Homilía en el día de la Toma de Granada, el 2 de enero de 2025

Homilía de la Eucaristía en el día de la Toma de Granada, el 2 de enero de 2025.

Queridos sacerdotes concelebrantes, especialmente de nuestro Cabildo Catedral y de la Capilla Real y de la Abadía del Sacromonte,

Queridas autoridades,

Excelentísima alcaldesa y Corporación Municipal de Granada,

Consejera de Granada,

Consejera de Fomento de la Junta de Andalucía,

Teniente General, Jefe del MADOC, Subdelegado del Gobierno de la Nación,

Presidente de la Diputación,

Autoridades, diputados nacionales, autonómicos,

Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, de la Policía Municipal, de la Policía Autonómica, demás autoridades,

Queridos hermanos y hermanas, queridos granadinos,

Celebramos un día de fiesta en nuestra ciudad. El 533 aniversario de la Toma de Granada. Y lo celebramos de manera especial con un significado religioso, innegable desde sus comienzos. Desde toda su trayectoria labrada a lo largo de casi ocho siglos, desde que la Reconquista comenzara en Asturias con don Pelayo hasta la Toma de Granada el 2 de enero de 1492. De madrugada, como señala la Reina. Con las previas capitulaciones el 25 de noviembre de 1492 en Santa Fe.

Queremos, y era y es una fiesta integradora. No es una fiesta de parte. Celebramos esta fiesta y con un sentido cristiano que lo ha tenido y lo tuvo desde sus comienzos. Es más, entra dentro de esas coordenadas de la Reina Isabel, por la que es precisamente una candidata a la santidad reconocida por la Iglesia. Porque en ella, de manera inseparable, va unido el sentido evangelizador y cristianizador de las tierras, que por otra parte, desde el siglo primero hay presencia cristiana y después en el mundo visigótico. Y que queda entre paréntesis, con toda la tolerancia que queramos. Que tiene, desde la mitificación a la realidad, unos trechos innegables. Pero que ciertamente forma parte de la identidad de nuestro pueblo. Un pueblo que tiene y quiere tener identidad hace celebración. Y hace celebración de los acontecimientos decisivos en su historia. Hace celebración de los acontecimientos que lo han constituido como pueblo, y un pueblo con identidad no navega en la historia a la deriva, sino con un sentido. Y también en el mundo de la globalización que nos va homogeneizando a todos, mantener un sentido de pertenencia, de identidad, nos hace reconocer a los otros, especialmente a los más cercanos, no simplemente como cohabitantes, no simplemente en una ciudadanía que se queda en algo abstracto, sino en algo concreto. Con una consanguinidad que está fundada en unos valores compartidos, en unas realidades y en una historia de la que se viene como sustrato, va formando las capas de nuestra razón de ser y al mismo tiempo nos sustentan y nos sostienen en la historia conforme van pasando las generaciones.

Constituyen el alma de un pueblo. Y eso lo tenemos en Granada. No podemos dejarnos llevar de una especie de subjetivismo relativista donde todo depende de la moda que nos van imponiendo grupos de poder o ideologías. Y se van alternando, pues con la legalización de mayorías, cuando se olvida la razón de lo que somos, lo que es innegable. Y esos valores que han permanecido vivos a lo largo de los siglos y que sustentan esos fundamentos éticos fundamentales de nuestra historia y de nuestra vida. Y que fundamentan también el respeto a los derechos humanos inalienables por encima de creencias, por encima de procedencias, y que nos hace reconocer el paso de la historia, pero también la depuración que ha ido dejando en nosotros esa identidad. Luego, queridos hermanos, la identidad cristiana, la identidad evangelizadora de las proezas de los Reyes Católicos y con ella de los reyes cristianos, no es un sometimiento de un pueblo sin más. Las capitulaciones de Granada no son en nada excluyentes. Las capitulaciones de Granada expresan, se quieren mirar con los ojos y la mentalidad del tiempo, un respeto al otro. Y es desde ese respeto, con la progresión en la concepción y en la conciencia de los derechos humanos, con el sentido de libertad y de respeto y de tolerancia que vivimos en la realidad de hoy, como hemos de vernos.

Pero, queridos amigos, estamos en un mundo convulso, en un mundo de polarizaciones, en un mundo de heridas abiertas, con guerras declaradas hasta ahora contenidas en escenarios geográficos concretos, pero ciertamente con el potencial bélico que puede hacerlo de unas dimensiones globales. Queridos hermanos y amigos, vivimos en un mundo que en absoluto nos es ajeno y que no podemos ni debemos encerrarnos en una cápsula de bienestar que nos aísle. Porque todo nos afecta y también en nuestro mundo.

Vivimos en nuestra sociedad, en nuestra España. Vivimos un ambiente de polarización que ciertamente nos hace alejarnos de ese sentido de unidad que es el que busca la Toma de Granada, junto con el sentido evangelizador. El de unidad y la forja de una nación, que es España. La unidad y la forja de un pueblo que con sus diferencias históricas innegables y que se palpan, esculpidas en su escudo, como la conformación de reinos diferentes pero unidos en lo común, es lo que constituye nuestra nación. Ciertamente vieja, ciertamente antigua, pero es la nuestra.

