“La vida no termina con la muerte para un cristiano”

Homilía en la Eucaristía del VII Domingo del Tiempo Pascual de manos del arzobispo Mons. José María Gil Tamayo, celebrada en la S.A.I Catedral el 1 de junio de 2025.

Queridos sacerdotes concelebrantes,

Querido diácono,

Queridos catecúmenos que os vais a bautizar,

Queridos padrinos, familiares, amigos,

Queridos hermanos y hermanas,

Hoy es un día alegre de alegría especial para la Iglesia de Granada por vuestra incorporación a Cristo. Habéis entrado como simples personas humanas, con toda la grandeza que eso supone. Hechos a imagen y semejanza de Dios, con una dignidad inigualable.

Pero, queridos hermanos y hermanas, vais a salir como hijos e hijas de Dios. Y lo vais a hacer en esta solemnidad en que la Iglesia celebra la Ascensión del Señor a los cielos. Como hemos escuchado en la Palabra de Dios, primero el relato de los Hechos de los Apóstoles y después el Evangelio, es el mismo el autor de ambos, el evangelista Lucas, nos ha resumido el final del tiempo de Jesús en la tierra desde su resurrección, en su ascensión a los cielos, que nos ha hablado de las instrucciones que dan los apóstoles.

Y al mismo tiempo les recuerda que les ha hablado, que les enviará el Espíritu Santo. Entre esas instrucciones, queridos hermanos y hermanas, está la de ser testigos del Evangelio, ese id y enseñad a todas las gentes cuanto yo os he mandado, y bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Y eso es lo que vamos a hacer con vosotros, queridos catecúmenos, cumpliendo el mandato de Jesús de llevar su salvación a todos.

Dios tiene su momento en la historia y en la historia personal de cada uno para visitarnos, para mostrárselo en nuestra vida. La inmensa mayoría de nosotros hemos recibido el bautismo en medio de una comunidad cristiana, de una familia cristiana, de pequeños, de niños. Después hemos ido creciendo y a la par que aprendíamos las destrezas humanas y la cultura y la enseñanza para habilitarnos para ser hombres y mujeres de provecho, hemos ido recibiendo una educación en la fe.

Vosotros, por los derroteros de la vida de cada uno y de cada una de vosotros habéis confluido en vuestra parroquia, en vuestro lugar y en comunidad cristiana. Desde Pastoral Universitaria, desde el Santuario del Perpetuo Socorro, de vuestras parroquia de San Ildefonso, de Calahonda. De todas y cada uno, también de Zafarraya. Todas y cada una de vuestras parroquias. Perdonadme si no me acuerdo de todas.

Y ahí os habéis encontrado con el Señor y con una comunidad cristiana, con alguien que os ha hablado en el nombre del Señor Jesús y os ha mostrado el camino cristiano y con libertad, que en castellano sabe unir esa palabra, esa única palabra de querer, de cariño y de querer de libertad.

Quiero porque quiero. Habéis mostrado vuestra adhesión en Jesucristo y vais a entrar a formar parte de su cuerpo. Y ante esta realidad maravillosa que hoy celebramos, en que la Iglesia mira a Jesucristo ascendido a los cielos, como hemos escuchado en el Evangelio también. Jesús está en los cielos, pero la Iglesia lo mira ya como presente. Allí, que está nuestra cabeza, estamos también llamados nosotros un día a participar de esa gloria. Donde está nuestra cabeza, que es Cristo, la cabeza de este Cuerpo, que es la Iglesia del que vais a entrar a formar parte y del que ya formamos parte por el Bautismo todos los cristianos. Vosotros sois el Cuerpo de Cristo, dice San Pablo. Un día nosotros también, si vivimos conforme al Evangelio, si vivimos siguiendo a Jesucristo, participaremos de su gloria.

Por eso, hemos escuchado en la segunda lectura del texto de San Pablo a los Efesios, a esa comunidad cristiana primitiva, donde se nos ha dicho que el Padre de la gloria, el Dios de nuestro Señor Jesucristo, nos dé espíritu de revelación para conocerlo e ilumine los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama. Cuál las riquezas de gloria que da a sus santos en el cielo.

A esa esperanza con mayúscula, estamos llamados. La vida no termina con la muerte para un cristiano. Esa realidad última a la que ya nos antecede Cristo victorioso, vencedor del pecado y de la muerte. Ahí nosotros un día llegaremos si sabemos vivir conforme al mandato de Jesús, que se resume en el amor a Dios y en el amor al prójimo como distintivo de nuestra pertenencia a Él.

