Homilía de D. José María Gil Tamayo, arzobispo de Granada, en la Eucaristía celebrada por el 50 aniversario de la llegada del Camino Neocatecumenal en Granada, en la S.A.I Catedral, el 19 de diciembre de 2024.
Querida Paloma, queridos itinerantes,
queridos presbíteros, querido diácono,
Queridos hermanos y hermanas, el Camino Neocatecumenal en Granada, de los que habéis venido, que habéis recorrido desde los inicios este itinerario de presencia cristiana,
Queridos niños,
Tenemos que dar muchas gracias a Dios y dar gracias a Dios al mismo tiempo, con la humildad de quien sabe que es el Señor quien hace las cosas. Nosotros somos unos siervos inútiles que hemos hecho lo que teníamos que hacer. Es el Señor el que pone en incremento. Es el Señor el que hace crecer la semilla. Es el Señor el que nos va probando Y este Camino es una bendición de Dios para la Iglesia.
Es uno de los frutos cuajados del Concilio Vaticano II. Es un motivo de alegría. Hoy el Camino Neocatecumenal está arraigado en la vida de la Iglesia y extendido por todo el mundo. Ya no depende de que un obispo le guste o no le guste. Lo acepte o no lo acepte, queridos hermanos. Es un don de Dios a su Iglesia.
Es un don de Dios que en el camino de la historia suscita hombres y mujeres para que, bajo la inspiración del Espíritu, promuevan para el bien de la Iglesia un carisma. Un camino en ese gran camino que es el itinerario cristiano. En una diversidad de lenguas, en una diversidad de ritos, en una diversidad de ministerios, en una diversidad de pueblos.
Pero esto es uno de los frutos del árbol de la Iglesia. Luego, este fruto ya arraigado, esta planta en el jardín de la Iglesia, es una de las imágenes bíblicas del propio pueblo de Israel y de la Iglesia. En esta viña del Señor formáis ya un fruto que se ha hecho árbol y que crece. Y esto no nos puede hacer nunca olvidar los orígenes. Y no nos puede hacer olvidar, queridos hermanos, al mismo tiempo, como ha dicho Paloma al comienzo, recordar a los que nos han precedido.
Recordar también lo que nos dice la Carta a los Hebreos, en el capítulo 13: “Acordaos de vuestros dirigentes que os expusieron las palabras de Dios. Fijaos en el desenlace de su vida. Imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”. Es lo que dice el texto de la Carta a los Hebreos a cristianos perseguidos.
Fijaos en su vida, en el desenlace de su vida. Imitad su fe. Pero, sobre todo, poner el corazón en el centro, que es Jesucristo. Y les recuerda, Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Y eso es lo que es fundamental en el Camino Neocatecumenal. Ese proceso de identificación con Cristo que se da en nosotros por la gracia bautismal. Que de manera ontológica nos une a Cristo hasta el punto que pasamos de pobres pecadores y pobres criaturas, que han heredado la triste herencia de nuestros primeros padres, el pecado original.
Pasamos a ser hijos e hijas de Dios. Donde se nos aplica en el bautismo la redención de Cristo, y somos revestidos de Cristo.
La túnica es una señal de que hemos sido revestidos de Él. Hemos sido injertados en la vid verdadera, que es Cristo. Nosotros, que por sí mismo valemos poco. De manera que el cristiano tiene que desplegar en su vida su fe bautismal, su esencia de cristiano. Que esto es lo más importante. San Agustín llega a decir “Yo con vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano. Y esta es mi gloria.”
Yo para vosotros soy obispo y esta es mi carga. Y esta es la llamada radical, es la fe cristiana. Y el Camino Neocatecumenal, lo que ha venido, como carisma de Iglesia, es recordar que precisamente ahí está la radicalidad de la vocación cristiana. En la realidad bautismal. Después Dios llama a algunos de su pueblo para el ministerio ordenado. Después llama para vocaciones específicas en la vida consagrada, siguiendo los consejos evangélicos.
