Congreso Internacional de Educación Católica

Celebrado a finales de abril en Valencia, contó con la asistencia de Feliciana Merino, profesora de Filosofía del Derecho del Instituto Edith Stein. “Existe una esperanza para la verdadera educación que ningún estado ni partido político puede arrebatar y que consiste en comprender que hay en el corazón de todo hombre una vocación, una llamada hacia el destino desde la cual se puede vivir y afrontar toda la vida”. Así se pronunció la profesora de Filosofía del Derecho del Instituto Edith Stein de la Archidiócesis de Granada y especialista en Antropología de la Educación, Feliciana Merino, en el I Congreso Internacional de Educación Católica para el Siglo XXI organizada por la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir, y que se ha celebrado del 28 al 30 de abril.

En su intervención, Merino propuso como “modelo educativo” a la propia Edith Stein por su “concepto novedoso de la educación, puesto que ella manifiesta su infinita preocupación por el ser humano y lo inagotable que educarlo y conocerlo”. Asimismo, la profesora del Instituto Edith Stein de Granada recordó las palabras de Sor Teresa Benedicta de la Cruz según las cuales “no se puede educar reduciendo al hombre a esquemas o teorías educativas, cientificistas o idealistas, sino que el hombre es inabarcable e inagotable porque sólo Dios lo conoce”.

El Prefecto de la Congregación vaticana para la Educación Católica, el cardenal polaco Zenon Grocholewski, presidió el Congreso, en presencia del cardenal arzobispo de Valencia, monseñor Agustín García-Gasco, que se desarrolló durante tres jornadas a las que también acudieron personalidades como el presidente del Instituto de Política Familiar, Eduardo Hertfelder, el profesor titular de Antropología Pedagógica de la Universidad Complutense de Madrid, José María Barrio, el psicopedagogo Guillermo Ferrís, y el profesor de la Universidad LUMSA de Roma Honorato Grassi, que abordó la propuesta educativa del fundador el movimiento de Comunión y Liberación, D. Luigi Giussani.

En su intervención, Grocholewski señaló que “la educación no puede reducirse a la transmisión de determinadas habilidades o capacidades de hacer”, sino que es “necesario formar a la persona en su integridad con el fin de que sepa usar el saber para hacer el bien”, al mismo tiempo que insistió en que “la Iglesia concibe la labor educativa como una dimensión” del ser de la persona.

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