“Cristo es nuestra vida”

Homilía en la Santa Misa el 28 de marzo de 2020, en la víspera del V Domingo de Cuaresma.

Los Evangelios de estos tres últimos domingos de Cuaresma, uno de ellos nos ponía el episodio de la samaritana, el domingo siguiente el ciego de nacimiento y, hoy, la resurrección de Lázaro. El primero de los tres -son tres episodios del Evangelio de San Juan, de los más bellos de todos los Evangelios- nos presenta a Cristo como aquel que sacia nuestra sed, nuestra sed de plenitud, de perfección, de felicidad, de amor. Él es aquel de quien brota el agua que salta hasta la vida eterna. El segundo domingo, el domingo pasado, nos hablaba del ciego de nacimiento y nos presentaba al Señor como luz. El ciego de nacimiento no sólo adquiere la vista a través de su encuentro con Jesús, sino que, al mismo tiempo, adquiere la fe en Jesús, que le permite ver más allá de lo que ven los ojos de la carne. Y el Evangelio de hoy nos presenta a Jesús como la resurrección y la vida.

En los tres Evangelios están puestos pedagógicamente justo antes de la Semana Santa, justo antes de la celebración del Misterio Pascual, porque el Bautismo que nos hace cristianos, que nos hace partícipes de la vida de Cristo, que nos hace hijos de Dios, nos da el agua que salta hasta la vida eterna, nos hace hijos de Dios y, por lo tanto, herederos de Cristo; nos abre los ojos al horizonte de nuestra vida verdadera, que no es ésta ni lo que podemos conseguir en ésta, ni los logros que podemos hacer en ésta, que son siempre pequeños y pasajeros, sino el horizonte de la vida, de la luz eterna en la que Dios habita y para la que estamos nosotros llamados a participar gracias a Jesucristo. Y el de hoy nos pone ante los ojos el texto más fuerte de todos: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.

Cristo es nuestra vida. Tú, Señor, eres nuestra vida. Y Tú has querido que conociéramos que Tú eres nuestra vida y nuestro destino; que sin Ti no somos nada y conTigo, sin embargo, participamos de la vida de Dios, porque Tú nos has entregado en la cruz tu Espíritu.

La resurrección de Lázaro es un signo (como eran signos los milagros que hacía Jesús) de que Dios obraba en Él y estaba con Él; pero no envidiemos a Lázaro. Lázaro se levantó, salió, comió y estuvo un cierto tiempo, y volvería a caer enfermo más adelante y murió. Sólo la resurrección de Cristo es una victoria sobre la muerte total. Cuando san Pablo tiene que describir que ser cristiano es afirmar de Cristo que Cristo vive… Le dice un procurador romano al rey Agripa, que se ha encontrado con Pablo en la cárcel y no entiende muy bien por qué está en la cárcel, y le cuenta a Agripa: “Yo he tenido un preso y le he querido interrogar, he querido interrogar a sus acusadores y no entiendo nada, porque yo creía que tendrían disputas de otro tipo, probablemente disputas de dinero, de poder, de privilegios… y resulta que no, que todo lo que se traen entre ellos es un cierto difunto, un tal Jesús, del que Pablo dice que está vivo”.

Yo sé que la victoria sobre la muerte es un hecho inaccesible al hombre y todos nosotros somos mortales, pero, desde los primeros momentos, ser cristiano ha sido afirmar que tú has vencido a la muerte, que en tu Pasión, en la entrega de tu Espíritu y en tu Resurrección, has abierto para nosotros el camino del Cielo, has sembrado tu carne en el Cielo, igual que has dejado sembrada en nuestra carne tu divinidad, tu vida divina, mediante el don de tu espíritu.

Señor, Tú que eres la resurrección y la vida, sostennos en esta fe; haznos conscientes de que esa fe es el tesoro más grande. Tú eres el tesoro más grande y tenerte a Ti es tenerlo todo; en cambio, no tenerte a Ti, aunque tenga uno el mundo entero, serviría de muy poco dada nuestra condición mortal. Yo espero, justo porque soy cristiano, que todos los hombres puedan salvarse y sé que es la voluntad de Dios que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, pero qué diferente es vivir esta vida sabiendo, Señor, que Tú eres la resurrección y la vida. Qué diferente es afrontar nuestra pequeñez, las dificultades y las fatigas y las miserias y las traiciones y las mentiras de la vida y el mal en todas sus formas; qué difícil es cuando no hay más horizonte que el de este mundo. Yo, puedo esperar, tengo, porque soy cristiano, el derecho a esperar que todos se encuentren conTigo, y no rechacen Tu amor, y ésa es la súplica de tu Hijo, y ésa es mi súplica unida a la de tu Hijo. También sé que vivir puede ser muy duro y muy terrible, y sin embargo vivir puede ser una experiencia de paz y de gozo, hasta en medio del dolor. Yo os he hablado de algunos difuntos en estos días de atrás y os puedo hablar de lo que es ver morir a alguien abandonado en la manos de Dios, con tranquilidad y con confianza, como vi morir a mi madre, y pido que ese don de la fe que nos permite afrontar la vida con una mirada distinta, con una mirada de paz -repito, no sin dolor, el dolor es parte de nuestra condición humana- pero con la certeza de que ni el dolor, ni el mal, ni la muerte tienen la última palabra, porque la última palabra la tiene esa palabra de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida, el que ha muerto, si creen en mí, vivirá, y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.

Señor, aumenta en nosotros la fe, aumenta en nosotros la certeza de que todos tus hijos algún día resucitaremos y Te daremos gracias por la inmensidad de Tu Gloria, por la belleza de Tu Gloria, por la belleza y la gloria de Tu Amor.

Pedimos siempre por los difuntos. Pedimos siempre por las personas que los cuidan, por los sanitarios. Vamos a añadir también ahora las de los farmacéuticos, que en esta semana está haciendo una labor muy especial, porque la gente no llega a veces a ir a los médicos, o no llega a veces a ir al centro de salud y acuden a los farmacéuticos en busca de consejos, en busca de ayuda y de aclaración, y de sostén también y de aliento. Que el Señor los sostenga a ellos que también están en primera fila del riesgo en estos momentos y son hermanos nuestros.

Y alguien me reprochó ayer que pedíamos siempre por los médicos, las enfermeras y por el personal sanitario y que nunca pedíamos por los farmacéuticos, así que quiero yo que no se nos olviden tampoco.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

28 de marzo de 2020
Iglesia parroquial Sagrario-Catedral (Granada)

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