“Conviértete y cree en el Evangelio”

Homilía del arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo, en el V Domingo de Cuaresma, en la S.A.I Catedral el 6 de abril de 2025.

Queridos sacerdotes concelebrantes,

Querido diácono,

Queridos seminaristas,

Queridos hermanos y hermanas en el Señor, que concurrís a nuestra Catedral en este V domingo de Cuaresma,

Ya, con una semana por medio, entraremos en la Semana Grande de la Pasión, muerte y Resurrección del Señor. La Palabra de Dios, que ha venido acompañándonos a lo largo de estos domingos, que, como nos decía la oración colecta, hemos ido avanzando en el conocimiento del misterio de Cristo para vivirlo en su plenitud.

Nos va dando el tono espiritual para prepararnos a las grandes fiestas cristianas que se acercan. Y hoy la Palabra de Dios nos invita a mirar hacia adelante. Nos invita a mirar al futuro, nos invita ciertamente con el perdón de Jesús, con el perdón de Dios. Con el reconocimiento de que somos necesitados precisamente de salvación, del perdón. Que somos necesitados de esa conversión a la que se nos invitaba precisamente el primer día de Cuaresma, el Miércoles de Ceniza.

Conviértete y cree en el Evangelio. Ahí está el mandato para este tiempo sagrado. Tenemos que examinarnos como hemos recorrido este tiempo. Tenemos que preguntarnos si hemos avanzado en nosotros también en el conocimiento de Cristo. A lo largo de estos domingos se nos han ido dando pautas y hoy nos encontramos, por una parte, con el profeta. En el libro de Isaías se invita al pueblo después del destierro de Babilonia, mirar hacia adelante y no hacia atrás.

Algo nuevo está surgiendo. ¿No lo notáis? Está aquí ya, dice el profeta. Se invita a ese pueblo que ha ido con lágrimas llevando la semilla. Que vuelve entre cantares a la tierra prometida. El Señor ha estado grande con nosotros. El Señor ha estado grande con ellos, cantan los gentiles.

Vamos nosotros a mirar también hacia adelante. Ciertamente, para un judío, para un israelita, la historia de la salvación, la salida de Egipto, el pasar de la esclavitud a la libertad, la alianza con el Señor en Moisés, la recepción de los mandamientos, la ley y al mismo tiempo, el acompañamiento de los profetas, son algo crucial. Pero el profeta le invita a mirar hacia adelante, hacia los tiempos nuevos. Hacia un nuevo… Una nueva Pascua que se cumple precisamente Jesucristo.

Lo hace también San Pablo. Hemos escuchado un pasaje, los textos de la Carta a los Filipenses, la comunidad querida por San Pablo y en ella San Pablo confiesa que está de camino, que tiene comunión con los padecimientos de Cristo. Pasar por la cruz, tomar la cruz, seguir a Cristo con la cruz. San Pablo dice que ya ha sido alcanzado por Cristo y que espera alcanzar a Cristo.

Que considera basura todo lo anterior. Ante la novedad de Cristo, ante lo que le espera la resurrección. La comunión con Cristo plena. Y es precisamente eso lo que nos invita este domingo de Cuaresma. A mirar a la resurrección, a mirar con esperanza al futuro, a no detenernos en el pasado, a no mirar nuestra vida anterior sin más, como una pesadumbre por nuestros defectos y pecados.

El Señor nos perdona y es la escena que hemos escuchado del Evangelio de Juan, la de la mujer adúltera. Jesús en el templo, sentado ante… que acude gente a escucharle. Estamos en esos momentos ya previos a la pasión. Dramáticos, en esas discusiones con los judíos que llama el evangelista San Juan. Manifestando que Él es el Hijo de Dios, manifestando que en Él se cumplen la ley y los profetas. Manifestando que si son verdaderos hijos de Abraham, han de aceptarle.

Pero vemos ese contraste, esa obcecación en no aceptar a Cristo. Porque es uno que viene de Galilea, porque cómo puede desde allí salir algo bueno. Pero la novedad de Cristo, que pasa desapercibida, porque siendo el Hijo del Hombre, se muestra como el siervo de Yahvé, paciente. Lo vemos en esta escena. Que traen en una mujer, ciertamente la ley de Moisés manda apedrear a las adúlteras cogidas en este pecado. Y le preguntan a Jesús con mala intención.

Le preguntan a Jesús para ponerlo a prueba, nos dice el evangelista. Y Jesús conoce lo que hay en el interior de cada hombre. Se agacha y empieza a escribir en el suelo.

Jesús no deja ningún escrito. Nos hubiese gustado saber que escribió. Pero levantando la mirada pone a todos en una misma comunidad de pecadores. El que esté libre de pecado, que le lance la primera piedra. Y vuelve a agacharse y a seguir escribiendo, como pasando de aquello. Para que haya un auto examen, un reconocimiento de la propia culpa antes de culpar a los demás.

Para que, como nos ha dicho en otra ocasión, no nos fijemos en la mota de polvo de las manos y no advirtamos la viga en el propio.

Y se fueron todos, empezando por los más viejos. Jesús se levanta y le dice a la mujer, Mujer, nadie te ha condenado. Nadie, Señor. Vete y no peques más. Jesús no la justifica, pero Jesús la perdona. Como hace con todos y cada uno de nosotros, y nos invita al perdón y a la misericordia. No lleva cuentas del mal, nos dice San Pablo, del verdadero amor que es el de Cristo.

Un amor que perdona. Maestro, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano? Le dirá Pedro, ¿siete veces? No sólo siete veces, setenta veces siete. Jesús nos habla del perdón y nos pide que en el Padre Nuestro hagamos esa petición a Dios nuestro Padre, que es el Padre del Hijo pródigo, que es el Padre misericordioso, como veíamos el domingo pasado.

Perdona nuestras ofensas, le decimos. Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Luego, queridos hermanos, vamos a ir al misterio pascual en estas celebraciones que se acercan y que la oración colecta precisamente nos pide que tengamos en nosotros los sentimientos de Cristo. El amor de Cristo. Para vivirlas plenamente y mirando hacia adelante, hacia esas metas que es la resurrección del Señor y la nuestra. Para que le alcancemos como Él nos ha alcanzado, anticipando en nosotros la vida de la gracia con su perdón… Nosotros también nos despojemos de lo que es pecado, de lo que es basura, de lo que sobra, de lo que no es acorde con nuestra fe cristiana, con nuestra identidad bautismal.

Y el Señor nos invita a ese perdón, porque sólo puede sentirse perdonado quien sabe y entiende de perdón. Quien perdona. Queridos amigos, no guardemos en el corazón agravios, no busquemos venganza o indiferencia para con los otros. No seamos acusadores, no juzguéis y no seréis juzgados, no condenáis, no sois condenados. La medida que uséis la usarán con vosotros, dice el Señor.

Luego, queridos amigos, vamos a tomarnos en serio a Jesús. Vamos a tomarnos en serio su Evangelio. Vamos a acudir al sacramento de la Penitencia y más en este Año Jubilar para vivir estas fiestas que se acercan con un verdadero sentido cristiano, con una fe viva y una entrega generosa, dice la liturgia.

Que Santa María, la Madre de Dios y Madre nuestra, a la que decimos ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. A la que decimos, haznos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. La mirada hacia adelante.

Que Ella nos ayude a vivir el misterio cristiano. Y como ella, y al recibirla ella demos a Cristo a los demás.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo

Arzobispo de Granada

S.A.I Catedral de Granada

6 de abril de 2025

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