Recuperar la familiaridad con los Padres de la Iglesia, para nuestra vida de fe

Intervención de Mons. Javier Martínez, Arzobispo de Granada, en la presentación del libro «El Misterio de la fe», con la que se ha inaugurado la Colección Pravoslavie de la Editorial Nuevo Inicio, que contó con la participación del Metropolita Hilarión, autor del citado libro, y del Obispo Auxiliar de Madrid, Mons. Juan Antonio Martínez Camino, en presencia del embajador ruso en España. El libro puede adquirirse en cualquier librería de España y de forma on line en www.ccnuevoinicio.es.

Querido hermano, Metropolita Hilarión;

querido hermano, Juan Antonio;

Excelentísimo Señor Embajador;

queridos hermanos y amigos todos:

Yo voy a ser muy breve, porque tenemos la suerte de tener al autor del libro entre nosotros, y es el que nos importa escuchar.

Es un privilegio, en primer lugar, que podamos estar en esta mesa juntos, y aunque la audiencia no es muy numerosa, porque la Semana Santa, y especialmente para los madrileños, es un tiempo de fuga de la gran ciudad, es una audiencia extraordinariamente interesada y, desde luego, el acontecimiento es mucho más importante de lo que la audiencia pueda dar a entender.

El hecho de estar sentados juntos, en esta mesa; el hecho de que un libro del Patriarca Cirilo, y un libro suyo, sea publicado en una editorial española, a mi me parece que es un acontecimiento que pone de manifiesto el crecimiento de nuestras relaciones, de nuestro afecto común, de nuestro deseo de aprender unos de otros acercándonos cada vez más al Misterio de Cristo, el único nombre bajo el cielo que se nos ha dado para ser salvos, como dicen los Hechos de los Apóstoles.

Para mí ha sido un privilegio, también, el hecho de poder prologar este libro, que es una introducción a la teología ortodoxa, y que está escrito con el alma y el Espíritu de la Filocalia, me atrevería a decir. El saturado de alusiones, de citas, de pasajes de Padres, también me ha recordado, y lo digo con mucho gozo, que uno de los libros que el mismo Benedicto XVI decía en un momento que ha sido un libro seminal para la teología del siglo XX, «Catolicismo» del teólogo Henri de Lubac, libro que también es, fundamentalmente, una reflexión sobre la fe y sobre sus aspectos humanos, sociales, dice en el lenguaje de aquel momento, pero sobre los aspectos humanos, las repercusiones, las resonancias y las implicaciones para el ser humano en cuanto a tal del acontecimiento cristiano.

En ese contexto, yo quisiera subrayar alguna de las cosas que a mí me parecen admirables de la ortodoxia, y una de las cosas a las que nosotros, católicos occidentales y tal vez especialmente católicos españoles que estamos en el Finis Terrae, en el extremo occidental de Europa, podemos aprender de la historia, de la tradición ortodoxa.

Yo diría que la tradición ortodoxa tiene una naturalidad en su relación con los Padres de la Iglesia que nosotros en España hemos perdido. Es decir, para nosotros de alguna manera nuestra memoria histórica comienza en el siglo XVI o XVII, aunque nuestra historia es mucho más profunda en el contexto de la historia cristiana. Pero en la memoria del pueblo cristiano, los Padres de la Iglesia son prehistoria, los Padres de la Iglesia para nosotros son San Ignacio de Loyola, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, quiero decir, aquellos que están vivos en la memoria y son figuras modernas. La Iglesia española es una Iglesia moderna. Recuperar una cierta naturalidad, recuperar la familiaridad con los Padres, como algo, no para estudiosos, no para profesores de teología en el mundo de la academia, sino para nuestra vida, para alimentarnos nosotros en la fe, es algo de lo que tenemos necesidad y es algo que leyendo Teología rusa y leyendo este libro «El misterio de la fe», del Metropolita Hilarión, uno puede disfrutar sencillamente viendo la riqueza de aquello que el mismo teólogo De Lubac decía: «La actualidad de los Padres es una actualidad de fecundación». No vamos a encontrar en ellos respuestas a preguntas sobre las dimensiones morales de los análisis del genoma humano o las implicaciones de la energía atómica, evidentemente no, no eran sus problemas. Pero sí que vamos a encontrar cómo ellos abordaban los problemas que ellos tenían: el sentido del hombre que tenía el mundo helenístico, las dificultades que surgían de su conexión o en su derecho de vivir en el contexto de una cultura helenística, que impedía por ejemplo otra comprensión del Dios Trino que no fuese como una forma de paganismo, una forma de politeísmo. Y el esfuerzo enorme intelectual y, sobre todo, testimonial de la Iglesia en aquellos momentos para mostrar la identidad cristiana; nosotros no podremos jamás prescindir de los Padres de la Iglesia para encontrar las respuestas que nosotros necesitamos hacer al mundo contemporáneo.