Pero lo radical, queridos hermanos y hermanas, lo fundamental y lo esencial es que somos hijos e hijas de Dios. Que somos otros Cristos, dice san Pablo. Que somos el cuerpo de Cristo. Y esto lleva a un estilo de vida, lleva a una forma de vivir que tiene que ser conforme al Evangelio. Y eso ha adquirido en la Iglesia pluralidad de formas, y la vuestra en una forma peculiar.
Y los pastores tenemos que discernir y reconocer los carismas que Dios pone con la ayuda del Espíritu Santo y ver como un bien para la Iglesia. Corregir lo que haya que corregir, porque eso nos afecta a todos. La errancia, los defectos, mientras caminamos en esta tierra. Pero el discernimiento nos ayuda, como ayuda a los catequistas, como ayuda a los itinerantes, para ir perfilando en este caminar.
Porque el Camino no viene para el siglo XX o el siglo XXI. Tiene 50 años, queridos hermanos. Sobre todo, para los que en la vida vamos y notamos el paso de los años, pues es mucho. Estos chicos, verán los 100 años del Camino en Granada. Y verán que 100 años en la vida de la Iglesia no es nada.
Queridos hermanos y hermanas, estamos en los comienzos. Y esto nos ayuda también a entender que no somos poderosos. Que no somos, aunque seamos muchos. El crecimiento depende del Señor, con quien colaboramos con el apostolado y la evangelización. Que lo importante es Jesucristo, ayer, hoy y siempre. Yo sé que este Espíritu lo tenéis. Y pasamos, como han pasado esos hermanos nuestros, que seguro ya están contemplando al Señor en la Jerusalén celeste.
Y un día nos tocará a nosotros, como ya contempláis a gente de las primeras comunidades ,que ya están más allá arriba que aquí abajo. Y ese es el camino cristiano. Y vienen otros detrás. Yo he recibido una tradición del Señor que a mi vez os he transmitido. Que el Señor Jesús… Y transmitimos la fe cristiana.
Os lo habéis transmitido unos a otros, fundamentalmente en esa Iglesia doméstica que es la familia.
Os lo habéis transmitido, amigos, en esa relación de amistad. Porque queréis lo mejor para ellos les dais a Cristo y los invitáis. Venid y veréis. Les habéis transmitido a los hijos y habéis ido creciendo.
Yo os pido, como obispo vuestro, que sigáis evangelizando. Esa es una de las fuerzas del Camino Neocatecumenal. Evangelizar. Anunciar a Jesucristo. Queda mucho por hacer.
Queda camino por andar, queda presencia por realizar y más en este mundo nuestro, donde la paganía está presente. No os conforméis. No os encerréis.
Hace falta cenáculo, pero hace falta Pentecostés. Hace falta recibir el Espíritu, celebrar el misterio eucarístico. Celebrar los sacramentos. Pero hace falta calle. Hace falta salir. Id a los caminos, salir a las encrucijadas. Hace falta la parresía, la valentía. No podemos encerrarnos por miedo a los judíos. En el dicho bíblico. Sino que tenemos que salir. Es esa iglesia en salida que nos pide el Papa Francisco.
Esa Iglesia que sale. Y dice el Papa, porque sale se constipa. Hay que salir. Y todos estamos llamados a evangelizar. Todos estamos llamados a anunciar a Jesucristo con el testimonio de nuestra vida, ciertamente. Nadie puede considerarse dispensado. Ofreceremos el dolor, el sufrimiento, pero nunca dejaremos de tener un sentido evangelizador, misionero. Hace falta llegar a muchos sitios. Granada os necesita. Este obispo os necesita. No solo os quiere, os necesita.
Si queréis, es un amor interesado. Claro que sí. Como el de los padres también, muchas veces. Pero hay que llegar. Nos os encerréis. Multiplicaos. Llegad donde nadie llega. Anunciad donde no suena. Convenced. Haced abrir los ojos. Abrir los oídos. Con respeto exquisito a lo que piensan los demás, pero sin renunciar a las propias convicciones. Con amor y con misericordia siempre. Porque es el distintivo de los cristianos.
