
La soledad, la integración de las personas con problemas de salud mental o con cualquier tipo de trastorno son asuntos que nos rodean en nuestro día a día y que necesitan ser entendidos y atendidos por la sociedad actual
El jesuita y psiquiatra Alberto Cano, así como el responsable de Faisem en Córdoba, Fernando Castro, hablan de cómo emerge este asunto en la actualidad.
Alberto Cano: “Necesitamos relaciones con rostro, voz y palabra”
La Asociación Presencia Cristiana se encuentra inmersa en las decimoséptimas jornadas de otoño de Córdoba. La primera cita ya se ha celebrado con la ponencia de la periodista y escritora Isabel Durán, titulada “Agresividad y crisis de valores”. La segunda será el 4 de noviembre, de la mano del jesuita y psiquiatra Alberto Cano, que cuenta con una gran experiencia pastoral en el mundo de la salud. El ponente abordará la conferencia “Acompañar en la soledad”.
¿Qué desafíos encontramos en la sociedad actual?
Estamos en un mundo en el que, es cierto que tendemos a entender lo que nos pasa y a entender también nuestro contexto en claves fundamentalmente psicológicas. Creo que hay un reto principal, que es diagnosticar bien lo que nos está ocurriendo a nivel social y también hay un reto en la necesidad de transcender un diagnóstico puramente psicológico para incluir elementos mucho más existenciales, también espirituales y trascendentes.
¿Cómo se puede hacer frente a la soledad?
Hay soledades muy distintas. Hay una soledad que tiene más que ver con el círculo social de relaciones que las personas vamos estableciendo a lo largo de nuestra vida y este círculo naturalmente cambia. No es lo mismo el mundo relacional del adolescente, que de la persona en la edad media de la vida o la del mayor.
También hay una soledad que es algo más allá de lo social y que tiene más que ver con componentes existenciales. ¿Cómo me relaciono yo con mi propia vida? ¿Cómo me relaciono yo con el sentido que doy a mi historia? ¿Cómo me relaciono también con la proyección que hago de mí mismo hacia el futuro? En ese sentido necesitamos, de alguna manera, incluir esta dimensión de sentido en las relaciones que establecemos. Necesitamos intentar recuperar la motivación de por qué hacemos las cosas y para qué las hacemos.
En ese sentido la soledad existencial no se palía simplemente con una red social más amplia, sino que tiene que ver con la capacidad de profundizar en esos lugares hondos de nuestra vida en los que se encuentra el horizonte, en los que se encuentra la plenitud, en los que se encuentra una dimensión que desde la fe también entendemos que es trascendente. Por eso hay una necesidad de intentar que nuestras relaciones sean sanas y al mismo tiempo maduras y estables, pero también necesitamos relacionarnos con nosotros mismos, con lo que ocurre en nuestro interior y con la dimensión más trascendente de lo que nos pasa.
¿Cómo podemos ayudar a una persona que tiene ese sentimiento de soledad? ¿Qué es lo que más demanda una persona que se siente sola y olvidada?
No sólo demandan relación con otras personas, sino que lo que se demanda muchas veces es capacidad de entender esa propia soledad y de no juzgar. La respuesta rápida que nos sale a todos es, ante una persona que dice que se siente solo, que salga, que se relacione, que busque gente. Muchas veces no es posible. Hay personas que viven en casa y no pueden salir, hay personas que están bastante desconectadas a nivel de medios de comunicación o de medios de relación social. Parece que necesitamos escuchar más profundamente qué late debajo de esa demanda de soledad y ayudarnos entre todos a reconocer que hay una soledad que forma parte de la vida de cada uno de nosotros. Que por muy acompañados que estemos, cuando llegamos a nuestra habitación por la noche, apagamos la luz y nos metemos en la cama, aunque durmamos juntos, hay un punto interior en el que la soledad emerge. En ese punto en el que la soledad emerge también se nos está mandando un mensaje, y es que nos necesitamos unos a otros y que al mismo tiempo hay un hueco dentro de cada uno que no se llena solo con las relaciones sociales. Por eso ayudarnos a descubrir cómo ese hueco, ese pequeño vacío, y también entender que desde la fe hay un Dios que llena y que da plenitud a ese hueco interior que todos tenemos, es de mucha ayuda. Porque si no, a veces criminalizamos la soledad y pensamos que el que está solo es porque quiere, porque hay muchas formas de relacionarse, muchos grupos a los que conocer, muchas posibilidades de entrar en contacto. Y a veces no es eso, a veces no es sólo esa soledad social que tiene que ver con la ausencia de relaciones, sino que es más una soledad existencial que se manifiesta en la falta de sentido y en el vacío interior.
