Escuchar la Palabra. I Domingo de Adviento

Comentario bíblico al Evangelio del 3 de diciembre de 2023.

Inauguramos este tiempo de Adviento que es el tiempo de la esperanza, el tiempo de la vigilancia, el tiempo del deseo del encuentro. A lo largo de él, somos invitados a vivir una espera comprometida con la realidad con los ojos puestos en el cielo que se rasga para regalarnos al Salvador.

La liturgia de la Palabra de este primer domingo presenta un breve itinerario para adentrarnos en este tiempo tan especial. Tres expresiones nos conducen desde el deseo de que Dios venga al compromiso en este tiempo de espera: vuélvete, muéstranos, velad.

VUÉLVETE

La primera lectura tomada del libro de Isaías es un clamor. El pueblo de Israel en el exilio ora a Dios. Experimenta la lejanía de Dios en medio del sinsentido y el dolor, lejanía de la tierra que Dios había regalado, lejanía de los parientes que quedaron atrás, lejanía del Templo: lugar donde Dios habitaba en medio de su pueblo. El exilio aleja de Dios, pero, paradójicamente, la lejanía despierta la memoria. Dios ha actuado siempre en favor de su pueblo. Brota la esperanza. Es el pariente que salva, Padre y Redentor. No nos abandones, rasga los cielos y desciende. Vuélvete es la primera suplica de este domingo y expresa el deseo de que Dios se vuelva a nosotros, nos devuelva la mirada. Vuélvete es la petición que nace del deseo de reencontrarnos con el Padre y el Redentor regresando a la tierra que él regala.

MUÉSTRANOS

El salmo 79 está lleno de peticiones a Dios: escucha, manifiéstate, mira, visita, … Todas ellas quedan resumidas en el estribillo: Muéstranos tu favor y sálvanos. Pedir a Dios que nos muestre su favor es pedirle que vuelva, desear experimentar su salvación. Pedimos a Dios que nos mire porque su mirar nos permite reencontranos con su salvación: Miranos para que te miremos.

VELAD

El texto del evangelio que leemos nos recuerda a la parábola de los talentos (Mt 25, 14- 30; Lc 19,11-27). A diferencia del resto de sinópticos, el evangelista Marcos pone el acento en el cómo se vive la espera del señor que llega y no en la productividad de las tareas encomendadas (talentos). Saber esperar es velar y estar alerta.

La vela es una actitud dinámica, un estado de alerta permanente que no hemos de confundir con la ansiedad o con la preocupación, sino que es comparable, como indica el texto, a la actitud de un portero que, cumpliendo sus tareas, vive su presente y, al mismo tiempo, espera a que llegue su señor. Velar es vivir despiertos, atentos a la realidad que contemplamos con los ojos abiertos; velar es generar dinámicas que nos permiten estar disponibles para acoger al Señor que viene. Por el contrario, dormir es la imagen que indica un estado de parálisis. El sueño evoca la idea del límite. Dormimos porque lo necesitamos. Dormir nos evade, nos incapacita para percibir la realidad. Cuando dormimos estamos ajenos a todo y a todos.

Al celebrar este primer domingo de adviento dejémonos interpelar por esta invitación a permanecer en vela como el portero, en espera gozosa y comprometida con la realidad del día a día. Que durante esta semana resuenen en nosotros las palabras del Apóstol Pablo “… y Dios es fiel” (1Cor 1,9).

Ignacio Rojas Gálvez, osst.

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