Como Dios la tiene de nosotros, que es amor. Y así lo confesamos. El primer credo es: “nosotros hemos conocido el amor de Dios y hemos creído en Él”, dice San Juan en su primera carta. Dios es amor. Y eso es lo más convincente.
Habrá gente a la que no podamos convencer con las ideas porque ya no tienen donde sujetar. Porque viven en una paganía. Y tenemos que tener la paciencia de Dios con los otros y con el testimonio, con el perdón y la misericordia. Con un sentido de ofrecimiento, no de imposición. Con un sentido de alegría.
El Papa Francisco dice que nos han robado la alegría. Y es verdad. Muchas veces ves cristianos y parece que hay que darles el pésame. Muchas veces han puesto en el cristianismo un ribete negro, como en las viejas cartas. Mucha gente va y va como pidiendo perdón de ser cristiano, como avergonzándose de la fe. Eso no cabe en un hermano y en una hermana del Camino Neocatecumenal.
No hay que ir con una bandera, ni mucho menos con una espada, pero sí con la sencillez del testigo. Con la sencillez de los discípulos de Jesús. Y esto, al mismo tiempo con sentido de fraternidad. Jesús envía de dos en dos, como hacéis vosotros. Es la misión. Enviar, con el sentido de fraternidad que no se agota en los hermanos del Camino, sino que se extiende a la Iglesia.
Y en concreto, a esta Iglesia de Granada que os quiere. Ese sentido de fraternidad, de pertenencia a la Iglesia. Que no es un tinglado, que no es un club. Que no es un dirigente político, el obispo.
Por tanto, queridos hermanos, este obispo lo ha puesto el Señor como mis antecesores, que han obrado, Paloma, como sucesores de los apóstoles. No por méritos propios.
Queridos hermanos, adelante. Desde esa primera comunidad en San Emilio hasta este gran racimo. Adelante. Y también hoy es un momento para pedirle al Señor: “Señor, perdónanos, si no hemos sabido ser los instrumentos que tú esperabas”. Y una cosa que os decía al comienzo, la cruz en el camino cristiano, no está solo en el comienzo, forma parte de nuestra vida.
Cuando he visto un entierro de alguno de los hermanos o hermanas del Camino con la cruz, acompañando. Forma parte de nuestra existencia y tiene forma a la medida de cada uno. Y tiene la gracia de Dios, a la medida de la necesidad de cada uno. Pero no lo olvidéis, en estos momentos hay hermanos y hermanas del camino que están sufriendo, que pasan por un itinerario de pasión.
Al mismo tiempo, hay hermanos y hermanas en algunos países que están en medio de dificultades, incluso de persecución, de incomprensión. Y esa es la Iglesia, que es caminante en la historia. Vosotros ya en la historia de Granada. Pero vuelvo a decir, estos vendrán los 100 años del Camino y vendrán otros mientras ellos estarán ahí. Habrá niños y para los 150 años del Camino.
Y entonces dirán, esos señores que iban vestidos así, que tenían esa moda, que incluso los cantos eran con otras melodías, con otros aparatos electrónicos o sabe Dios cómo. Estará. Somos un pueblo que camina, somos la Iglesia en camino.
Que Santa María, que sí creyó al ángel Gabriel, que es proclamada precisamente por la esposa de Zacarías. Bienaventurada tú, porque has creído, es la primera bienaventuranza del Evangelio.
María, que es la creyente por antonomasia, que es la llena de gracia, que es la que está alegre. Y así la saluda el ángel: Alégrate, María. Que ella nos conceda de Dios lo que le hemos pedido en oración de colecta de esta noche. Creed con fe íntegra y celebrad con piedad sincera el misterio de la Encarnación. Eso es la Navidad, no lo que otros presentan.
Pues, queridos amigos y hermanos del Camino Neocatecumenal, este obispo os felicita, da gracias a Dios. Y al mismo tiempo que os felicita, os pide que celebréis con fe íntegra y con piedad sincera, el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.
Esta Navidad, y siempre.
Así sea.
+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada
19 de diciembre de 2024
S.A.I Catedral de Granada