¿Se puede convivir con la soledad y ser feliz?
Se debe convivir con la soledad, no hay otra manera de vivir. Porque en la vida de todos hay un punto de soledad que es inherente, que va con nosotros. Es como esa falta con la que nacemos, es como esa necesidad de estar unidos a algo que es más que nosotros, a algo que es más que nuestro círculo social, que necesitamos aprender a convivir con la soledad. En el fondo, la soledad tiene que ver con una distancia, con la distancia con los otros, con la distancia también con uno mismo, con la distancia con Dios para los creyentes. Estamos en un momento en el que nos parece que podemos suplir todo esto simplemente con relaciones. Necesitamos y debemos convivir con este punto de soledad que es inherente a todos, que no se marcha en ningún momento de la vida, pero que no es sólo una amenaza, sino que es un recordatorio de que nos necesitamos, que solos no podemos. Y así quizá esté bien. Estamos hechos así y este pequeño grito nos recuerda justamente eso, que nos necesitamos, que solos no podemos.
Quizás las redes sociales sean la hipertrofia de esa necesidad de encuentro que tiene el ser humano, porque hay redes sociales también tendentes a buscar pareja o compañeros de viaje o para caminar o hacer senderismo. ¿Esa hipertrofia puede ser muy dañina para el ser humano?
Como todo, las redes sociales tienen una doble vertiente, son muy beneficiosas para algunas cosas y personas que por edad o por enfermedad no pueden salir de casa. Ciertamente mantienen un grupo y un núcleo de relación a través de las redes sociales, a través también de diferentes canales de comunicación. Pero, hay una cara B y las redes sociales pueden convertirse en un sucedáneo, en un sustituto que reemplace el cara a cara. Necesitamos relacionarnos con rostro, necesitamos relacionarnos con voz, con palabra. Hay un síndrome ahora que se está poniendo muy de moda entre los adolescentes y lo han llamado el síndrome de hikikomori. Son adolescentes que, jugando a los videojuegos, empiezan a aislarse, empiezan a retraerse socialmente, se quedan en la habitación y no salen, se van abandonando, no tienen vida diaria, no tienen vida social, solo viven por la noche jugando a videojuegos y perdiendo su círculo de relaciones. Necesitamos aprender a usar las redes sociales y, esto no es fácil porque, como van creciendo y multiplicándose a un ritmo vertiginoso, no siempre somos capaces de aprender a hacer un uso sano y razonable de ellas.
La fe es un factor importante para llevar a cabo la tarea de acompañar a las personas que sufren soledad no deseada. ¿Qué papel juega nuestra fe en este ámbito?
Para las personas creyentes, la fe sin duda es una dimensión fundamental de la vida y abre un círculo nuevo de relaciones. No sólo las relaciones con las personas que participan en un mismo entorno creyente, sino que también es otra necesidad de relacionarnos con alguien que es distinto a nosotros. Pero, también para los no creyentes, hay una dimensión trascendente y espiritual que nos abre como una conexión con alguien que está tejas arriba de nosotros mismos. De hecho, ahora en muchos grupos de investigación y en muchas sociedades de especialistas en medicina, en cuidados paliativos sobre todo, se están abriendo grupos de espiritualidad, que es cómo integrar esta dimensión creyente en el cuidado completo de la persona. Necesitamos relacionarnos con el otro porque nos damos cuenta que nosotros mismos no podemos paliar nuestra soledad, pero también nos damos cuenta que muchas veces la red social, por muy amplia que sea, y el grupo de amigos, por muy grande que sea, tampoco consigue paliar esa soledad que está mucho más dentro. La fe, de algún modo, nos dice que en lo último de nuestra vida no estamos solos. Aunque nos sintamos solos, aunque vivamos con cierta desconexión de otros, porque las circunstancias nos hayan puesto en ese punto vital, no estamos solos. En el fondo, al final y en lo profundo, hay un otro, hay un alguien que está siempre presente y que es, de alguna forma definitiva, el único que puede llenar ese vacío que tenemos todos dentro, hasta que no estemos en completo y en continuo encuentro con el Señor.
Si tuviera que extender una receta, ¿qué pautas ofrecería?
