A pesar de ser domingo este año, el día 4 de agosto se celebra en el calendario cristiano la memoria de san Juan Mª Vianney, el Santo Cura de Ars. Su figura es propuesta por la Iglesia como ejemplo para los sacerdotes de todo el mundo. Por este motivo y, aunque es verdad que todos los cristianos participamos del sacerdocio de Cristo por el bautismo, que nos identifica con Él y nos lleva a ofrecer tantos sacrificios cada día: en el trabajo, en la vida de familia, en la enfermedad y en mil encrucijadas, me van a permitir que me refiera a nuestros curas, a aquellos que han recibido el sacerdocio ministerial y participan del sacerdocio de Cristo como cabeza y pastor de su pueblo.
Están en nuestras parroquias: las de los pueblos pequeños, como son los de nuestra Alpujarra granadina, y las de las grandes ciudades como Granada o las del área metropolitana, la costa o Loja, desarrollando un trabajo abnegado de ayuda a los demás con su tarea evangelizadora, con la administración de los sacramentos, con la promoción de tantas obras sociales; con la cercanía a los enfermos y a los que sufren; con el consejo pronto para quien lo necesita.
Otros viven entregados a la educación de los más jóvenes o al acompañamiento y consuelo de los enfermos en los hospitales; los hay quienes se dejan cada día lo mejor de sí para lograr una vida más digna a los pobres y marginados, o a los que están atrapados en las nuevas esclavitudes.
La mayoría de ellos, aunque sobrepase con creces ya en nuestro país los 65 años de edad y cuando muchos podrían descansar como cualquier persona con esos años, siguen en el tajo que a cada uno le toca a más en una sobrecarga laboral que le llega al disminuir el número de ordenaciones sacerdotales y que haría conflictivo cualquier convenio colectivo en el mundo civil, si algún sindicato se ocupara de este sector.
Pero ellos sacan fuerzas de lo menguado de sus filas y alargan los años en un servicio escondido y alegre.
Trabajan a contracorriente de un mundo en el que, por la pérdida del sentido religioso y predominio del secularismo, se hace para los curas cada vez más difícil explicar la razón de ser de su vocación, de su entrega abnegada al ideal evangélico. Afortunadamente ya no forman parte de la clase directiva típica de los pueblos de la España tópica.
Y con no menor gratitud a la Providencia también han desaparecido del elenco de personajes del chiste fácil e incluso han dejado de ser los adversarios reconocibles y también tópicos para el rancio anticlericalismo, por desgracia cíclicamente retornante.
Gracias a Dios, aunque con cuentagotas, sigue habiendo jóvenes que optan con generosidad por imitarles en este servicio, en esta vocación maravillosa. También ellos han roto el tópico y son gente de su tiempo, más preparada y decidida. En esto también sufrimos en nuestra diócesis “despoblación” de vocaciones, ya que sólo contamos con poco más de una veintena de seminaristas, lo que hace cada año más difícil el relevo sacerdotal en muchos puestos pastorales y nos sitúa ante una verdadera emergencia vocacional a la que hemos de hacer frente con una mayor oración, para que Dios envíe obreros a su mies y con una más decidida propuesta vocacional por parte de todos, especialmente de los sacerdotes y educadores cristianos.
El sacerdocio no puede dejar de ser en Granada un camino atractivo para nuestros jóvenes, ofrecido sin complejos desde el gran esfuerzo educativo que la Iglesia lleva a cabo, desde la pastoral juvenil y universitaria, y desde las familias cristianas. Ya es hora de que tomemos conciencia de esta tarea
urgente.
Hemos de caer en la cuenta de que tenemos muchos motivos de agradecimiento para nuestros curas, cuyos nombres conocemos o recordamos.
La mayoría de ellos no ocupará nunca espacio en una noticia y sí en el corazón de Dios y del pueblo. ¡Felicidades y nuestro agradecimiento, en este día del Cura de Ars! ¡Gracias!
+José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada