María nos acompaña en todas las circunstancias de la vida

Alocución del Arzobispo de Granada con la que ha dado inicio la Ofrenda floral a la Patrona de Granada, en la que recordó a las millones de personas desplazadas que sufren la guerra y violencia, e invitó a rezar por el «don divino que es la paz» y que está seriamente amenazada.

Muy querido pueblo cristiano de Granada:

Nos concede a todos el Señor el reunirnos aquí, ante la Imagen de nuestra Virgen y en la fachada de su basílica, con vuestras flores y vuestro amor a la Virgen. También nuestras necesidades, las necesidades de que la Virgen nos acompañe y nos sostenga en el camino de la vida, en las dificultades que para cada uno de nosotros tiene ese camino. En él nunca estamos solos porque siempre la Madre de Jesús es, al mismo tiempo, nuestra madre. Él nos la entregó en la cruz y nosotros la acogemos como madre. Sabemos que Ella nos acompaña en todas las circunstancias, mejores o peores, de la vida.

Yo os invito, hoy especialmente (vivimos en un mundo particularmente convulso y en una paz seriamente amenazada, si no es que realmente estamos en un mundo en guerra, en realidad), que podamos poner el sufrimiento de tantos millones de personas desplazadas por la violencia, por el odio, por la guerra, que se los podamos poner a los pies de la Virgen, también suplicando para todos los pueblos del mundo –especialmente para aquellos que sufren el azote de la guerra-, la súplica de ese don divino (porque los hombres no sabemos hacerlo, obviamente) que es la paz, y que sin embargo, tanto, tantísimo, necesitamos todos.

Bienvenidos todos y que la Virgen acoja vuestras flores (seguro) y vuestras súplicas.

Rezamos todos juntos una Salve a la Virgen, con esa intención de la paz y con todas las otras intenciones que cada uno llevamos en el corazón.

Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia,

Vida y dulzura, esperanza nuestra,

Dios te Salve.

A Ti llamamos los desterrados, Hijos de Eva.

A Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, Abogada nuestra.

Vuelve a nosotros, esos tus ojos misericordiosos.

Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

Oh, Clementísima.

Oh, piadosa.

Oh, dulce, siempre Virgen María.

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,

Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

Que tengáis todos una tarde preciosa. Aprovecho también para saludar a todas aquellas autoridades que no he tenido la ocasión de saludar personalmente. Bienvenidos aquí. Gracias por acompañarnos.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

15 de septiembre de 2015
Basílica de Nuestra Señora de las Angustias

Contenido relacionado

Enlaces de interés