Luego hay otros aspectos en la lectura de los autores del este y en la lectura de esta introducción a la ortodoxia que a mi me parece muy importante subrayar. Los católicos occidentales hemos perdido en gran medida la conciencia de que la Iglesia es un cuerpo. Hemos perdido la corporalidad de la Iglesia. Nuestros vínculos están mucho más determinados por la mentalidad liberal donde cada uno somos individuos y nos unimos unos a otros occidentalmente mediante formas del contrato social. La Comunión de los Santos nos es, como experiencia de vida, algo profundamente extraño, profundamente lejano a nuestro horizonte habitual de vida cristiana. Acercarse a la ortodoxia es acercarse a esa corporalidad de la Iglesia, acercarse a la centralidad para toda experiencia cristiana del concepto de sacramento, y por el concepto de sacramento no me refiero solo a los siete sacramentos de la Iglesia, me refiero al hecho de que la sacramentalidad es un concepto central para lo cristiano y desde la Encarnación, en una realidad humana en la que está presente lo divino. El ser humano es una realidad humana creada para acoger lo divino en sí, creada para ser divinizada. El sentido de nuestra vida es participar de la vida divina y cualquier otra cosa es reductivo, nos sitúa en esa orientación del antropocentrismo secular que termina siendo la muerte del hombre.

Por lo tanto, recuperar ese sentido de cuerpo es recuperar al mismo tiempo nuestra condición de sacramento: la Iglesia es un cuerpo, el Cuerpo de Cristo, en el que Cristo vive y a través del cuál se comunica con los hombres y los hombres acceden a oa ivinopto esencial para el cristianoés del cual se comunica con los hombres y los hombres acceden a Él. Y eso, me parece tan fundamental en nuestro trabajo de dirigirnos al centro de nuestra identidad cristiana, que de eso se derivan otra serie de fragmentaciones que vivimos en occidente: fragmentación en filosofía y teología, fragmentación entre cristianismo y política -porque la política es la construcción de una «polis», y los cristianos estamos aquí para construir la «polis» de Dios, en medio de la «polis» de los hombres, y por lo tanto, es absolutamente inseparable el hecho de ser cristiano de una cierta concepción de la «polis», de una cierta visión y de una cierta contribución a la «polis» verdadera, que es sólo la Jerusalén del Cielo, no hay otra, lo demás son aproximaciones. Esto lo hemos perdido. Y con eso hemos hecho muchas otras fragmentaciones de la experiencia cristiana: separación entre mística y teología, separación entre teología y filosofía, separación entre moral y dogmática; y entonces los árboles nos impiden ver el bosque.

Yo quiero recomendar la lectura de este libro, porque es una introducción al bosque, al bosque que significa ser cristianos. Y una introducción de la que nosotros tenemos mucho que aprender, mucho que aprender para acercarnos más a Cristo, que es donde podremos encontrarnos todos como miembros del mismo cuerpo de una manera plena y sin fisuras.

El Metropolita Hilarión, y dejadme decirlo, es un hombre extraordinariamente adecuado para hacer esta introducción,
porque, aparte de ser un hombre de la academia, es un artista. Yo no sé si todos ustedes saben que ha compuesto algunas grandes obras de música. Ciertamente, a lo mejor, alguna de las personas más de la parroquia es posible que no lo sepan. Un Oratorio de Navidad, que todos pueden oír en «youtube» tranquilamente, y que es una obra verdaderamente exquisita, donde uno oye también muchas resonancias de la música litúrgica y de la gran música del siglo XIX y del siglo XX rusa. Y una «Pasión según San Mateo», que hace falta mucho coraje para escribir una «Pasión según San Mateo» después de la de Bach, pero os aseguro que no decepciona, en absoluto.

Por lo tanto, bienvenido. Dios le pague la misericordia de estar aquí con nosotros y estamos muy felices de poder presentar y dar a conocer al público español esta obra.

+ Javier Martínez

Arzobispo de Granada

Aula «Juan Pablo II» de la parroquia de la Concepción de Nuestra Señora, Madrid

14 de abril 2014

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