Es difícil una receta sobre esto, pero hace falta tiempo, mucha oreja y poca palabra. Muchas veces lo que más consuela, lo que más alivia, es saber que hay una persona que está ahí, dispuesta a escuchar y que no necesita dar muchísimos consejos.
Fernando Castro: “Las personas con problemas de salud mental necesitan saber que estás a su lado”
Faisem es una fundación pública de Andalucía para la integración social de personas con enfermedad mental cuya misión es apoyar a personas con trastornos mentales graves para su integración social y laboral. Desarrolla recursos para reducir la marginación y la discriminación a través de apoyos sociales, programas residenciales, viviendas, empleo o formación. Fernando Castro es su responsable en Córdoba
Hablar de recursos se hace necesario, junto a éstos que ofrece Faisem a las personas que padecen algún tipo de trastorno. ¿Qué acompañamiento reciben desde la fundación?
Faisem es la fundación pública de la Junta de Andalucía que trabaja en la integración social de personas con problemas de salud mental. Entre sus distintos programas, ofrece el programa residencial, el programa de día y el programa de empleo. Este último para mí puede ser uno de los más importantes y fundamentales, es el programa estrella donde más ayudamos y apoyamos a las personas a integrarse socialmente en la vida, en su día a día.
Nada como tener un trabajo para sentirte realmente parte de la sociedad, para una persona con problemas de salud mental y para cualquier persona. Dentro de los programas residenciales, contamos con las casas hogar y las viviendas supervisadas. Una casa hogar viene a ser un tipo de residencia, pero nosotros le llamamos casa porque tiene carácter de casa, de hogar, donde conviven, no más de 20 personas, atendidas por un equipo de monitores, las 24 horas del día, los 365 días del año.
Personas que quizás con un mayor grado de dependencia necesitan de un apoyo más continuo y constante de un equipo de monitores a su lado, para realizar cualquier tipo de habilidades de vida cotidiana, de su propio aseo o de su toma de medicación. Una cosa que quiero dejar claro es los recursos de FAISEN, porque muchas veces nos preguntan que si tenemos equipo de psiquiatra o de psicólogo. No, tenemos un equipo de monitores porque Faisem es la parte sociosanitaria de la salud mental. Toda la parte sanitaria está en los centros de salud y en los correspondientes hospitales. Somos esa parte social que apoya la integración de las personas con problemas de salud mental. Somos un apoyo y de alguna forma, y está constatado, que evitamos muchos ingresos hospitalarios desde nuestros recursos, porque cuando una persona puede empezar a descompensarse, con una simple llamada al psiquiatra o un cambio de medicación oportuno puedes evitar, en un momento dado, que esa persona tenga que pasar por un ingreso y por una etapa en la puede deteriorarse incluso más de lo que está en ese momento.
El empleo es un instrumento de integración muy importante. En este sentido, ¿los datos que Faisem baraja son esperanzadores?
Sí, hasta agosto de 2025 en Córdoba y provincia se ha atendido a 169 personas, de las que se han registrado 42 contratos, de los cuales 16 se han hecho a través de la empresa social UNEI, 15 a través de centros especiales de empleo, 7 en empresas generales, que es un dato bastante importante, y 4 en la administración pública. 14 de estas contrataciones han sido de carácter indefinido y también muchas personas han participado en cursos de formación.
Quiero destacar con esto, cuando hablo de que 7 contrataciones en empresas generales y 4 en administraciones públicas, que cada vez más estamos tendiendo a ayudar, a apoyar y a orientar a las personas a las que atendemos a que accedan al empleo público y a que aprovechen esas plazas que hay reservadas para las personas con discapacidad y en concreto para las personas con problemas de salud mental. Tenemos un grupo que prepara a personas para oposiciones, para orientarlas, para que se animen a participar y a ocupar esas plazas que muchas veces quedan descubiertas por parte de la administración pública.
La falta de comprensión social a veces atenta contra la dignidad de la persona. ¿Tenemos, los que todavía no padecemos ningún trastorno, la formación suficiente para acoger y comprender a la persona que sí lo padece?
