Homilía de D. Javier Martínez en la Misa del martes de la II semana del Tiempo Ordinario, el 19 de enero de 2021.
Cuando leemos este Evangelio, nos parece un Evangelio un poco intrascendente, banal, como que no sabemos qué hacer con él, ni para qué nos puede servir o qué es lo que nos enseña o nos dice, y como pasa tantas veces, en tantos pasajes del Evangelio, ayuda el ceñirse lo más estrictamente al texto original. Hasta las faltas de ortografía de ese texto original son muchas veces fuente de iluminación. ¿Cómo situamos la escena? (y con frecuencia pasa, y me lo permitís que a veces os haga estas observaciones, que la traducción española no está muy lograda o no es la mejor posible). “Sucedió que un sábado Jesús atravesaba un sembrado…”, no. Hay un verbo griego, es un aoristo ingresivo: “Hizo la intención de atravesar un sembrado”. Y sus discípulos empiezan a arrancar espigas para que, al atravesar ese sembrado, Jesús no hiciese daño a las plantas que había. Pero arrancar espigas era una forma de cosecha. Palestina es un país que vive al borde del desierto y, entonces, cantidad de cosas no se pueden cosechar con guadaña, además es un terreno pedregoso, que haría daño a las guadañas, incluso a las hoces. Entonces, muchos cereales se cosechaban arrancando espigas (entonces, arrancar espigas se consideraba como un trabajo y los trabajos estaban prohibidos en sábado). Entonces, Jesús hace intención de atravesar un sembrado y los discípulos se ponen a arrancar espigas como para abrir un camino y para que no se dañe el sembrado. Los fariseos comentan: “¿Por qué tus discípulos hacen algo que no está permitido hacer en sábado?”. Y Jesús pone un ejemplo curiosísimo. Cuando complementa uno este episodio de San Marcos con lo que dice San Mateo, todavía se ve más claro. David tenía hambre y un Sumo Sacerdote le entrega unos panes del sacrificio que sólo les estaba permitido comer a los sacerdotes en el mundo judío. ¿Por qué? Porque era David. En el Evangelio de San Mateo añade otro ejemplo y dice: “¿Y no habéis leído que los sacerdotes en el templo trabajan y no les cuenta como pecado?”. Son los discípulos los que están arrancando espigas. No acusan a Jesús; acusan a los discípulos de hacer algo que está prohibido. Y Jesús pone dos ejemplos que tienen que ver con cómo un Sumo Sacerdote hace cosas que estaría prohibido hacer según la Ley, pero que no está permitido porque las hacen para el templo o las hacen para el Mesías.
¿Qué está diciendo Jesús? Lo que dirá también el Evangelio de San Mateo: que aquí hay más que el sábado, que aquí hay más que el templo. Es una forma de anunciar Su carácter mesiánico, Su divinidad, de manera indirecta, como lo hace siempre. Entonces, el texto es mucho más importante.
Lo que hacen sus discípulos con Jesús es igual que lo que los sacerdotes hacen en el templo, y no pecan, porque están sirviendo al Hijo de Dios. Este pasaje, que parece tan anodino, es un pasaje central en el Evangelio, porque proclama de manera muy explícita, muy explícita, quién es Jesús. Explícita cuando uno se mete en los detalles
–que hay muchos más– del relato y de la explicación.
¿Para qué es esto? ¿Por qué es útil para nosotros? Primero, saber que el Evangelio proclama la divinidad de Jesús de mil maneras. Si hubiera que quitar del Evangelio todos los pasajes que implican la proclamación de que Jesús es Dios, el Hijo de Dios, nos quedábamos sin Evangelio. Sería una cosa irrelevante, no habría pasado nada en Palestina en el siglo I y nada desde luego que explique la explosión que significó la mañana de Pascua en todo el mundo conocido, de China hasta la India, hasta Lyon y hasta Tarteso, hasta Cartagena.
¿Qué nos sirve para nosotros? Hay una tentación del hombre siempre que es querer convertir nuestra relación con Dios en protocolos que hay que cumplir. Esa es una tentación humanísima. “Estas son las recetas, en el caso 23, aplico la receta 23… Sucede eso, aplico la receta tal”. Eso nos libra de nuestra responsabilidad ante Dios y nos hace quedarnos tranquilos: “Señor, yo he cumplido”. Esa era una de las prácticas típicas de los fariseos y son formas sutiles de idolatría. Idolatramos la Ley y no damos culto al Dios de la Ley. Y entonces, no está de más que Jesús nos recuerde que “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”; es decir, hay que cumplir bien, y Jesús lo dice, hasta la última palabra no dejará de cumplirse, pero nuestra relación con Dios no la da la medida de lo bien que hacemos las cosas. El fariseo que oraba en el templo con el publicano y oraba a Dios porque pagaba hasta el diezmo del comino y de la menta, no salió justificado de su oración. No son las cosas que hacemos las que nos justifican ante Dios; es la actitud de nuestro corazón humilde que adora, que da culto, que reconoce que Dios es Dios y que todo lo que somos nosotros lo hemos recibido de Él y que esperamos de Él todo lo que Él nos ha prometido. Eso, que está en el fondo de nuestro corazón, que tiene que estar en nuestro corazón, ése es el culto verdadero. Y lo otro, son pequeñas idolatrías. No es que uno empiece a dar culto a dioses falsos, pero, al final, es verdad que servimos a los protocolos, servimos a las recetas y nos quedamos tan tranquilos como que Dios ya no nos puede pedir nada, porque ya hemos hecho las cosas que teníamos que hacer. Está viciada, es falsa, es engañosa. Por eso la oración del fariseo no le agradó a Dios, mientras que el publicano, que no se atrevía ni a levantar la cabeza y decía “Señor, ten piedad de mí, que soy un pobre pecador”, esa Le agradó a Dios, y el publicano salió del templo justificado. Porque el publicano vivía en la verdad y el fariseo vivía en la mentira.
Cuando ponemos al sábado por encima de Dios, es decir, cuando ponemos las leyes, incluso las leyes de Dios, por encima de Dios…. Sólo hay dos leyes que no admiten excepción: amar a Dios con todas las fuerzas que uno tenga, sean las que sean, y amar a los demás como a nosotros mismos. Eso se puede hacer siempre. No hay ninguna excusa para eso. Pero todas las demás están al servicio de nuestra relación con Dios y de nuestra relación entre nosotros.
Que el Señor nos ayude a tener una relación con Dios verdadera, como criaturas que se saben creadas y redimidas por el amor infinito de Dios.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
19 de enero de 2021
Iglesia parroquial del Sagrario Catedral