En el corazón del Adviento, celebramos la Inmaculada Concepción de la Virgen María, patrona de España. Y nuestra mirada se dirige a Ella con una ternura especial
Ella es el único “oasis siempre verde” de la humanidad, la única incontaminada, creada inmaculada para acoger plenamente, con su “sí”, a Dios que venía al mundo y comenzar así una historia nueva. “El sí de María es el sí más importante de la historia, el sí humilde que vence al no soberbio de los orígenes, el sí fiel que redime la desobediencia, el sí disponible que derriba el egoísmo del pecado”, nos dice el papa Francisco.
Junto a las hermosas palabras del Concilio Vaticano II, describiéndonos a María, como “mujer humilde que escucha a Dios, con confianza y alegría”, me gustaría destacar hoy tres de sus virtudes más cercanas y más humanas, que se proclaman en la Letanía del rosario: “La amabilidad, la prudencia y la fidelidad”.
“María, Madre amable”: La amabilidad es “el amor en calderilla”, la palabra cercana, la sonrisa que acompaña a nuestros encuentros, el gesto hermoso, la atención a los más necesitados. “María, Virgen prudentísima”: La prudencia, en grado superlativo, nos invita siempre a “saber estar, saber hablar, saber escuchar, saber decidir”. “María, Virgen fiel”: La fidelidad a nuestros compromisos, a nuestras obligaciones, a la palabra dada y a la misión aceptada en nuestra vida para poder así “realizarnos” en plenitud.
¡Qué tres virtudes tan humanas y cercanas, nos ofrece hoy la Virgen, para nuestra vida cristiana!
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