Homilía de D. Javier Martínez, en la Eucaristía de inicio de curso con la Real Federación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de Granada.
Muy queridos hermanos sacerdotes y diácono;
muy queridos presidente y miembros de la Federación;
Hermanos Mayores;
amigos todos:
Celebramos hoy en esta Catedral, el comienzo de curso del año cofrade. Lleváis dos meses trabajando, por lo tanto, comienzo de curso relativamente. Me permitís que hable como un hermano vuestro y con la confianza que ya tenemos. Esta homilía no es una alocución formal. Muchas cosas han sucedido ya en septiembre y en octubre que tenéis puestas en marcha, pues luego ya enseguida empiezan las Navidades, pasan volando, y el día 7 de enero hay que estar ya con el tren en velocidad de crucero, por así decir, para la Semana Santa. Pero nos da el Señor este momento de gracia, que es la celebración de la Eucaristía, de hacerlo juntos.
Cuando pensaba en esta celebración decía “Señor, Tú nos das el tiempo de la vida, igual que nos das el espacio, igual que nos das nuestro cuerpo, todo es un don Tuyo, y el tiempo nos lo das para crecer, para crecer en nuestra vida, para crecer como personas”. Y crecer como personas significa crecer en aquellas cosas que son propias, únicas del ser humano, que son aquellas que nos hacen imagen de Dios. Crecer en el uso de razón –todos tenemos razón pero el uso de razón es el uso de la inteligencia aplicándolo a la vida–, aprender a vivir, aprender a convivir unos con otros. El Señor apela constantemente en el Evangelio a la inteligencia y una de las cosas para las que más apela es decir “quién de vosotros que se encuentra un tesoro en un campo, vende lo que tiene y compra el campo”. Eso es hablar a nuestra inteligencia. Es decir “buscad lo que es importante en la vida”. Yo señalaba el uso de razón. Puedo señalar también, y también forma parte de la imagen de Dios, el crecimiento en nuestra libertad, en el uso bueno de la libertad. Igual que hay un uso malo de la razón –se puede usar la razón para fabricar bombas o cócteles molotov, o para manipular a otros seres humanos; se puede usar la inteligencia mal, para hacer daño–, también se puede usar mal la libertad. La libertad mal usada tiene un efecto boomerang terrible. La libertad mal usada se vuelve siempre contra nosotros y nos destruye a nosotros al mismo tiempo que destruye a otros. Y la otra cosa en la que somos imagen de Dios es el afecto. Decía Santo Tomás que es aquello que nos pega a la belleza de las cosas y de la realidad, y a la belleza de Dios. Nuestro corazón, igual que está hecha la inteligencia para la verdad y la voluntad para un ejercicio sano que ayude a la libertad, el afecto está hecho para un reconocimiento de la verdadera belleza y para dejarse atraer por ella. Crecer como personas es crecer en estas tres cosas en las que participamos en nuestro ser, de ser imagen de Dios.
Crecer en nuestra humanidad es lo mismo que crecer en la vida cristiana. El santo no es un añadido al ser humano, una especie de “capirote” (puedo usar esa imagen), porque no siempre vamos en el capirote, en la estación de penitencia, o vamos vestidos con el hábito de la hermandad en la estación de penitencia. El ser cristiano no es ni un hábito en ese sentido, que se pone uno en ciertos momentos. El ser cristiano y el ser humano coinciden. Jesucristo, si ha derramado Su Sangre por nosotros, y es lo que celebramos con más énfasis en nuestro año cofrade en la Semana Santa, es para que nosotros podamos vivir en la libertad gloriosa de los hijos de Dios, para que nosotros podamos vivir en el amor, para que nosotros podamos vivir con más sabiduría. A lo mejor saber más cosas no es necesariamente ser más inteligente. Uno puede ser un físico atómico maravilloso o un químico subatómico y ser un miserable como ser humano, un pobre ser humano, un pobre desgraciado. En cambio, lo que nos da la redención de Jesucristo es nuestra humanidad íntegra, la posibilidad de vivir esa humanidad bien, mejor, cada día mejor, hasta el día que nos encontremos con el Señor y el encuentro con la Gloria de Su Belleza nos haga sencillamente ensanchar el corazón a las dimensiones de Su Vida, de Su propia Vida y de Su propia eternidad.
El tiempo se nos da para crecer en nuestra humanidad y, para quienes hemos conocido a Jesucristo, crecer en nuestra vida cristiana es exactamente lo mismo que crecer en nuestra humanidad. Y el trabajo en una hermandad, que al fin y al cabo es una realización de la Iglesia, en torno a una imagen, pero un misterio de la comunión de los santos, una comunidad en la vida nueva que Cristo nos ha transmitido, es un lugar para crecer en esas cosas; exige sabiduría el que una hermandad sea una hermandad, exige sabiduría, -quienes estáis aquí sois hermanos mayores o miembros del equipo de gobierno de hermandades- guiar, acompañar, estar cerca de una comunidad humana siempre; y exige la libertad, la libertad de ejercer el mando y de ejercer ese mando que es un servicio. A mí me sorprende mucho porque yo creo que hay muchas cosas muy bellas que analizar en la vida de las hermandades de las que uno puede aprender muchas cosas sobre lo que es una sociedad, sobre cómo puede ser una sociedad buena. ¿Os imagináis una estación de penitencia en la que no hubiese autoridad? ¿Cuánto creéis que duraría? ¿Qué sucedería? Sería un caos inmediatamente, ¿no? Pero, ¿por qué esa autoridad puede ser mal usada? Todas las autoridades pueden ser mal usada, la de un obispo también, la de un un sumo pontífice lo puede ser, pero no está ligado eso al don de la infalibilidad, para nada.