Queridos amigos, hoy Dios os va hacer el gran regalo de vuestra vida. Es lo más importante. San Agustín decía: Yo con vosotros soy cristiano y este es el título de mi gloria, de mi dignidad. Yo para vosotros soy obispo y esta es mi carga. Lo más importante que ha podido pasarnos, a vosotros, a mí, a todos los cristianos, es haber recibido el Bautismo.

Nos ha cambiado, nos ha conformado con Cristo. Y ahora lo que se trata es que viváis coherentemente, todos tenemos que hacerlo. Es verdad que no somos perfectos. Es verdad que todavía tenemos en nosotros muchas cosas que dejan que desear. Es verdad que vamos por delante con nuestras buenas intenciones y no nos acompañan nuestras obras.

Pero lo importante es que os unáis a Cristo, que Él se va a unir a vosotros sacramentalmente. Como miembros suyos, trabajad y anunciarlo. Habéis dado un paso de valentía en medio de esta sociedad descreída. Habéis dado un paso, incluso os jugáis muchas cosas. Algunos, algunas de vosotros se juega mucho. Mucho por dar este paso de ser cristiano. Y nos recuerda a los demás que tenemos que salir de un cristianismo blandengue, de mero ir tirando, para mostrar con valentía nuestra fe y nuestra adhesión a Cristo.

Sin radicalismos, pero sí con radicalidad. La radicalidad de vivir el Evangelio, de tomarnos en serio a Dios. Hoy la Iglesia mira a Cristo en los cielos. Mira a Cristo como Señor de la historia, mira a Cristo como cabeza de la Iglesia, mira a Cristo pero al mismo tiempo se mira a sí misma para llegar un día a esa meta a la que Él está.

Pero también, ¿qué hacéis mirando el cielo, varones galileos? También, para que miremos a nuestro alrededor, en la Tierra, haciendo un mundo más justo, más conforme al plan de Dios. Más conforme al Evangelio de Jesús. Para que transformemos este mundo y hagamos ciertamente un cielo. Un cielo donde estén presentes los valores del Evangelio de las Bienaventuranzas, para que dejen de ser una utopía irrealizable y sea realidad, como lo es en los santos. En tantos y tantas personas buenas.

Queridos hermanos, es grande el compromiso al que se os llama. Es grande el don que se da. Pero no olvidéis que Dios no os va a dejar. Él está dentro de nosotros. Y vivir con esta Esperanza con mayúscula, así la vida tendrá otro sentido, otro color. El don de la fe nos hace mirar el mundo, mirarnos a nosotros y mirar a Dios de otra manera.

Que oréis con confianza, pues es vuestro Padre el que os oye. Que améis con un amor desinteresado, pues son hermanos a quienes os dirigís. Que viváis, en definitiva, esos valores que no pasa y que busquéis los bienes de allá arriba, transformando al mismo tiempo en nuestro mundo. Y hoy, como os decía, es también la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

Nuestra sociedad viene calificada por ser la sociedad de la información. Hay tanta información… Todos tenemos un móvil. Cuando ves gente sentada o va gente por la calle, va con el móvil a todas partes. Infinidad, la información que nos llega. Pero nos puede pasar, como decía Elio, ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido con la información?

Tenemos mucha información, pero ¿somos mejores? Tenemos mucha información, mucho conocimiento, pero hay una sabiduría que nos lleva a entender la vida como nuestros mayores. Sabemos escuchar al otro y tener tiempo. Aparte de las pantallas para aprender y escuchar en la vida de familia, en la vida social, a quien está a nuestro lado. Vivimos de noticias constantemente, esas noticias que son necesarias y esa información para ejercer la libertad, la democracia en la libertad y tomar decisiones ponderadas que nos lleven como comunidad a una vida participativa en la vida social y política.

Pero, ¿sabemos distinguir el bien del mal, la verdad del error? Pues la Iglesia nos pide que seamos gente con mansedumbre, que la comunicación y la información no polarice, no enfrente a las personas unos a otros y que la mentira sea desechada.

Vamos a tener esta intención también y pedir por los profesionales de la comunicación, para que sea la verdad y el respeto lo que brille.

Vamos a proseguir esta celebración en este día de alegría y vamos a pedirle a la Virgen, que ya están los cielos en cuerpo y alma. Ella ya participa plenamente de la Resurrección de Cristo por su Asunción, pero no se ha olvidado de sus hijos que todavía peregrinan. Como nos dice el Concilio, pues que ella os cuide y os proteja.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada
1 de junio de 2025
S.A.I Catedral de Granada

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