Mons. Martínez bendice un comercio local, en el centro de Granada

Además de los propietarios, al acto de bendición asistió de forma espontánea los propios clientes que se toparon allí mismo con el Arzobispo cuando se disponían a realizar sus compras.

A primera hora de la mañana, cuando los comercios, los colegios y la vida de la cotidianidad en los ambientes de trabajo comienzan a funcionar, una frutería ubicada junto al Mercado de San Agustín también sube el cierre y comienza a prepararse para recibir a sus clientes.

Es un lugar de trasiego continuo, de clientes habituales y de trato amigable y jovial. Sus dueños, un matrimonio de mediana edad, ha recibido hoy viernes día 15 la visita de nuestro Arzobispo, Mons. Javier Martínez, que ha bendecido su establecimiento. En el breve y sencillo acto de bendición han estado también presentes los propios clientes del comercio, que, de modo espontáneo, se han ido sumando a medida que iban llegando mientras el Sr. Arzobispo se disponía a dicha bendición.

El propio acto de bendición se ha convertido en testimonio de cómo Cristo impregna todo en la vida, también la cotidianidad más inmediata, la que damos por supuesta, la que, a ojos del mundo y en medio de una sociedad descristianizada, parece anacrónica. La bendición del establecimiento se ha convertido así en una ocasión para mostrar la sacralidad del lugar, donde se atienden pedidos y recados, pero, sobre todo, se escuchan en clave familiar los devenires, aciertos y desasosiegos que trae el día a día, entre prisas y a veces indiferencias.

Mª José es la persona que, junto a su marido, regenta esta frutería. Un negocio, pues, familiar, que favorece también el conocimiento mutuo entre clientes y propietaria. Sucedió así que en una de esas conversaciones habituales entre propietaria y clientes Mª José contaba a un grupo de clientes presentes cómo su vida está marcada por el agradecimiento. Y es que, siendo niña, cuando sólo contaba con año y medio de edad vino a Granada, donde, por tratarse de una niña huérfana, fue acogida, criada y educada por las monjas de Divina Infantita. El hecho de no haber conocido a una madre y padre biológicos no ha restado nada a su experiencia de sentir el amor maternal que le transmitieron las mojas de Divina Infantita de Granada, que durante toda su niñez y adolescencia la criaron como a una hija y la educaron en la fe.

Por eso, con la naturalidad de quien sabe que ha sido «elegida» y ha recibido una vida regalada, hablar de su vida con las monjas de Divina Infantita es hablar de alegría por lo recibido en este tiempo y que hoy, desde su vida como esposa y madre de tres hijas, y también propietaria en un comercio local de Granada, no deja de testimoniar cuando alguien se acerca a hacer un pedido de fruta o verdura y comienza una conversación sobre la vida y lo que ésta nos deparará.

Paqui Pallarés

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