Pero, la verdadera autoridad es servicio. Y lo normal es en una cofradía que está viviendo un momento sano de la vida, no especialmente problemático. De lo que se trata es de que la estación de penitencia y la vida de la cofradía sea lo mejor posible, y todos os esforzáis y hacéis un montón de sacrificios porque la estación de penitencia sea lo mejor posible, mejor que el año pasado. Cosas que no salieron bien el año pasado, cosas a las que no pudimos llegar, cosas en las que no habíamos caído en la cuenta, que salgan mejor. Y la autoridad sirve a eso y la autoridad escucha. Ese es un buen ejercicio de la libertad. La verdad es que las tres cosas: la sabiduría, el buen uso de la libertad y de la voluntad, el afecto… El afecto mutuo. La hermandad es un lugar de afecto, sin duda ninguna. Justo porque es una realización de la Iglesia tiene que ser un lugar de amor y de afecto mutuo. Ayudar a crecer ese afecto en la ayuda mutua humana: una familia que pasa por una dificultad especial, un hermano que está sufriendo por las razones que sea… que pueda sentir vuestro calor, que pueda sentir que estáis cerca, que pueda sentir que quienes están fuera se acerquen también por la belleza de nuestras vidas, no sólo por la belleza de la estación. Si Dios, igual que es la Suma Verdad, es la Suma Belleza. A mi me irrita más bien cuando se separa la verdad, del bien, de la belleza. Bendita Belleza. Y ojalá crezcamos en ella y en expresarla. Pero no hay belleza tan grande como la belleza de nuestras vidas. No hay belleza que resulte tan atractiva para un mundo (no necesito describir el mundo en el que estamos porque todos sois muy conscientes de la inestabilidad de este mundo, y no me refiero sólo a España ni a situaciones concretas, sino que es que es un mundo inestable; es que es una inestabilidad como hemos conocido pocas veces en el periodo de mi vida, da la impresión como si el mundo entero estuviera un poco en un equilibrio inestable). Qué nos da el Señor este año. Pues, un año justamente para crecer en nuestra vida humana, acogiendo a Cristo, como decía Juan Pablo II. Acoged. “Abrid las puertas a Cristo”. Abriendo las puertas de nuestras vidas, de nuestras familias, de nuestras hermandades, de nuestras comunidades parroquiales, de la Iglesia… Abriendo las puertas a Cristo, Cristo nos hará crecer en nuestra vida humana de una manera bonita, que resulte atractiva para quienes nos ven. Como resulta atractiva la música o el paso de una bella estación de penitencia, que resulte atractivo el estar con nosotros, que resulta atractiva nuestra vida de hermandad.
Muchas veces se os dice, yo sé que lo decimos mucho los pastores y yo voy a usar una palabra que me resisto mucho a usar: necesitamos formación. Vosotros mismos lo decís, pero como somos herederos de una tradición del siglo XIX donde la formación eran discursos, clases magistrales, normalmente pensamos que la formación son cursos. El Señor no le pidió a la Magdalena, no le pidió a San Pedro que tuviera un máster en teología, perdonadme. No, lo que les pidió es que tuvieran fe. Entonces, formarse puede entenderse como aprender más cosas, y para eso está wikipedia, y tenemos otros muchos medios, y aprendemos muchas cosas. Pero, ¿qué es formarse? Pues, a mí me gusta cada vez más la comparación de cómo se forma el feto en el seno de la madre: crece, crece, se desarrolla, va creciendo… Formarse es eso. Formarse no es saber más cosas, no es aprender más. A lo mejor tenemos necesidad también de aprender. Pues aprendemos, claro. Lo que sabemos es porque lo hemos aprendido. Pero formarse es, sobre todo, crecer, y si en lo que crecemos es sobre todo en nuestra vida…
El seno de nuestra madre es la Iglesia. Que el Señor nos conceda la gracia de crecer en ese seno, mostrando la humanidad bonita, la humanidad buena, la humanidad verdadera que nace del encuentro con Jesucristo y de la vida de una hermandad en el seno de la Iglesia. Eso, a mí me parece algo tan precioso y una misión tan bella en el mundo en el que estamos, que es bueno. Y yo creo que nace en el corazón de todos pedir al Señor esa gracia para cada uno de vosotros, para vuestras hermandades. Y que podamos, al final del año, darle gracias con más gusto. Gracias por este año. Igual que hemos concedido dorar esta parte del trono que estaba sin dorar, pues hemos conseguido crecer en la belleza y la verdad de nuestra vida de hermandad.
Y eso seguro que es para vosotros la satisfacción más grande que os lleváis a final de curso. Vamos a poner el lunes de Pascua; que el lunes de Pascua podáis dar gracias con todo vuestro corazón porque ha sido un curso bueno, en este sentido. Así os lo deseo yo con toda mi alma y ahí sabéis que para este crecimiento me tenéis totalmente a vuestra disposición lo mejor que yo sepa y pueda, dentro de mis limitaciones.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
24 de octubre de 2019
S.I Catedral de Granada