“Somos todos uno en Cristo”

Homilía del arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo, en la Eucaristía en el jubileo de la Pastoral Gitana, el III Domingo del Tiempo Pascual, el 4 de mayo de 2025, en la S.A.I Catedral.

Queridos hermanos sacerdotes concelebrantes,

Seminaristas,

Especialmente, querido don Julio, sacerdote encargado de la acción pastoral para el pueblo gitano en Granada. Gracias, don Julio,

Querido José Emiliano y demás miembros de esta pastoral gitana. Muchas gracias por vuestro trabajo,

Queridos hermanos de raza gitana, la Iglesia os quiere. No sois extranjeros.

Cabemos todos, nos ha recordado el Papa Francisco. Todos, todos. Y el Señor nos muestra esa universalidad. Y nos la muestra, lo estamos viendo estos días, cuando a la par que recordamos al Papa Francisco, estamos viendo también esa multitud de cardenales reunidos que elegirán al nuevo Papa, iluminados por el Espíritu Santo. No hay distinción entre unos y otros. Los hay de todas las razas, todos los continentes. Los hay mayores y jóvenes, de lenguas distintas, como era desde el comienzo la comunidad cristiana.

Ya no hay distinción entre judíos y griegos, dice San Pablo. Somos todos uno en Cristo. Y esto nos cuesta asimilarlo. Habéis sufrido mucho a lo largo de los siglos, ciertamente. Y hay un deber de justicia y de reparación para con el pueblo gitano. Y en este día en que celebramos vuestro Jubileo y recordamos la figura de Ceferino, del tío Ceferino, del “Pelé”.

Este gitano, hombre de bien y de respeto. Este gitano, que en Barbastro, donde se cebó especialmente la persecución de los sacerdotes y de los cristianos fieles al inicio de esa guerra fraticida que queremos olvidar para siempre, para que no vuelva. Ahí el “Pelé”, este gitano tratante de ganado y al mismo tiempo, este gitano cestero. Ese hombre de bien que incluso fue acusado por su condición de gitano, de robo y salió absuelto.

Y el abogado decía: Este no es Ceferino Giménez, este es San Ceferino. Anunciaba ya el abogado, fijaos. Este hombre que iba a misa casi todos los días, que comulgaba con frecuencia, que rezando el rosario cada día. Precisamente porque estaban maltratando a un sacerdote a culatazos. Este hombre, este gitano, salió en su defensa cuando unos milicianos maltrataban a un sacerdote y descubrieron que llevaba un rosario en su bolsillo.

Incluso le dijeron que rechazara el rosario. En definitiva, para él, que abjurara de su fe. Y no lo hizo. Y murió al grito de Viva Cristo Rey. Este mártir, que está en los altares, nos muestra, como decía San Juan Pablo II el día de su beatificación, que todos estamos llamados a esa santidad. Ceferino, como los primeros cristianos, como los apóstoles, hemos escuchado en la primera lectura en este tercer domingo de Pascua… Hemos escuchado que daban testimonio de la resurrección del Señor con mucha valentía, que no se avergonzaban de Cristo, incluso salían contentos por haber testimoniado a Cristo.

Y es que, amigos, los cristianos no seguimos a un muerto, seguimos a alguien que está vivo, alguien que ha resucitado y que es garantía de nuestra resurrección. Por eso el “Pelé” no teme la muerte, como no la temen los mártires, como no la temen los cristianos con fe. Aunque sufran, aunque el dolor les llegue a lo más profundo.

Saben que la muerte no es el final. Y en esa escala de valores, en esa balanza, ponen primero a Dios y su fe, que los bienes materiales o salvar la propia vida. No es cuestión que busquemos la muerte por la muerte. No es cuestión que hagamos dejación de derechos que son deberes, pero sí dar testimonio del Señor Jesús en cualquier circunstancia.

Por tanto, queridos hermanos gitanos, estad orgullosos del “Pelé” como lo estamos de nuestros santos, todos. Que los hay de todas las razas, lenguas, pueblos y naciones, a lo largo de toda la historia. Y también esos santos de la puerta de al lado que nos decía el Papa Francisco, esa gente buena, esa gente santa que echamos de menos cuando nos falta y nos percatamos de su vacío de bien, del que tan necesitados estamos en nuestro mundo.

Jesús se hace presente en esta tercera aparición que nos muestra el evangelista San Juan, que nos ha venido acompañando en los domingos precedentes. Jesús se hace presente en medio de las faenas de aquellos apóstoles que daban casi por terminada ya su experiencia con Jesús. Que se vuelven a su trabajo de siempre, a pescadores. Y Jesús se hace presente en medio de ellos.

Y Jesús les invita a comer. Jesús prepara un desayuno, esas brasas con los peces que había mandado que recogieran. En esa vuelta, una pesca milagrosa. Nos está mostrando el evangelista San Juan que Cristo no solo nos acompaña y se hacen realidad sus palabras. Yo estaré con vosotros el todos los días, hasta el fin del mundo.

Nos está mostrando también, de verdad, que no es una idea, que no es un recuerdo. Que alguien que está vivo, a quien los apóstoles pueden tocar, con quien pueden comer ahora está glorioso en los cielos. Está vencedor del pecado y de la muerte. Es el Cordero degollado que nos habla Apocalipsis con ese lenguaje encriptado, enigmático… Porque está escrito ese libro para cristianos que están perseguidos y tiene que mostrarlo así para evitar toda censura.

Cristo ha resucitado, Cristo vive. Cristo no nos deja. Cristo nos acompaña. Ese saludo: El Señor esté con vosotros… Realmente está con nosotros. Qué pena que hayamos perdido esa costumbre de saludarnos. Quedamos con Dios, id con Dios, Dios os guarde. Qué pena que hayamos perdido de nuestro vocabulario también esos grados de fe que se manifiestan en el lenguaje y en tantas costumbres.

Queridos hermanos del pueblo gitano, la fe no anula las tradiciones de los pueblos, sino que las purifica y al mismo tiempo las engrandece cuando son de bien. Y vosotros tenéis tradiciones que no podéis perder. Que por desgracia, los payos han ido devaluando, como es el amor a la familia, como es el amor y el respeto a los mayores, como es el cuidado de la vida.

Queridos amigos, no perdáis esas tradiciones, no perdáis esas esencias, que engrandecidos por el Espíritu de Cristo son un testimonio elocuente de la fe. Adelante, Sentid a la Iglesia como propia, con vuestra manera de rezar, con vuestros cantos, con vuestras costumbres buenas.

Que la Virgen, que Ella a la que acudís a sus romerías en Fregenal de la Sierra. A ella, acudid para que os proteja y os cuide, como decía el Papa.

Adelante y transmitir a vuestros hijos esa fe. Y no os dejéis tocar por quienes rebajan la Cruz de Cristo, por quienes muestran un cristianismo solo folclórico, por quienes muestran un cristianismo solo de envoltura. Sino un cristianismo que es el de Jesús de Nazaret y los valores del Evangelio.

A todos, queridos hermanos, sigamos rezando por el eterno descanso del Papa Francisco, que seguro ya está, como aquel Pedro que dice y le dice al Señor por tres veces que le ama. Estará ya viendo y estando con el Señor, el Buen Pastor de todos. Y pidamos que el Señor nos conceda un romano Pontífice, un Papa. El Papa que necesita nuestro tiempo según el corazón de Dios.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

4 de mayo de 2025
S.A.I Catedral de Granada

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