Procesionar hoy, un testimonio de fe

Granada acogerá en los próximos días una “cumbre” especial: el XXXIV Encuentro Nacional de Hermandades y Cofradías y no deja de sorprender, y damos gracias a Dios por ello, que a estas alturas de persistente empeño secularista en la España de hoy, alimentado de modas ambientales y de impulsos ideológicos innegables, se viva, como se comprueba una y otra vez en las fechas patronales, y en especial en Semana Santa y en el Corpus Christi, con tanto fervor por los creyentes y respeto por quienes no lo son. Y para ejemplo Granada, como lo comprobamos en las mencionadas procesiones y en la ofrenda floral a la Virgen de las Angustias y en su grandiosa procesión.

A pesar de que muchos sólo entenderán como culturales, estéticos e incluso como simplemente folklórico, estos actos de culto de procesionar a Cristo vivo y sacramentado en la custodia, como hacerlo en Semana Santa con el paso de la imagen de un Cristo o de la Santísima Virgen, no puede ser sólo un acto externo o, si se quiere, exclusivamente devocional, es también reivindicar el derecho de la religión católica y de sus fieles a ocupar un puesto en el espacio público de nuestra sociedad -¡de nuestra España!- de innegable raíces e impronta cristiana, no sólo en su historia, sino también en su presente.

Esto es especialmente necesario hacerlo cuando se está promoviendo una falsa concepción sobre la naturaleza del catolicismo en la sociedad, al que algunos sólo le querrían conceder carta de ciudadanía en el foro privado, en el de la intimidad o de la conciencia, o todo lo más en el espacio sagrado de los templos. Por esto mismo, cualquier afirmación de las señas de identidad católica, como son las procesiones, en el ámbito social y público es especialmente precisa en un escenario secularizado como el nuestro. Por eso bienvenido sea este XXXIV Granada Encuentro Nacional Cofradía que se da cita en Granada, en una verdadera cumbre de la piedad popular en que la convivencia fraterna de cofrades y hermanos, venidos de toda España, armonizará con la reflexión erudita sobre la piedad popular encarnada en nuestros pueblos, y que tendrá uno de sus momentos centrales en la Procesión Magna, donde nuestros pasos de Semana Santa recorrerán de manera excepcional nuestras calles y mostrarán la belleza de la fe y piedad granadina, heredadas de nuestros mayores y transmitidas con orgullo santo a las nuevas generaciones.

Y esto vale para todas las manifestaciones de la piedad popular y no sólo por razones de presencia pública sino también de hondo calado teológico, pues el más central de los misterios cristianos, el de Encarnación de Cristo, hace que las imágenes tengan carta de ciudadanía de primer rango en la religión cristiana: si Dios se ha hecho carne poniéndonos a tiro lo espiritual y eterno, cómo no vamos a anticipar en el sacramental humano de una imagen un rastro de su presencia y hermosura. Si el evangelista y apóstol san Juan anatematiza a quien niegue el primer dogma cristiano: que Dios se ha hecho carne y acampó entre nosotros (cf. Jn 1, 14), y nos habla, nada más iniciar su primer carta (cf. 1Jn, 1,1-3), de que para percatarnos de su presencia precisamos verbos de experiencia, necesitamos ver, oír, palpar…, cómo no vamos a entender que la fe de los sencillos llegue al misterio de Dios, al de Cristo paciente y resucitado, por la humilde y bella mediación de una imagen tallada, en las que creyente de hoy y ayer, como un día lo hiciera el apóstol Tomás (cf. Jn 20, 24-29) precisa para llegar al Dios palpar, las llagas y hendiduras de la humanidad de Cristo representada. Y lo mismo cabe decir de la santísima Virgen María, en cuyas entrañas purísimas “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, como nos dice el evangelista S. Juan en el prólogo de su Evangelio. Como decía el cardenal Ratzinger, después Benedicto XVI, en su obra El espíritu de la liturgia. Una introducción: “La ausencia total de imágenes no es compatible con la fe en la Encarnación de Dios… La iconoclastia o rechazo de las imágenes no es una opción cristiana… La imagen de Cristo y las de los santos no son fotografías. Su cometido es llevar más allá de lo constatable desde el punto de vista material… La sacralidad de la imagen consiste precisamente en que procede de una contemplación interior y, por esto mismo, lleva a una contemplación interior”.

Es por eso verdad que no podemos quedarnos en la imagen, en el paso sin más, pues, como recordamos los obispo andaluces en nuestra última carta pastoral María, Estrella de la Evangelización y será tema de estudio en este Encuentro, esta religiosidad necesita para no ser vana credulidad el auxilio de la doctrina y la liturgia: fe creída y celebrada en la Iglesia, de la Eucaristía. Pero, qué errado e injusto es despreciar y marginar la fe de los sencillos, la piedad popular. Culto y cultura van de la mano en el cristianismo. La ruptura de este hermanamiento no sólo es una orfandad para el auténtico engrandecimiento de la humanidad, sino un fracaso para la propia religión. Quizá éste sea, como decía S. Pablo VI, uno de los dramas de nuestro tiempo: la brecha abierta entre el Evangelio y la cultura, fruto de la marginación de Dios en la modernidad. Trabajemos para lograr de nuevo su hermanamiento y procesionar con fe es una forma, nada desdeñable con tal que no vaya sola sino con el acompañamiento de una vida cristianan coherente y de hacerlo, ahora más que nunca, en los tiempos que corren.

Pero para procesionar las bellas imágenes granadinas de Cristo, y por ello las no menos de la Santísima Virgen, unida indisolublemente al misterio de Cristo, necesitamos creer más en él. Profesar a Cristo en nuestras vidas y testimoniarlo con una verdadera y comprometida caridad cristiana que autentifica y hace creíble nuestro culto y la evangelización de nuestra sociedad.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

Publicado en Diario Ideal de Granada, con ocasión del 34 Encuentro Nacional de Hermandades y Cofradías Penitenciales, que se celebra en Granada del 13 al 15 de octubre de 2023
14 de octubre 2023

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