor por toda su misericordia que ha tenido conmigo, porque la vocación es un llamado de nuestro Señor. Estoy muy feliz por eso, porque Él se ha fijado en mí, me llamó y aquí estoy.

  • ¿Qué significa una profesión solemne, hermana?

Nosotras cuando entramos al monasterio hacemos una serie de pasos: el postulante, el aspirantado, el postulantado, el noviciado y llega a la profesión temporal. En la profesión temporal se hace la profesión de votos, de pobreza, castidad y obediencia, pero por un tiempo específico. El Santo Padre determinó que fueran cinco años de profesión temporal, para que se madurara más en el espíritu de la Visitación, en el espíritu de la contemplación y de esa manera ya decidir plenamente una entrega para toda la vida con nuestro Señor y hasta la eternidad. Entonces, eso significa la profesión solemne, en que yo ya soy toda, toda completita de nuestro Señor el resto de mi vida y la eternidad.

  • ¿Y cómo se ha venido preparando en este tiempo?

He estado en un periodo de ejercicios espirituales en los cuales trato de ahondar y profundizar más nuestra espiritualidad, el carisma de la contemplación, el fervorizar más el amor a la Santa Eucaristía, en la unión de nuestro Señor en mi vida diaria, en la vida de entrega constante, de oblación constante para la Santa Iglesia y para Él.

  • ¿Cómo descubrió esta vocación a la vida contemplativa?

Mi vocación es una vocación tardía y gracias a Dios que existe la Orden de la Visitación, porque nuestro Santo Padre, pensando precisamente por una inspiración del Espíritu Santo, quiso que esta orden aceptara a personas de más de 35 años, sin un margen de edad límite específico. Yo soy odontóloga y dentro de mi vida tuve mi profesión, tuve mi consultorio, trabajé en una universidad, trabajé en una clínica parroquial y cuando mi mamá se enfermó, yo conocí el monasterio de la Visitación a través de la Guardia de Honor. Vivía ya una vida de comunión parroquial en El Salvador, en la parroquia de la Virgen de Guadalupe, y ya habían pasado cinco años que yo estaba congregada ahí, como seglar, conociendo el monasterio de la Visitación. Me invitaron un día a las charlas de la Guardia de Honor, y en la primera charla, cuando me hablaron del amor de Dios ahí, algo me pasó, una cosa que yo hasta me sorprendí, porque dije, pues si tengo tantos años de estar en comunidad y ya me vendieron el carisma y cómo ahora estas palabras de este señor que me dio la charla hacen algo en mí, un click, del amor de Dios. Eso hizo que yo continuara yendo a la formación de Guardia de Honor, me hice Guardia de Honor, gracias a Dios, y luego comencé un apostolado a través de la misma Guardia de Honor a diferentes pueblos de mi país, a llevar la devoción del Sagrado Corazón de Jesús. En eso estaba cuando le dije yo a una de las madres que yo sentía algo en mi corazón que era más que hacer el apostolado de llevar esa devoción, sino que quería algo, pero no sabía qué. Entonces, me dijo ella, ¿por qué no haces un retiro espiritual aquí? Dile a nuestra madre, que era la superiora, que te admita a un retiro. Entonces, yo dije, “bueno, sí, voy a ir”. Y le pregunté y dije: “Mire madre, yo no sé qué es lo que siento, pero yo quisiera, pues, algo más que solamente llevar la devoción del Sagrado Corazón, pero no sé qué es”. Entonces, me dijo ella: “Sí, ¿por qué no haces un retiro? Vas a estar con nosotras aquí, vas a entrar al claustro y vas a hacer oración con nosotras, vas a oír mesa con nosotras”. Para mí fue una sorpresa, porque yo pensé que los retiros eran únicamente afuera, en la parte externa

Llegó el día del retiro, que iba a ser tres días nada más. Recuerdo muy bien que era un viernes, que estaba expuesto nuestro Señor, y cuando yo llegué, realmente lo único que vi fue a la custodia con nuestro Señor, que era una custodia chiquitita; no me acuerdo ni de las hermanas que estaban ahí, ni nada más. Entonces, yo entré y ya comenzamos la oración, y toda una oración de silencio, y de contemplación, que yo en ese momento no sabía ni qué era eso. Luego ya el segundo día, cuando ya estuve en oración, porque nos llevan a un área donde estamos solas con el Sagrario, y recuerdo que me habían dado unas lecturas. Recuerdo muy bien el Sagrario, el cuadro de la Virgen de Guadalupe, un cuadro de San José y un Cristo, y entonces, de repente, yo leyendo las lecturas vi Apocalipsis 12-1, donde habla de la mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y dije yo, “pues es la Virgen de Guadalupe, que siempre me ha estado siguiendo por todos lados”, y dije, “bueno Señor, pero yo qué es lo que estoy buscando ahí afuera, si lo que yo quiero está aquí adentro”. Ya después de eso, hablé con nuestra madre y le dije “madre mía, yo pienso que el Señor me quiere aquí”.

Luego pasó mucho tiempo, porque pasaron tres años después de ese retiro, yo siempre frecuentando el monasterio. El día en que me admitieron fue un 31 de mayo, día de la Visitación. Después que pasaron muchos, muchos años, nuestra madre aquí del monasterio de Granada pidió ayuda con hermanas allá al monasterio de San Salvador. Yo dije que quería venir a ayudar acá, tanto espiritualmente como físicamente, y aquí estoy.

  • El Señor llama del modo más imprevisto.

A cada quien tiene su forma de llamar realmente, depende de cada persona en particular. Él como nos conoce a todos perfectamente, de la misma manera, Él siempre está tocando la puerta. Como la cita de Apocalipsis 3: “Mira que estoy llamando a la puerta, si me abres entraré y comeremos juntos, tú conmigo, yo contigo”. Y es así cuando el Señor toca. Y uno escucha la voz, y atiende. Ahora, para escuchar la voz, sí, uno tiene que estar en una en una disposición de paz, de tranquilidad, de silencio, y por eso es muy bueno hacer retiros de vez en cuando, retiros vocacionales. El Señor siempre busca lo escondido, el silencio para habitar. Entonces, nosotros venimos a constituir como un remanso de paz para el Señor. Nuestra alma está abierta para Él, para que pueda venir en nosotros y descansar de tantas cosas que pasan afuera, de tantos agravios que se le hacen, de tantas persecuciones. Y en nosotros, en la vida consagrada, puede encontrar ese amor, esa consolación y esa reparación que Él quiere.

  • ¿Cómo viven esta Semana Santa tan importante para los cristianos en el monasterio?

Asistiendo siempre a todos los actos de la Santa Madre Iglesia y aparte nosotras viviendo momentos de oración más intenso, momentos de silencio, de acompañamiento a nuestro Señor. Ya el Jueves Santo se hace el monumento donde está nuestro Señor dentro de un sagrario y se hace una vigilia de toda la noche y para acompañarlo a Él en su dolor, el momento en que representa eso, el momento en que está Él en la cárcel, en el calabozo, y que después ya va a ser llevado allá a la crucifixión. Entonces, todo eso nosotros lo vivimos intensamente, más que todo con oración, con silencio y buscando siempre acompañar y compartir al Señor en todo y a la Virgen Santísima.

Paqui Pallarés

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