Como en todas las parroquias de la Archidiócesis y en la Iglesia Universal, la Santa Iglesia Catedral acogió la celebración con la que se inicia la Cuaresma, «el tiempo de la gracia y el tiempo de la salvación», como la definió nuestro Arzobispo, Mons. Javier Martínez.
Se trata de la Eucaristía del Miércoles de ceniza, a la que asistieron los miembros de la Junta Directiva de la Real Federación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de la ciudad de Granada, cofrades y fieles en general, a quienes se les impuso la ceniza, que señala que somos débiles y pecadores, en un tiempo litúrgico de conversión a Dios y preparación para la Pascua.
En su homilía, Mons. Martínez pidió a Dios que «nos conceda el don de su conversión, de convertirnos a Él, de buscarle a Él, como quien realmente nos da la posibilidad de una vida verdadera, de una humanidad buena, donde podamos mirarnos a pesar de nuestros pecados, mirarnos unos a otros a la cara con respeto, con afecto, con misericordia, con la conciencia de que cada uno de nosotros, y cada ser humano, todos los seres humanos hemos sido creados con un amor exclusivo y único dirigido a cada uno de nosotros y con un destino, que es participar de la vida de Dios, que es ser hijos en el Hijo y vivir la vida del Dios que es Amor».
ORACIÓN, LIMOSNA Y AYUNO
En este sentido, nuestro Arzobispo recordó las tres prácticas que la Iglesia nos propone para recorrer ese camino de conversión a Dios, de volver a Dios: oración, limosna y ayuno. En cada una de estas prácticas, Mons. Martínez fue desgranando la esencia profunda y verdadera de cada una de ellas, de tal forma que «nos sacan de nosotros mismos» y con las que nuestro corazón busca a Dios.
De la oración subrayó que «no se trata ni de más ni de menos, no se trata de hacerla de una manera o hacerla de otra; se trata de que nuestro corazón busque a Dios, suplique a Dios, grite a Dios: ‘¡Ven Señor, ven Señor, no tardes! ¡Ven a nuestras vidas, como viniste a Belén, como viniste al Gólgota, ven a nuestras vidas, llénalas con tu misericordia y con tu Gracia!'».
De la limosna, Mons. Martínez insistió en que no se trata de dar o no un poco de esta limosna en sentido material, sino en «estar atentos a las necesidades que tenemos cerca, a nuestros prójimos: que nos encontremos con ellos, salir a ellos». En este sentido, nuestro Arzobispo subrayaba que escuchar a quienes tenemos cerca en sus preocupaciones y necesidades es la caridad cristiana. De la caridad, además, D. Javier Martínez recordó que «la medida de nuestra conversión es siempre la caridad», porque «nadie ama a Dios, a quien no ve, si no ama a su hermano, a quien no ve». Y es que «sólo la caridad es inequívocamente un signo de la Presencia de Dios. Por eso el Señor la puso como signo de la credibilidad y el Papa nos lo recordaba en la homilía del último domingo», explicó nuestro Arzobispo.
Por último, del ayuno afirmó que éste «es una manera de aprender a saber que no son las cosas ni los deseos del mundo lo que nos tiene o que nos va a dar la felicidad», al mismo tiempo que recordó a los fieles que tenemos más cosas de las que necesitamos.
En la celebración eucarística con la que iniciamos la Cuaresma, nuestro Arzobispo nos invitó en este nuevo tiempo litúrgico a asistir al Sacramento de la Penitencia y a rezar por la paz en el mundo, ante los sucesos en Oriente Medio y ante las diversas violencias que suceden también a nuestro alrededor, que son fruto del «vacío de una cultura que no es capaz de ofrecer a las generaciones jóvenes un sentido de la vida».