La ocasión de recordar los motivos de nuestra esperanza

Homilía en la Eucaristía dedicada a la Madre Trinidad Carreras, fundadora de las Religiosas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios, celebrada en la parroquia de la Encarnación de Monachil, su tierra natal, donde el 4 de octubre se celebró un homenaje con la bendición de su estatua y la presentación del libro «Tras los pasos de Madre Trinidad».

Queridísima Iglesia de Dios, Esposa de Nuestro Señor Jesucristo,

muy queridos sacerdotes concelebrantes,

queridas hermanas,

queridas autoridades municipales,

queridos todos:

Es un gozo precioso el poder celebrar, y justamente en el día de San Francisco, este homenaje a la Madre Trinidad. Sorprende hasta qué punto las lecturas eran adecuadas para el momento que vivís y al que todos nosotros nos unimos deseosos de aprender del Misterio de Dios y de los designios de Dios.

Una de las claves de la vida de San Francisco fue, probablemente, el hecho de que él intuyó que la Iglesia corría un peligro enorme. Estamos a final de la Edad Media, siglo XIII, ahí coincide casi el culmen de la Edad Media con el comienzo… Pero en Italia estaba -dicen los estudiosos más recientes, incluso de la historia económica del mundo- en el siglo XIII comenzando a nacer, a la sombra de un espléndido florecimiento de vida cristiana, el capitalismo moderno. Y la primera visión que le hace intuir a San Francisco su misión es que él ve una iglesia que se cae y él pensaba que había que reconstruirla, que se estaba refiriendo a una iglesia física. Y sin embargo, los biógrafos de San Francisco y los analistas de su vida descubren cada vez más que lo que él intuía es, precisamente, que la Iglesia entraba en un mundo lleno de peligros y que podía, si se acomodaba a ese mundo, dejar de hacer esa función fecundadora que la Iglesia tiene y ha tenido desde el comienzo, y sigue teniendo hoy.

En un sentido diferente, quizás nosotros, y vuelvo a tomar palabras de historiadores incluso no creyentes y no cristianos, estamos hoy justo al final de la parábola de la modernidad y San Francisco estaba al principio, al principio de los principios de los principios, quizá la primera intuición de que asomaba un mundo nuevo. Pues nosotros estamos como al final.

Hay pensadores que creen que estamos en un mundo en ruinas y quizás no les falta razón. La cultura que en la Revolución Francesa y en la Revolución Americana, con banderas desplegadas, proponía –diríamos- la llegada de la felicidad y de la paz eterna, por citar la obra de un libro de los más importantes de ese momento. La paz eterna, Dios mío, y luego vino la guerra franco-alemana, luego vino la Primera Guerra Mundial, luego vino toda la tragedia del nazismo y del comunismo en los países del Este y en Asia, y luego la Segunda Guerra Mundial, la tragedia de las bombas atómicas y la Guerra Fría, y dices ‘Dios mío’; es muy verosímil pensar que estamos en un mundo que se cae. En medio de ese mundo una mujer sencilla y muchas otras. El Señor no deja de hacer su obra buena, su obra buena para nosotros y su obra buena para los hombres.

Seguro que a todos os ha llamado la atención un poquito la danza angoleña del momento de la entronización, de la entrada en el santuario, en el presbiterio, de la Palabra de Dios. Y nosotros europeos que vivimos además en un rincón del mundo y estamos acostumbrados a verlo todo con el catalejo de los medios de comunicación, tenemos a lo mejor la impresión de que el cristianismo vive un momento de implosión. Y es verdad que en nuestras tierras lo vive, no vamos a cerrar los ojos, no tenemos por qué cerrarlos a nada. Pero si yo os dijera que un sociólogo no cristiano, también especialista en el mundo del Pacífico y de Asia y también en el mundo africano, en el año 2001 decía, por ejemplo, cosas que a los europeos no se nos ocurren: que China, salvo que hubiese una catástrofe mundial, para el año 50 del siglo en el que estamos, es decir, a 35 años de ahora, podría ser el segundo país cristiano del mundo, no en proporción pero sí en números absolutos.

(…)

Es verdad que hay un mundo que muere, es verdad, probablemente, que hay una Iglesia que por estar muy abrazada a ese mundo puede morir con ese mundo, pero no es verdad que la Iglesia corra peligro. No es verdad que la Iglesia en el mundo esté viviendo una implosión, absolutamente no, y vosotras nos dais la ocasión de recordar estos motivos, motivos carnales, tangibles, visibles, humanos de nuestra esperanza.

(…)

+Javier Martínez
Arzobispo de Granada

Parroquia de la Encarnación
Monachil, 4 de octubre de 2014
Fiesta San Francisco de Asís

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Palabras finales D. Javier en la Eucaristía en homenaje a la Madre Trinidad Carreras, en la parroquia de La Encarnación de Monachil

Sabéis, esta tarde el Papa se reúne en San Pedro con familias, fundamentalmente de Italia, y comienza el Sínodo sobre el matrimonio y la familia: que pidáis, en vuestras casas, que pidamos en las iglesias y en las parroquias, todos los días, por los frutos de este Sínodo y de todo el periodo de reflexión hasta el Sínodo del año que viene, en un tema tan verdaderamente necesitado de luz en estos momentos como el tema del matrimonio y la familia.

La Eucaristía es el lugar mejor donde uno puede aprender qué significa el matrimonio y qué significa el amor fiel, y cuál es la vocación del hombre y de la mujer, y cómo lo que hace grande a un hombre es lo que ha hecho Cristo: el dar la vida hasta la muerte por aquella mujer a la que ama. Eso hace mucho que lo hemos olvidado, y para entender lo que significa el amor entre hombre y mujer buscamos las fuentes en otras partes, y no somos capaces de sostener ese amor. Sólo Cristo y la Presencia del amor fiel de Cristo lo es.

Por otra parte, no es que haya muchas mozas casaderas en la asamblea que tenemos aquí delante, pero algunas hay. Si alguna le llamara el Señor a la puerta, no tengáis miedo. El Señor es el novio y el marido más fiel que hay en este mundo, infinitamente más fiel que ninguno de los de este mundo. Y el más capaz de querer y de llenar la vida. Por lo tanto, y si además de eso, tenéis un cierto gusto por la aventura, yo os aseguro que no hay aventura más grande que la que viven estas mujeres. La gente las llama «monjitas». A mi siempre me da mucha rabia cuando la gente las llama «monjitas», porque, primero, ninguna mujer merecería jamás un diminutivo, pero si hay alguna mujer que no lo merece de ninguna manera, sois vosotras.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

Parroquia de la Encarnación
Monachil, 4 de octubre de 2014
Fiesta de San Francisco de Asís

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