“No temáis, el Señor está con nosotros”

Homilía de Mons. Martínez en la Santa Misa desde la iglesia parroquial del Sagrario-Catedral, en el lunes de la III semana de Cuaresma. Dos pensamientos que nos ayuden a vivir mejor esta Eucaristía. Una categoría que choca mucho en nuestro mundo y que, sin embargo, atraviesa toda la historia de la Salvación es la categoría de elección. Jesús se refiere a ella cuando dice que había muchas viudas en Sarepta de Sión y que el Señor sólo curó a una. Y que había muchos leprosos en tiempos de Naamán “El Sirio”, y que sólo curó a Naamán. A nosotros nos parece una categoría que introduce como una injusticia por parte de Dios y nos lo parece fundamentalmente porque no caemos en la cuenta de que la elección de Dios de una persona para que tenga una misión especial, o para que realice una función especial en el seno del pueblo o para que sea signo de la Presencia de Dios en el mundo, no aleja para nada de Dios a todos los demás. Quiero decir, no está para nada reñida. Es decir, el Señor eligió desde el principio a Abraham, después eligió al Pueblo de Israel, después eligió a los Doce, nosotros hemos sido elegidos para ser cristianos.

A mi la frase más importante del catecismo me parece la primera de todas: “Soy cristiano por la Gracia de Dios”. Y si apenas la pensamos un poquito, nos damos cuenta de que no hay ningún mérito por nuestra parte en el hecho de ser cristianos. Por qué Señor yo he tenido la suerte, la gracia de conocerte a Ti, de poder vivir de una manera en la que sé que nunca estoy solo, el vivir de una manera en la que yo sé que Tú me sostienes y me acompañas y me fortaleces, y me permites afrontar las circunstancias de la vida, y hasta la misma muerte, con una mirada traspasada por el don de la fe, y les has privado de ese don a tantos millones de personas que no te conocen. Mi certeza es que no hay ninguno, ni una sola persona de esos millones de personas que se vean privados de todos los bienes que la Gracia de Dios contiene y que el Señor no les va a dejar perdidos a ninguno. Esperamos en la salvación de todos los hombres y Cristo ha dado Su Vida y ha derramado Su Sangre por todos los hombres.

De hecho, la Gracia de Dios no es un tranquilizante. La Gracia de Dios es un estímulo y a lo sumo una responsabilidad. Precisamente porque hemos recibido tanto, se nos puede pedir más que a quien no conoce al Señor; se nos puede pedir justamente que qué hemos hecho del regalo que el Señor ha puesto en nuestras manos, que cómo lo hemos dejado perderse, o malgastarse o deteriorarse.

Que sepamos dar gracias. Que sepamos transmitir que Dios ama a todos los hombres. Su amor por nosotros no le deja a nadie abandonado. Desde luego, no al pecador; que el Señor habló de la oveja perdida y del cariño especial que tenía a la oveja perdida. Pero también a quien no ha conocido al Señor. Todos recibirán. Y recibirán, lo sabemos, porque el amor de Dios es infinito. Y por mucho amor que nos dé a nosotros no disminuye, ni se queda para los demás. Y algunos de esos también lo dijo el Señor: los pecados, los publicanos y las prostitutas os van a preceder en el Reino de los cielos. Pues, claro que sí.

Que nosotros no dejemos que se pierda el regalo que el Señor nos ha hecho. Que podamos dar testimonio de ese regalo. Que otros lo puedan encontrar, no porque corra peligro su salvación eterna, sino porque puedan vivir esta vida con la alegría que el Señor nos da, el vivirla nosotros. Y que nosotros podamos compartirla con todo aquél que quiera acercarse a nosotros y desee compartirla.

No tengo necesidad de decir que esta Misa y estos días los vamos a ofrecer por todos los que sufren de una manera especial por el coronavirus, y que sufren a lo mejor circunstancias especialmente difíciles cuando tienen que estar en una casa pequeña, un apartamento pequeño, cuando no saben qué hacer con sus hijos si tienen que ir al trabajo y los tienen que dejar solos, tantas circunstancias complejas y difíciles que sería muy premioso el repetir, pero que todos conocemos, muchas y nos imaginamos con toda tranquilidad. Que el Señor pueda sostener a todos.

Que no temáis hermanos, que el Señor está con nosotros. Es una oportunidad lo que el Señor nos da en estos días para aprender un montón de cosas que tenemos la posibilidad y seguramente la necesidad de aprender. Una de ellas la paciencia. La paciencia con nosotros mismos. Con que se nos van a ir los nervios, con que el tiempo pasa y estamos tan acostumbrados a correr, a hacer mil cosas cada día y de repente descubrimos que no tenemos nada que hacer, nada más que estar en Presencia del Señor, esperar, orar, acogerLe, acoger Su Gracia, dejarnos querer por Él, saborear el amor del Señor y tener paciencia unos con otros. Va a ser una de las cosas más necesarias en este tiempo, que no serán 15 días, va a ser bastante más largo. Por lo tanto, vamos a prepararnos a vivirlo.

Hoy Le pedimos al Señor la paciencia. Otro día le vamos a pedir otras cosas. La paciencia es una de las cosas que más necesitamos en este tiempo y nos ayuda a saber que Él está con nosotros. Que no estamos solos. Siempre que nos sentimos solos en la vida, la vida se hace como una losa pesadísima y no estamos solos. Gracias a Dios no estamos solos. Podemos llevar esto y lo que el Señor quiera que llevemos, con paz y con paciencia. Paciencia viene de paz y, al revés, paz viene de paciencia. Se tiene paz cuando el Señor le da a uno el don de la paciencia. Y la paciencia al mismo tiempo nos hace posible vivir en paz.

+ Javier Martínez

Arzobispo de Granada

16 de marzo de 2020

Iglesia parroquial Sagrario-Catedral (Granada)

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