8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora.
El día 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La celebración de este día nos vincula de manera especial con la historia, la vida y la lucha de las mujeres trabajadoras en todo el mundo. Como seguidores y seguidoras de Jesús en medio del mundo obrero y del trabajo queremos vivir este 8 de marzo como una invitación a mirar lo que les pasa a las mujeres, sobre todo a las más pobres, como lo hace Dios, Padre y Madre: Con misericordia. Buscando la justicia que hace posible una vida digna;“…protegiendo la vocación propia de la mujer, y al mismo tiempo reconocer su independencia cuanto persona y la igualdad de sus derechos a participar en la vida económica, social, cultural, política…” (Octogesima Adveniens, 13).
Es importante destacar los avances que en estos años se han producido en la defensa y el reconocimiento de los derechos de las mujeres, todo lo que las mujeres han aportado y aportan en la construcción de un mundo más justo. Pero hoy, sigue siendo necesario manifestar las desigualdades que viven y sufren muchas mujeres en nuestros barrios y pueblos, en nuestro mundo. Mujeres víctimas de los malos tratos. Mujeres que han perdido incluso la vida a manos de sus compañeros. Especialmente recordamos a las mujeres del tercer mundo: cerca del 70% de las personas empobrecidas son mujeres. La pobreza tiene rostro de mujer, joven, inmigrante.
La crisis económica y moral que estamos viviendo afecta de modo grave y de manera muy especial a la mujer trabajadora. Además esta crisis está impulsando a bastantes mujeres a salir de sus hogares en busca de un salario unas veces necesario y otras veces complementario. Pues, muchos de sus miembros se están quedando sin trabajo y además hipotecados. El trabajo de la mujer ya no es sólo una ayuda. El empuje de las mujeres saca a flote a muchas familias.
Esta situación deja en manos femeninas las riendas de la economía doméstica en miles de hogares. Las mujeres son conscientes de que su trabajo va a ser poco remunerado, de bastantes horas y a veces en condiciones muy precarias. Ellas son las que salen a la calle ahora a buscar empleo ingresando en las listas fundamentalmente del empleo sumergido. Esta situación lleva a la mujer a aceptar cualquier trabajo para poder llevar algo de dinero a la familia.
A esto hay que unir el ámbito del hogar, un trabajo doméstico imprescindible que está fuertemente desprestigiado; la mayoría de las mujeres asalariadas tienen que soportar una doble jornada: extradoméstica y doméstica; la atención a los pequeños, a los ancianos y a los enfermos sigue recayendo sobre ella. La conciliación de la vida familiar y laboral es imposible porque el sistema productivo se mueve en unos valores totalmente contradictorios e irreconciliables con los valores de la vida familiar.
Si observamos el panorama de la mujer no es muy optimista que digamos. No cabe duda que en estos momentos, aunque se han ido dando pasos en las conquistas y reivindicaciones de la Mujer trabajadora, aún queda un gran camino que recorrer:
-Por el hecho de ser mujeres trabajadoras, sufren desigualdades en sus condiciones laborales: por un mismo trabajo, menos salario. La diferencia entre mujeres y hombres es de más del 30% en el salario bruto medio.
-Por el hecho de ser madres, los y las empresarias prefieren contratar hombres. Esto dificulta el acceso de las mujeres al mercado laboral y el mantenimiento del trabajo, debido a las bajas maternales. Durante enero un 51,79% del total de personas paradas en la provincia son mujeres.
-Por el hecho de ser mujeres y madres es difícil la conciliación de la vida laboral y familiar.
-Por el hecho de ser mujeres inmigrantes, se enfrentan a su condición de mujeres, extranjeras y trabajadoras.
Jose María García Gálvez
Secretariado de Pastoral Obrera y del Trabajo