“Vamos a acudir a Ella”

Queridos sacerdotes concelebrantes;
querido diácono;
queridos niños;
queridas familias;
queridos amigos;
queridos miembros también de la hermandad más joven de Granada, la de Nuestra Señora de la Granada, la Santísima Virgen de la Granada, que nos preside en esta celebración, tan bellamente, con todo lujo del cariño de sus hijos;
queridos hermanos todos:

Estamos celebrando una fiesta grande, en medio de este tiempo de Adviento, que nos va preparando para la Navidad del Señor, recobrando ese sentido de esperanza que tenemos que tener en un mundo tan triste muchas veces, aunque sí, muy divertido, tan triste muchas veces, pero con mucho espectáculo, pero falto de esa alegría profunda que nace de los valores y de las realidades en definitiva de Dios.

El tiempo de Adviento nos prepara para ese encuentro con el Señor en la Navidad en nuestro corazón, recordando Su primera venida, pero, al mismo tiempo, nos recuerda que todos estamos de camino, y como nos decía el Papa Francisco “somos peregrinos de esperanza”, en este año jubilar.

Luego, vamos caminando hacia el final de nuestra propia vida, o hacia el final de la historia, en que el Señor se manifestará gloriosamente vencedor del pecado y de la muerte como Rey y Señor del Universo, Señor de la Historia. El mal no tiene, por tanto, la última palabra. Y aunque lo pasemos mal, aunque veamos dificultades, sabemos que Dios ha vencido, que Dios no nos va a dejar, que el Señor está a nuestro lado. Y esa cercanía de Dios es la que celebramos en la Navidad, y para ello preparamos nuestro corazón.

Pero tenemos un modelo, tenemos a quien padecernos. Y ese modelo es la Virgen. ¿Cómo esperaría Ella a Jesús, queridos niños? Con qué cariño esperaría Ella, no haciendo un Belén, como lo hacéis vosotros, sino en su corazón. ¿Con qué cariño Ella prepararía que llevaba a Cristo en sus purísimas entrañas el nacimiento de Su Hijo? Ella sí que pondría todo de su parte, para ir preparándose como nadie, recordando todas las promesas del Antiguo Testamento, de cómo Dios no abandona a su pueblo, aunque eso fuese y estuviese a la vez acompañado de motivos que podrían llevarle a la tristeza, como era la falta de medios, como era la pobreza, incluso puntos de contradicción: cómo Dios nace en la pequeñez y en un pesebre.

Pero ahí la fe de la Virgen se nos muestra como ejemplo, para nosotros. Pero esa fe de la Virgen, que está limpia de todo pecado y de toda mancha, que es la creyente primera, el modelo de toda creyente, Ella pasa también por las dificultades. Por eso, nos entiende, queridos amigos. Por eso sabe lo que nos pasa. Y sabe que a veces nosotros también tenemos que vivir ese claro oscuro en medio de las dificultades. Mirar a la Virgen. No podemos sólo destacar que es limpia de pecado, pero tenemos que ir a lo positivo, que es la llena de todas las gracias, de todas las virtudes, de toda santidad. En Ella sí se cumple realmente lo que San Pablo en la Carta a los Efesios nos describe en ese bello himno cristológico de su comienzo. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que es la persona de Cristo, el nuevo Adán. Nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Hice cosas preciosas en Él, nos eligió antes de la constitución del mundo, para que seamos santos y reprochables ante Él por el amor.

Luego, eso que en nosotros se ha de producir, se produce ya por la salvación, por la Redención de Cristo en la cruz, a María se le aplicó de manera anticipada, en previsión de los méritos de Cristo en Su pasión, muerte y Resurrección. Y Ella ya sí es la llena de gracia. En Ella no hay mancha alguna. Ella está llena de toda santidad. Ella es como quería Dios que fuésemos, hubiésemos sido todos los seres humanos desde el comienzo.

Pero, hemos escuchado esa historia, con ese bello lenguaje del libro del Génesis, pero cargado de contenido y de realidad, al mostrarnos la realidad del pecado, el abandono de Dios, la suplantación de Dios. Pero, al mismo tiempo, la historia humana no se cierra con la desesperanza, sino que Dios promete un Salvador. Es Jesús, el Hijo de Dios. Y al mismo tiempo, una mujer nueva. Esa mujer nueva es María, la que no está tocada por el pecado, la que no está tocada por la serpiente. María es nuestro modelo, pero podéis decir, ‘pero qué modelo más altísimo, nos será imposible’.

Queridos amigos, ciertamente, no podemos imitarla en todas sus virtudes y privilegios. Pero sí podemos parecernos y pedir al Señor que nos dé la fe de la Virgen, la fe que sepa sobreponerse en medio de las dificultades y las contrariedades.

Sí, podemos pedirle al Señor que nos ayude a hacer lo que Ella hizo mejor que nadie, hacer lo que Dios le pedía, vivir como Dios manda, cumplir Su voluntad, en nuestras circunstancias, en nuestra vida de familia, en nuestras relaciones sociales y, sobre todo, podemos pedirle que nos ayude a vivir y parecernos a Jesús, haciendo realidad en nosotros su mandato, el mandato de la Virgen, de las pocas veces que escuchamos las palabras de la Virgen en la Sagrada Escritura, que, cuando dice a aquellos criados en las bodas de Cana, “hacer lo que él os diga”, pues, hagamos nosotros también, en nuestra vida, lo que Jesús nos dice. Seamos mejores cada día. Vivamos en nosotros esas consecuencias de la salvación de Jesús, esa santidad a la que estamos llamados para vivir nuestra vida ordinaria, y así nos iremos pareciendo a la Virgen –“quien a los suyos parece, honra, merece”, dice el dicho castellano-.

Pues, vamos a parecernos a Ella. Y vamos a acudir a Su intercesión de madre. Ella no se olvida de nosotros. Y por eso le rezamos, por eso la queremos, por eso es tan fácil vivir esa realidad y acogerla en nuestro corazón y ponerla en el centro, junto a Jesús, porque María es esa palabra del Misterio cristiano.

Vamos a acudir a Ella. No pase ningún día sin que nos dirijamos a Ella con las mismas palabras que nos ha recordado el Evangelio y que pronuncia el Ángel. Vamos a acudir a Ella, pidiéndole que nosotros también aceptemos la Voluntad de Dios. Seamos coherentes en nuestra vida con nuestra condición de cristiano y perseveramos en el bien obrado, que María, la Madre de Jesús, la Inmaculada Concepción, a la quien quiere tanto Granada, pues que Ella nos ayude.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispado de Granada

S.A.I Catedral de Granada
8 de diciembre de 2025

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