Y lógicamente, no podemos dejar que el efecto disgregador, las divisiones ideológicas, los planteamientos mitificados de paraísos que nos prometen, nos desvíen de algo que es fundamental, que es el bien común. Y cuando hay disgregación, cuando hay polarización, cuando hay diferencias entre pueblos, entre regiones de España, al final se nota en la falta de eficacia ante las catástrofes, en la falta de eficacia ante los problemas comunes, que nos hacen enfrascarnos en reyertas más nominales que reales, pero que afectan a los más débiles, a los más pobres y a los problemas reales de los ciudadanos para quedarse en una discusión estéril en función de estrategias políticas.

Queridos hermanos, la fiesta de hoy es una fiesta de llamada a un sentido cristiano revivido por nuestro pueblo en sus costumbres. Con un sentido de libertad, de libertad también para los propios cristianos que no pueden ver burlados sus sentimientos, so capa de una libertad omnímoda que termina donde empiezan los derechos de otros. Y el derecho, la libertad de conciencia, es también el derecho a ser respetados en las convicciones religiosas. Todas las religiones.

Queridos hermanos, vivimos en un momento de confusión, en un momento en que las ideologías quieren tomar, pero no nos damos cuenta de que hoy vivimos una homogenización que está más allá de nuestras capacidades de defensa, de poderes políticos mundiales, del mundo económico, del mundo, de las nuevas tecnologías. Mientras andamos enzarzados en discusiones de lo mío, lo tuyo y de los intereses particulares de cada uno.

La unidad querida por los Reyes Católicos, los reyes cristianos, es una unidad que tiene que permanecer y tiene que permanecer, y solo se basa con un sentido de patria que hemos perdido. Porque nos hemos quedado en una especie de nebulosa, de pertenencia a lo universal sin ninguna conciencia de la raíz que nos sostiene, que nos hace fuertes en los momentos de dificultad. Y que se tiene que basar en principios de lealtad, de pertenencia, de amor a la patria, de orgullo de nuestra historia, de amor a nuestras tradiciones.

Y todo esto no se hace en dos días, sino que ha de llevarse y mamarse en la familia, en la educación, en la transmisión de esos valores. Y lógicamente los nuestros tienen una patente cristiana. La Reina Isabel trae la devoción a la Virgen. Hoy es fiesta de María Auxilio de los cristianos. Con la advocación de las Angustias está sembrada nuestra provincia de templos y de devoción a Nuestra Señora, que se hace realidad el último domingo de septiembre. Cuando el pueblo de Granada se echa a la calle para rendir honor y agradecimiento a Nuestra Señora. Porque nosotros solo tenemos esa pobre agua. Pero Ella arranca el milagro de su Hijo de convertirlo en virtudes, en favores para su pueblo.

María nos trae a Cristo siempre. Y la reina nos trae otra devoción fundamental, que da nombre a la mayoría de los templos de Granada: la Encarnación. Y la Encarnación es Cristo en medio de nosotros, Cristo en medio de nuestro pueblo, en nuestros sentimientos, en nuestra manera de entender la vida, en nuestra manera de entender las fiestas, en nuestra manera de entender la muerte, el amor, la educación, la familia. Y eso no podemos perderlo, porque con ello se nos va también nuestra identidad y nuestras raíces.

Queridos amigos, pidamos la unidad. Pidamos para nuestro país la unidad, la concordia, la solidaridad entre todos, en fijarnos en lo que es el bien común. Porque solo cuando estamos unidos, cuando dejamos las diferencias aparte, cuando no nos fijamos en lo que nos separa, sino en lo que nos une. Y hay tanto que nos une. Saldremos adelante en los momentos de crisis, pero nos mantendremos fuertes también y en una compartida prosperidad. Y no dejamos brechas a nuestro alrededor.

Hoy conmemoramos un hecho pasado, pero que nos trae lecciones para el presente de Granada, para los problemas de aquí y ahora, innegables, que tenemos en nuestra ciudad, en nuestra provincia, en nuestra región, en nuestra España, en nuestro mundo. Miremos al futuro no descargados de identidad, sino sabiendo bien qué es lo que somos y a dónde queremos ir como pueblo, con nuestras diferencias que nos enorgullecen.

Pero al mismo tiempo, con nuestro sentir común que nos hace fuerte. Que María, la Virgen, Auxilio de los cristianos, nos auxilie y que vivamos también con coherencia y valentía nuestras convicciones cristianas. Los creyentes, con un respeto exquisito a los que no lo son, pero al mismo tiempo con la afirmación de nuestros derechos en una sociedad plural y libre como la nuestra.

Queridos hermanos, este día de la Toma es un día de libertad, es un día de respeto, es un día de afirmación de identidad, es un día de aprender lo que la historia, que nuestros antepasados nos han legado, para hacerlo presente y futuro a quienes lo siguen. Que Santa María, Nuestra Señora de los Angustias han sido los cristianos. Que Cristo en la Eucaristía, alimento del pueblo de Dios y presencia permanente, nos conduzcan y nos guíen, como han hecho en este más de medio milenio.

Así sea.

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