Homilía en la Eucaristía de apertura del Año Jubilar, y día de la Sagrada Familia

Homilía del 29 de diciembre de 2024, en la Eucaristía de apertura del Año Jubilar, y día de la Sagrada Familia.

Querido señor Vicario General de la diócesis,

Deán de esta Catedral,

Delegado para el Año Santo Jubilar.

Queridos hermanos, sacerdotes y diácono,

Queridos seminaristas,

Querido hermano mayor y Junta de Gobierno de la Hermandad del Silencio, a los que quiero expresar mi agradecimiento por dejarnos esta bella imagen tan querida por los granadinos de Cristo para que presida nuestra Catedral las celebraciones del Año Jubilar que hemos comenzado.

Queridos hermanos y hermanas,

Voy a procurar ser breve, porque estáis muchos de pie. Hemos empezado el Año Jubilar en cumplimiento del 2025 aniversario del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Es un Año Santo, Es un año de perdonanza, de perdón del Señor. Es un año, como su palabra indica, de jubilo, de alegría. Y el Papa nos invita especialmente este año que ya hemos comenzado hoy en todas las diócesis del mundo.

Y el pasado día 24, en Roma, cuando el Papa abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, a tomarnos más en serio Jesucristo. Y ha puesto como el lema de este año caminando en la esperanza, en esperanza. Y podréis decir cómo tener esperanza para cómo está el patio, como está nuestro mundo, con las dificultades, con los problemas, con los sinsabores, con las angustias que a cada momento percibimos y percibimos por los medios de comunicación.

Lo percibimos en ambientes crispados de enfrentamiento. ¿Cómo hablar de esperanza, queridos hermanos, a los que han sufrido la DANA, que han perdido sus seres queridos, que han perdido sus bienes? Cómo hablar de esperanza en este punto en que hay escenarios de guerras abiertas en Ucrania, en Tierra Santa o tantos conflictos que nos pasan desapercibidos pero que son permanentes. Cómo hablar de esperanza cuando hay tanta pobreza y tanta desigualdad, también en nuestro alrededor. Cómo hablar de esperanza a unas personas que sufren una enfermedad incurable, que están en los hospitales, que han perdido a sus seres queridos en accidentes de manera irremediable. ¿Cómo hablar de esperanza? Pues sí, es necesario hablar de esperanza, porque nuestra esperanza no se apoya en que nos vayan las cosas bien. No se apoya en los bienes materiales, en que estemos satisfechos, en que nos salgan las cosas o en que no tengamos los problemas que, por otra parte, queridos amigos, los vamos a tener siempre.

Doblamos la esquina y nos aparece otro. Los problemas los vamos a tener, las dificultades. Pero qué distinto cuando se afrontan con esperanza. La esperanza es esa fe y esa confianza en Dios que no defrauda y que Dios está a nuestro lado. Es sacar de los resortes del alma y de nuestro interior la fuerza para sobreponernos y no venirnos abajo en los momentos de dificultad, que los hay siempre, los ha habido y los habrá.

La esperanza nos hace poner nuestra confianza en el Señor que no nos va a dejar abandonados. Nuestro Dios lleva el nombre de Dios con nosotros. Emmanuel, eso significa, Cristo. Y lo celebramos estos días con el misterio de su encarnación y su nacimiento. Se ha hecho uno de nosotros, ha querido compartir nuestra humanidad. Sabe de nuestros dolores, de nuestros sufrimientos, de nuestras alegrías, de nuestras penas.

Sabe lo que ocurre en nuestro corazón, donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos, nos ha dicho. Todo el que escucha su Palabra y apoya su vida sobre su Palabra, sobre su voluntad, el Señor está en él. Y esa es la confianza que tenemos. Y cuando rezamos, porque la esperanza, decía Benedicto XVI, se basa en la oración. Cuando no tiene nadie que nos escuche… Si tenemos a alguien, al Señor. Cuando parece que nos venimos abajo y no hacemos pie y nos ahogamos en los problemas, las dificultades, Dios nos apoya, tira de nosotros para arriba.

Su cruz es el ancla de la esperanza. Otro lugar de la esperanza es el sufrimiento. Qué distinto cuando se ve con ojos de fe. Qué distinto cuando miramos a los que sufren con la compasión, sufriendo con ellos, apoyándoles, estando a su lado, aunque solo sea con el silencio, con una mirada.

Cuántas personas solas. Ese es otro lugar de esperanza, cuando sabemos acompañar, cuando sabemos ofrecer el dolor uniéndolo ante la cruz donde se nos derrama la misericordia. Y es el peso de Dios sobre la herida más profunda del ser humano, que es el pecado. Decía el Papa Francisco: “Hay tres rasgos de Dios fundamentales”.

