Mensaje en la Navidad del año 2024

Un cordial saludo, queridos amigos:

Quiero acercarme a vosotros y robar un poquito de vuestro tiempo para desearos una feliz y santa Navidad. Y lo mejor, en el año que va a comenzar, el 2025, que para los cristianos es un año jubilar, bajo el lema “Peregrinos de Esperanza”.

Estamos ya en la Navidad. La Navidad, que es esa fiesta entrañable que solemos celebrar en familia y que echamos de menos a la gente que ha convivido con nosotros otros años, especialmente a nuestros familiares y amigos.

Echar de menos es una forma de cariño, es sentir su ausencia. Pero sabemos que el motivo profundo de la Navidad, y es lo que quiero insistir, es que Dios está con nosotros. Ese saludo de la gente que hemos ido perdiendo, “quedaos con Dios, vaya usted con Dios, Dios os guarde”, pues es una realidad. El Señor está con vosotros, el Señor está con nosotros.

Ese es el motivo de la alegría cristiana y lógicamente de la Navidad, donde celebramos el Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, el Emmanuel, Dios con nosotros. Eso significa ese nombre. Ese Dios con nosotros que ha tomado nuestra condición humana, que se ha hecho igual a nosotros, excepto en el pecado. Que aparece inerme como un niño, pero que es el Redentor, es el Salvador que ha asumido nuestra naturaleza, para que seamos mejores, para que nuestro mundo cambie, para endiosarnos, en definitiva.

Y ese es el motivo de nuestra alegría. San Pablo, en la Carta a los Filipenses, lo escuchábamos hace unos domingos, les decía: “Estad alegres en el Señor”. Os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca. Ese es el motivo. Y es el motivo que también quiero transmitirle, la alegría cristiana.

El Papa Francisco dice que nos han robado la alegría a los cristianos, y es verdad. A veces, la alegría desaparece. Vamos como pidiendo el pésame por ser cristianos. Nos agobian los problemas. Vamos en esta Navidad a hacer un paréntesis. Que sea una fiesta de alegría, pero una fiesta de alegría basada en la esperanza.

Y podréis decir, pero cómo nos habla usted de esperanza, como está el patio, cómo está nuestro mundo. Sobre todo, cómo le hablamos de esperanza a los que han sufrido y siguen sufriendo los efectos de la DANA. Nuestros queridos amigos de Valencia y de otras partes de España, que han perdido sus seres queridos, que han perdido sus puestos de trabajo, sus lugares de empleo, que han perdido sus cosas. ¿Cómo podemos hablarle de esperanza a los enfermos, a los que tienen tanto revés en la vida o viven en la pobreza, en la desigualdad? ¿Cómo hablarles de esperanza a los que están deprimidos? Parece algo que incluso puede insultar, pero no.

Cuando hablamos de esperanza, no es simplemente el optimismo de que se nos arreglen las cosas. No es que no tengamos problemas. Como seres humanos, los vamos a tener siempre. Hablar de esperanza es poner nuestra confianza en Dios. Poner nuestra confianza en que el Señor está con nosotros, que Dios no se ha alejado.

Y ese es el gran mensaje de la Navidad. A pesar de que estemos adornados con tantas cosas externas. Que Dios nos quiere, que Él es el que está a nuestro lado y nos ayuda. Cuando tenemos esta confianza, que no es ilusión, sino que está arraigada en que Dios opera y lo vemos en tantos momentos de nuestra vida, adquirimos esa alegría interior que no solo es mover unos músculos de la cara. Esa alegría que no se pasa y que no deja resaca, esa alegría profunda.

Vamos a pensar en esta Navidad, en pedir al Señor que esté en nuestro corazón por la vida de la gracia. Que esté con nosotros también en nuestras familias. Que sean momentos de unidad, de concordia, de olvidar rencillas pasadas, que sean también momentos de paz para nuestro mundo. A poco que abramos los ojos, vemos a nuestro alrededor tanta necesidad.

Y la Navidad es un tiempo para ponernos a abrir el gran angular de nuestro corazón y mirar tantas necesidades y a los pobres de al lado. Y mirar también a los pobres del mundo, a los inmigrantes que andan buscando una vida mejor en lugares lejanos y que tienen tantos impedimentos.

Que pensemos en los escenarios de guerra en Ucrania, en Gaza, en Israel y ahora en Siria, o en tantos lugares desconocidos donde los derechos humanos son pisoteados.

Pensemos en tantas necesidades del mundo y vivamos desde esa esperanza una solidaridad más profunda, un corazón más abierto. Que nuestro cariño, nuestra caridad que se hace cariño en estos días para hacernos como más niños, no termine el 7 de enero, sino que se prolongue a lo largo de todo el año.

Pidámosle al Señor que nos dé esa paz a nosotros, a nuestro mundo y a nuestra sociedad, a nuestro país, para que no estemos tan crispados, tan polarizados. Consideremos a los demás como compañeros de destino en esta empresa común del bien de nuestra nación, de nuestra ciudad. Y pensemos también el año que viene en ser como nos pide el Papa en el Año Jubilar, Peregrinos de Esperanza. Ojalá sea un año de esperanza en el que cumplimos el 2025 aniversario del Nacimiento de Jesucristo, que divide la historia y que nos ha cambiado la vida. Él es nuestra esperanza.

Que María, la Santísima Virgen, para nosotros Nuestra Señora de las Angustias, que nos ha dado la mayor alegría al pueblo cristiano, se dirige a Ella diciéndole “Causa de nuestra alegría”. Nos ha dado la mayor alegría, Cristo. Ella es “vida, dulzura y esperanza nuestra”. Nos cuida y nos protege en el año que va a comenzar y nos dé siempre esa paz, esa concordia que tanto necesitamos.

Esa esperanza en este peregrinar por la historia, por nuestra vida de cada uno de nosotros y como sociedad y como pueblo.

¡Feliz Navidad! ¡Feliz Año Nuevo!

+ José María Gil Tamayo

Arzobispo de Granada

Diciembre, 2024

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