Voy a muchos foros donde nos reunimos profesionales de Faisem, personas de salud mental, profesionales que se dedican a la salud mental o al mundo de la salud. Parece que ahí tenemos todos conocimiento, pero esto lo tenemos que hacer más extensible a toda la población. Tenemos que salir de esos foros, de esos lugares, tenemos que salir públicamente a la calle, a los centros educativos, tenemos que hablar más de salud mental. De hecho, desde Faisem continuamente a lo largo del año vamos a los distintos institutos con los que participamos en las prácticas laborales, donde colaboramos con estudiantes que están haciendo ciclos formativos de integración social, de atención a personas dependientes en instituciones sociales y vamos a los centros para dar charlas de lucha contra el estigma, para hablar de salud mental, incluso con personas usuarias para que cuenten su propia historia de vida. Nos parece muy interesante porque son charlas donde vas con estudiantes y centramos toda la atención. Los profesores nos dan la enhorabuena porque se ve que es un mensaje que se capta, que cala en la población, que está llegando. Es muy importante que lleguemos a esos alumnados, a las universidades, en cualquier ámbito y que se hable de salud mental desde la experiencia y que incluso personas que padecen una enfermedad mental, que han pasado por un proceso de poder estar hospitalizados, de rehabilitarse, e incluso por un recurso de Faisem o de vivir de forma independiente con un apoyo muy puntual, puedan contar su experiencia de vida porque todos somos susceptibles de padecer a lo largo de nuestra vida un problema de salud mental.
El Papa Francisco nos dijo que las enfermedades mentales requieren cuidado, comprensión y ternura y pidió además a las comunidades cristianas que no abandonemos a quienes las padecen. ¿Hasta dónde puede llegar el estigma de la persona y de la familia que acoge a esta persona? Porque un miembro de la familia cuando padece enfermedad mental afecta a todo su conjunto. ¿Hasta dónde llega el estigma social?
Reitero las palabras que decía el Papa Francisco. Todos los profesionales de Faisem nos centramos en que a las personas a las que atendemos simplemente hay que ponerle una mano, cariño, escucha, pero una escucha activa de verdad, que sientan que los comprendes, que estás a su lado, que los apoyas, que puede ser su cuidador, que eres su familia prácticamente.
La familia lo padece al completo. Sí es verdad que cuando viven los progenitores, la persona con problemas de salud mental se encuentra en un entorno protegido, pero es verdad que cuando faltan los progenitores, la persona con problemas de salud mental queda en manos de familiares de segundo grado y cambia mucho la cosa. La propia persona ni se siente integrada en esa familia, ni la familia adopta el papel de cuidador. Para eso también está la fundación, para atender a estas personas. El problema llega a toda la familia, como cualquier tipo de enfermedad, pero es verdad que con la enfermedad mental la familia se diluye, como que nadie quiere saber nada de ese tema.
¿Nuestra sociedad hoy y el modo de vida al que nos vemos abocados todos, es en sí un factor de riesgo para nuestra salud mental?
Tenemos muy reciente la pandemia del COVID en la que todo el mundo nos dimos cuenta de que vivíamos en una sociedad muy acelerada. Parece que en aquel momento nada era importante, nada era imprescindible, simplemente era cuidarnos la salud, eso era lo más importante y es lo más importante y no se nos puede olvidar nunca. Es verdad que luego nos sumamos al ritmo de vida, de trabajo, de correr, de estrés y eso se nos olvida. Vamos a un ritmo de vida, de trabajo y de estrés que a veces no tenemos tiempo para lo más importante, que a lo mejor puede ser tomarte un café con un amigo que te está demandando y cuando pasa algo grave salimos corriendo y vamos a visitar a ese amigo y a lo mejor ya en ese momento es tarde.
Tenemos que cuidar todo eso, cuidarnos también, autocuidarnos nosotros mismos, el autocuidado de los propios cuidadores, desde Faisem también se está apoyando a todos los profesionales de la fundación en ese autocuidado, porque si no nos cuidamos los que tenemos que cuidar, ¿cómo vamos a tratar a los que más nos necesitan?
A veces el dolor ajeno también inmoviliza al cuidador y al acompañante y hace falta tener instrumentos para seguir caminando. Vosotros sois un gran equipo en Córdoba y en toda Andalucía, ¿cómo definirías el perfil de la persona que atiende desde Faisem?
El perfil aparte de lo profesional, de una titulación académica que te da la capacidad para poder formar parte del puesto de trabajo, tiene que tener una serie de valores humanos que no están en los libros. Eso no se estudia, se nace con ellos y nosotros mismos nos damos cuenta que hay que tener esos valores, empatía, cariño, gusto por el cuidado de las personas, por atenderlas y estar cargado de paciencia y de amor al prójimo.
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