Y es la cercanía, Dios con nosotros. Dios no está lejano. Dios está a nuestro lado. Otro rasgo de nuestro Dios es la misericordia. Nos mira con el corazón como miraste a Cristo. Y otro de los rasgos de Dios es la ternura. Es el amor hecho cariño. No es un amor frío de beneficencia, no es un amor de limosna fría, sino que es un amor de ternura, de padre y de madre.

Así nos quiere Dios. Y otro lugar de la esperanza es la acción. La esperanza no nos adormece, la esperanza no nos hace cruzarnos de brazos, nos hace cambiar el mundo. Y este mundo necesita la esperanza. Hay tantos jóvenes desilusionados, hay tanta gente que mira el futuro con dificultad. Cuando faltan niños es porque no hay esperanza en el futuro o porque nos hemos encerrado en un presente.

Que comamos y bebamos, que mañana moriremos y apaga y vámonos. Cuando hay fe en el Señor, cuando uno… Y es otro rasgo de la esperanza, otro de los lugares es el juicio de Dios. El mal no tiene la última palabra. Haciendo el bien no hacemos el tonto, aunque nos parezca. Tenemos que cambiar esa lógica. Y este año es un año de renovación cristiana, empezando por nuestro interior, haciendo caso.

Y hoy celebramos la apertura del Año Santo Jubilar en la fiesta de la Sagrada Familia y le hemos pedido al Señor, que ha tomado una familia humana, hemos escuchado en el Evangelio José y María. Y Jesús ha querido nacer en el seno de una familia. José hace las veces de Padre y María, de ella nace en sus purísimas entrañas el Verbo de Dios encarnado, y se somete a esa familia. Maravilloso, maravilloso es la realidad de la familia y hoy está difuminándose.

Hoy nos hablan de tipos de familia. Y venden la familia cristiana como si fuese una cosa tradicional. Vamos, de museo. Ya nadie dice mi esposo, mi esposa, sino mi pareja. Y entonces todo esto, pero todo eso es una sociedad que se desintegra. En la familia es donde nos van a querer por lo que somos, no por lo que tenemos. Y acabamos de escuchar los consejos de la literatura sapiencial de la Biblia y yo quería fijarme en que cuidemos a los ancianos, cuidemos a los mayores, hoy ya ni en los pisos, que están por las nubes y que no encuentran los jóvenes, no hay un lugar para los mayores.

Queridos hermanos, una sociedad, como dice el Papa, que no quiere a sus mayores, que son su memoria, que lo han dado todo por nosotros o no abren espacios de esperanza para los más jóvenes y le cierran el futuro… Es una sociedad sin remedio. Y eso nos está pasando, eso nos está pasando y quería que pidiéramos todos, y hago a un llamamiento a las administraciones de Granada.

Las Hermanitas de los Pobres se van de las residencias de los ancianos y no podemos ser impasibles. Tenemos que aunar fuerzas para responder. Ellas no pueden. Tienen de media 80 años y hay 88 ancianos ahí. Y eso es un problema de Granada, porque un día puede ser nuestro, puede ser tuyo, puede ser de tus padres o de uno mismo.

Y esto tenemos que dar respuesta como sociedad. No puede pasarnos. Y allí están los ancianos más pobres. Queridos hermanos y hermanas, cuidemos a los ancianos. Que este año jubilar haya una mirada de cariño especial para con los más mayores y de futuro para los jóvenes. Y que nuestros hogares sean hogares de paz, de alegría, donde se nos quiera por lo que somos, no por lo que tenemos, que es el gran apoyo en las crisis. Que allí están esos jóvenes acogidos hasta que ya la edad… Y no encuentran trabajo.

Esa es una realidad y tenemos que pedirle al Señor que nos ayude. Y esta fiesta de la Sagrada Familia… Cuando hay unión en los matrimonios, cuando hay apertura a la vida. En España ha habido más de 100.000 abortos. Cuando todo esto sucede… Antes se podía decir no, y eso me parece una noticia de gente extraña. Pero yo lo vemos incluso en familias cercanas a nosotros. Matrimonios rotos, hijos que van de semana a semana, enfrentamientos a ver quién tiene la tutela.

Queridos hermanos, no estoy riñendo. Estoy pidiéndole al Señor que nos ayude y que seamos una sociedad que tiramos para arriba con esperanza, unión en la familia, oración en la familia. Familia cristiana, que no es de museo. Que llamemos a las cosas por su nombre, sin miedo. Y ahí se aprende, se socializa, se adquiere la armonía de persona con esos valores.

En la familia se mama lo que uno es y también la fe. Como transmitir a vuestros hijos vuestras emociones, vuestro amor. En vuestras hermandades y cofradías no podemos perder eso, porque se resquebraja entonces nuestra sociedad granadina. Vamos a pedirle ayuda a la Virgen. Las madres hacen mucho. Y ella nos ayuda, nos consuela. Vamos a pedirle a la Virgen de Nazaret que cuide de nosotros para que realmente seamos una familia como Dios manda.

Así sea.

PUEDES ESCUCHAR LA HOMILÍA AQUÍ.

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