«En el Hijo de Dios, Dios nos ama con un corazón humano»

Intervención, el pasado 17 de junio, del Arzobispo Mons. Javier Martínez en el programa «Iglesia Noticia», de Cadena COPE Granada, que realiza el Secretariado de Medios de Comunicación del Arzobispado de Granada.

Muy buenos días queridos oyentes, hoy domingo.

Acabamos de celebrar sólo hace dos días la fiesta, la Solemnidad, en el lenguaje litúrgico de la Iglesia, del Sagrado Corazón de Jesús. Y a mí me gustaría explicar un poco, dar a conocer, a entender mejor lo que es esta devoción, que ha marcado a tantas personas, sobre todo a lo largo de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, lo que eso ha significado en la vida de la Iglesia.

Para muchas personas, la Iglesia era una serie de rituales, de ceremonias de las que los hombres estaban ausentes porque sencillamente los sacerdotes celebraban en latín, muchos de los signos de la liturgia no eran comprendidos ni entendidos, y aparecía la vida cristiana, todo aquello que tenía que ver con la Tradición cristiana, como extraordinariamente lejano a la experiencia humana de los hombres. A mi juicio, la devoción al Sagrado Corazón, cuando nace, es un primer intento justamente de salvar eso que el Concilio ha llamado después la separación entre la fe y la vida.

¿Y cómo la trataba de salvar? Haciendo presente un aspecto muy sencillo, muy fácil de comprender, y sin embargo profundamente humano, muy fácilmente accesible a la experiencia de cualquier persona. Dios nos ama, y cuando decimos «Dios nos ama», Dios ama a los hombres, Dios nos ama a nosotros, pero nos ama con un corazón humano. Recordar eso es recordar que Dios, el Hijo de Dios, se ha hecho hombre, y entonces el amor de Cristo no es un amor distinto al que nosotros experimentamos. Cristo lloró por la muerte de su amigo Lázaro, a pesar de saber que lo iba a levantar de la muerte, y Cristo ha sentido dolor por Jerusalén que no recibía su mensaje, Cristo ha sufrido los dolores de la pasión hasta sudar con sudor de gotas de sangre en la soledad espantosa del huerto.

En el Hijo de Dios -y eso es lo que la devoción al Sagrado Corazón nos recordaba-, Dios nos ama con un corazón humano. Desde la Encarnación del Hijo de Dios, el amor de Dios pasa por la humanidad de Cristo, y entonces entiende, entiende nuestros sentimientos, entiende nuestras soledades, entiende nuestro dolor, entiende también nuestras alegrías y nuestros gozos.

Es, repito una frase que repito constantemente porque me parece que sigue siendo esencial en la vida de la Iglesia y que repetía muchas veces Juan Pablo II: «El Hijo de Dios se ha hecho por su Encarnación compañero de camino de cada hombre y de cada mujer en el camino de la vida. Esa certeza de que nuestro camino, nuestras fatigas, nuestras luchas, nuestras perplejidades, nuestras dudas, nuestros temores no le son desconocidos a Dios. No le son desconocidos a Dios también en una experiencia humana, en la experiencia del Hijo de Dios hecho hombre, hermano nuestro, amigo nuestro.

Acabamos de celebrar el Corpus, y en el Corpus esta humanidad misma a lo mejor no se hace tan perceptible. La Solemnidad del Sagrado Corazón nos recuerda que cuando Dios nos ama o que cuando a Dios le duelen nuestros pecados, le duelen con un corazón de hombre como el vuestro y como el mío. De la misma naturaleza, sin duda inaccesible porque no podemos sentir. Nosotros sabemos cómo nos duelen a nosotros las heridas que nos hacen los otros hombres, lo que nos hacemos nosotros a nosotros mismos. ¿Qué puede sentir un amor infinitamente puro? Pero es un amor humano, eso es lo que es importante subrayar. No es un amor de alguien infinitamente lejano, sino de alguien exactamente igual que nosotros en todo, menos en el pecado.

Que tengáis un buen domingo.

+ Javier Martínez

Arzobispado de Granada

17 de junio de 2012

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