La Abadía del Sacromonte acogió el pasado sábado, víspera de la festividad de San Cecilio, la Eucaristía por el rito hispano-mozárabe, en la que se honró al primer Obispo de Granada, martirizado y quemado con cal viva en el siglo I.
Un año más la Abadía del Sacromonte ha acogido la celebración de la Misa hispano-mozárabe, que se ha celebrado el pasado sábado en la víspera de la festividad de San Cecilio, día grande en la Archidiócesis de Granada y su ciudad, dado que es el patrón.
Numerosos fieles llenaron los bancos de la Colegiata de la Abadía en esta celebración eucarística por el rito hispano-mozárabe, que comenzó con una procesión por el exterior del recinto hasta las Santas Cuevas. Hasta allí, en una procesión encabezada por la cruz y seguida por el pueblo cristiano y el Cabildo sacromontano, se honró al primer Obispo de Granada, mártir en el siglo I y quemado con cal viva, y se oró ante el lugar en las Santas Cuevas en el que se hallaron sus cenizas.
La celebración de la fiesta de San Cecilio, el 1 de febrero, tiene otra celebración importante con esta Eucaristía por el rito hispano-mozárabe, con gran belleza en la liturgia y en la que se toma la Sagrada Comunión bajo las dos especies. La celebración estuvo acompañada por los cantos de la Escolonía de la Abadía del Sacromonte.
PERSECUCIÓN Y MARTIRIO
En su homilía, el Abad D. Alberto Espinar subrayó la actualidad de la vida del patrón granadino, en un testimonio de vida que hemos recibido generación tras generación.
«Los mártires, San Cecilio y tantos otros, nos hacen hoy presente que el anuncio de la Buena Noticia se realiza a través de personas débiles como nosotros, con toda la pobreza humana (…), pero han tenido una experiencia profunda que les ha marcado radicalmente su vida, y es haber tenido este encuentro a través de la Palabra de Dios, con el amor infinito del Padre. Han sido hombres y mujeres que se han sentido amados, que han experimentado en ellos mismos el perdón de los pecados», señaló el Abad de la Abadía del Sacromonte.
Asimismo, D. Alberto Espinar aludió a la persecución que siempre ha acompañado a la Iglesia a la hora de testimoniar a Cristo y el don de la fe. En este sentido, D. Alberto Espinar recordó que «el mismo Cristo es el rey de los mártires, porque el hecho de anunciar la Buena Nueva, el hacer presente el amor de Dios en medio de los hombres, ya a Él fue al primero al que trajo el derramamiento de sangre. Y tras Él, tantos otros».
«San Cecilio es testigo de que se puede vivir en medio de la persecución y de la cruz, alegre y contento, porque la fe nos da la certeza de que no somos para este mundo, sino para la vida eterna, y poder vivir esta vida libres», subrayó el Abad.