«No hay nada que temer. Está el Señor»

Extractos de la homilía en la Eucaristía en el Día de la Iglesia Diocesana, celebrada el 17 de noviembre en la S.I Catedral de Granada.

(…) Ser cristiano es ser miembro de la Iglesia. No es adherirse a unos principios abstractos de pensamientos, o ideas, o a principios morales abstractos, o a creencias; sino que ser cristianos es formar parte de una red de relaciones de amistad, y más: ser miembros del Cuerpo de Cristo. Como decía San Pablo: ser miembros los unos de los otros. (…)

Ser cristiano no es adherirse a ciertos pensamientos (…), es adherirse a una historia, es participar de una historia viva, es adherirse a unas personas, a una familia, es formar parte de una red de relaciones humanas, que son relaciones humanas de amistad, de amor; más todavía, son relaciones humanas que tienen como analogía el modo como se comportan los miembros del cuerpo. Es verdad que son diferentes y tienen misiones distintas, pero todos están al servicio del cuerpo, y ése cuerpo es la Iglesia. Y quien la habita –el yo de la Iglesia- no es el yo de ninguno de nosotros, ni es el yo como en las asociaciones humanas de la suma de todos nosotros, o del consenso y del equilibrio entre nuestra manera de pensar. El yo de ese cuerpo es el yo de Cristo que se nos da. (…)

La Iglesia diocesana es, en torno a un sucesor de los apóstoles, el lugar donde se realiza enteramente el misterio de la Iglesia. Con vocaciones distintas, con carismas, distintos, con historias y grupos y comunidades distintas. En la Iglesia diocesana se hace presente en el mundo todo el misterio de Cristo y todo el misterio de la Iglesia de Dios, en torno a un pobre sucesor de los apóstoles. (…)

Las persecuciones en la Iglesia, las dificultades en la Iglesia no son para que nos lamentemos; son para dar gracias a Dios. (…). Estamos ciertos de estar en el camino en el que el Señor nos pone. (…)

No tenemos nada que temer, porque la fuerza de Dios está con nosotros, no para que triunfemos nosotros, sino para que triunfe su Amor. Y tengo tal experiencia tantas veces de que cosas que son males el Señor sabe sacar, en virtud de un poder que sabemos no es nuestro, que no responde a nuestros cálculos y medidas, pero es tal la evidencia de que el Señor sepa transformar el mal en bien. (…)

No hay nada que temer. Está el Señor. Lo importante es que triunfe su Amor. Es decir, que las persecuciones son una ocasión de que aparezca en la Iglesia el amor a todo ser humano, a toda persona humana. Sacramento primero, imagen primera del Señor: el ser humano, la persona humana (…) desde el momento de su concepción hasta su muerte natural.

Si somos del Señor, la vida está marcada por la alegría, por el gozo pleno y verdadero, el que nos da saber el Amor de Dios, que es fiel, para siempre, eterno, con una fidelidad eterna: Dios no nos abandona jamás. Y la Virgen es Nuestra Madre, intercede constantemente por nosotros: es Auxilio de los cristianos. (…)

«Esa alegría de ser hijos de Dios, nadie de este mundo tiene el poder, ni la capacidad de arrebatárnosla, porque nadie tiene el poder de arrebatarnos el amor con el que somos amados.

+ Javier Martínez

Arzobispo de Granada

17 de noviembre de 2013, S. I Catedral

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