“Aquí me tienes Señor, aquí estoy”

D. José Hernández Callejas, sacerdote diocesano natural de Granada, ha dedicado 50 años de su vida al servicio de Dios y de su Iglesia. Una historia de vocación y entrega que merece ser testimoniada y fue festejada en sus bodas de oro el pasado domingo por la comunidad parroquial de Inmaculada Niña, en Granada.

¿Cuál fue el origen de su vocación?

Todo comenzó cuando yo tenía 11 años, la parroquia de mi pueblo, Pulianas, organizó un pequeño grupo de oración en el que orientados por las directrices de un seminarista, nos reuníamos frecuentemente para leer el Evangelio y comentarlo entre nosotros. Éramos niños pero con inquietudes de mayores. Un día la palabra proclamaba: «Sin mi nada podéis hacer», y lo tomamos al pie de la letra, siendo conscientes de que si queríamos hacer algo en nuestra vida tenía que ser con Jesucristo. Gracias a las meditaciones, lecturas y reflexiones que hacíamos yo comencé a sentir a «alguien dentro» de mí que me llamaba. Así fue como a los 12 años les dije a mis padres que quería ser sacerdote.

¿Cuál ha sido su trayectoria pastoral en estos 50 años?

Aunque desde el seminario tenía inquietudes misioneras, todo mi apostolado se ha desarrollado en Granada en parroquias de distintas localidades de la provincia como por ejemplo: Motril, Nívar, Güevéjar y Cogollos de la Vega, hasta que en 1990 se me confió la construcción de la Parroquia de la Inmaculada Niña donde ejercí mi ministerio durante más de 20 años.

¿Qué balance hace de toda una vida dedicada al sacerdocio?

Sólo tengo palabras de agradecimiento al Señor por haberme elegido para ser sacerdote, por la constante presencia y acción del Espíritu Santo en mi vida. En mi historia ha habido un proceso de conversión a la vez que una ofrenda constante, diciéndole todos los días: «aquí me tienes Señor, aquí estoy». También destacaría la inmensa alegría que produce poder llegar al corazón de los feligreses, recibir su cariño y alegría.

Desde su experiencia, ¿qué le diría a los jóvenes seminaristas que actualmente están preparándose para entregar su vida al servicio de la Iglesia?

Les diría que si Dios los llama es mejor no resistirse porque al final Dios siempre gana. Entregarse a Dios es el mayor y más bello ideal que puede tener una persona. Ser sacerdote es dejarse transformar por Dios en otro Cristo, tener mentalidad y manos de Cristo, relacionarse fraternamente en Cristo, esto es un privilegio que sólo tienen aquellos a quién Dios quiere regalarles este don. Vale la pena ser sacerdote.

¿Cómo se plantea el futuro?

El futuro lo planteo como presente. Aunque estoy jubilado me mantengo con la misma actitud de disponibilidad, compromiso y servicio para lo que necesiten otros sacerdotes u órdenes religiosas de la diócesis. Estar a su disposición es una gracia para mí.

 

María José Aguilar

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