«El dolor para un cristiano nunca es estéril»

Intervención el pasado 13 de mayo, Nuestra Señora de Fátima y Pascua del enfermo, del Arzobispo de Granada, Mons. Javier Martínez, en el programa «Iglesia Noticia», de Cadena COPE Granada, que realiza el Secretariado de Medios de Comunicación Social.

Muy buenos días a todos los oyentes, hoy es la Pascua del enfermo. La verdad es que el acontecimiento de la resurrección de Cristo afecta a todo hombre, en todas las circunstancias de la vida. Nos afecta a todos, en cuanto hombres, porque todos vivimos marcados por la presencia y por la sombra de la muerte. Sin embargo, es bello poder celebrar un domingo especial como la Pascua del enfermo, porque la enfermedad es una de las realidades que acompañan más constantemente nuestra vida. Nos acompañan a cada uno porque todos las padecemos; las enfermedades se padecen, las heridas de la vida, que accidentes de todo tipo nos provocan, los padecemos cada uno; pero luego, los padecemos también de una forma quizá hasta más especial cuando vemos sufrir a las personas que amamos.

La enfermedad es, por tanto, algo que acompaña a la existencia humana, y que hace suscitar preguntas. Tantas veces vivimos distraídos, vivimos ocupados sólo con los intereses inmediatos, vivimos deprisa y corriendo, y de repente, de forma imprevista, casi como un anticipo de la muerte, nos sorprende la enfermedad.

Es cierto que tenemos que pedirle al Señor la salud, y sin embargo, yo puedo decir desde mi experiencia de pastor, que tantas veces he visto en mi vida cómo una enfermedad le ayuda a una persona a encontrar su verdadera vida, el sentido de su dignidad, el valor del hecho de vivir que en las mil distracciones de la vida cotidiana había perdido. Pero hay tantos enfermos que seguramente nos escuchan… Yo quisiera decirles hoy que la resurrección de Cristo tiene que ver con su vida. El dolor para un cristiano nunca es estéril, porque desde el momento en que Cristo se ha unido a nosotros por su misterio pascual, por su resurrección, por el don del Espíritu Santo, nuestras enfermedades y nuestros dolores, y nuestros sufrimientos son parte de la Pasión de Cristo.

A mí siempre me llama mucho la atención aquel pasaje de San Pablo que decía «cumplo en mi carne lo que le falta a la Pasión de Cristo», y yo siempre pensaba «si a la Pasión de Cristo no le falta nada, porque Cristo se ha entregado sin límites». Y sí que le faltaba algo: le falta que nosotros no habíamos nacido, y que Él, uniéndose a nosotros, ha asumido como suyos nuestros dolores, nuestros males, también nuestro pecado, lo ha cargado sobre sus espaldas. (…) es un dolor siempre fecundo.

En realidad, también cuando una persona que no es cristiana; lo que no tiene esa persona es el gozo de poder saber que no está solo en su dolor. Y por eso es urgente anunciarles que Cristo les ama, que Dios está con ellos. Pero todo dolor lo humano ha sido asumido por Cristo en su Pasión, es parte del dolor de Dios, que es amor del Dios que se nos ha revelado en Cristo, y que nos ama hasta tal punto que todo lo que a nosotros nos sucede es como parte de su propia historia, de una historia que Dios ha querido tener por amor a nosotros.

Mis queridos enfermos, nunca os sintáis solos, aunque os faltara la compañía de una familia (…), aunque os faltara todo lo que humanamente uno deseara, que sepáis que jamás el Señor os retira su mano; que cuando os faltan las caricias de los seres queridos, está la caricia del Señor, siempre. Y que incluso las caricias de nuestros seres queridos son un signo, y un anticipo, y una especie de sacramento de la caricia del Señor.

Que no viváis el sufrimiento como algo que viene a destruir la vida sólo; viene a destruirla, pero viene también a hacerla más profunda, y a descubrirnos que el horizonte de nuestra vida no es este mundo, sino la vida eterna, el cielo, que es para donde hemos nacido.

Que Dios os bendiga a todos. Feliz domingo.

+ Javier Martínez

Arzobispo de Granada

13 de mayo de 2012

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