María Fernández Madueño es maestra de Religión, esposa y madre de una hija en la tierra y tres en el cielo, a sus 30 años de edad
Mi nombre es María Fernández Madueño, tengo 30 años, soy esposa y madre de una hija en la tierra y tres en el cielo, natural de Dos Torres (Córdoba), maestra de profesión y, más concretamente, maestra de la asignatura Religión.
Nací en el seno de una familia cristiana, la sexta de siete hermanos, todos varones menos yo. Desde pequeña me han transmitido la fe y los valores cristianos, íbamos todos los domingos a misa y a los 14 años hice unas catequesis en mi pueblo para seguir viviendo mi fe dentro del Camino Neocatecumenal, todo un regalo que Dios se haya querido encontrar conmigo a través de esta realidad y donde descubro cada día el inmenso amor que me tiene.
Cada día cuando voy a clase, Dios se hace presente a través de mis alumnos porque siempre recuerdo el pasaje de San Mateo dónde Jesús les dice a sus discípulos: “Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. Ésta es la clave en la que he descubierto el amor que Dios me tiene, a través de lo sencillo, lo pequeño, lo aparentemente débil. Todos los días Dios se manifiesta en esta frase y me hace instrumento para esta misión que me encomienda la Iglesia, la misión de dar a conocer este amor que llena plenamente.
Desde que comencé esta andadura de maestra de Religión he intentado acercar a los niños a que conozcan a Dios, como un Padre que los ama y está siempre con ellos. A día de hoy los niños tienen preguntas sobre Dios que nadie les responden, por eso, considero que la misión a la que estoy llamada es mostrar este amor que Dios padre me ha mostrado desde que era pequeña.
Mi vocación como maestra de religión surge de una llamada a la misión, me siento llamada a anunciar las maravillas que ha hecho Dios en mi vida. Por eso, intento que mis clases sean didácticas, lúdicas y que a través de mi vida los niños puedan tener un encuentro con Jesucristo.
Es como si te toca la lotería y no se lo dices a nadie, esto es lo que me ha pasado a mí con Dios, tengo que contar las maravillas que ha hecho conmigo.
En mis clases de Religión observo como los niños no conocen a Dios, porque, aunque lleven ya años dando Religión, en casa no se habla de él. A pesar de ser niños de Primaria tienen preguntas que necesitan respuestas, como: ¿Dios existe? ¿Por qué existen las guerras, el hambre? Estas preguntas me ayudan a vivir de cara a Dios, y mostrarles que Dios no es indiferente al sufrimiento y que actúa en nuestras vidas.
A veces, desde diversos sectores, no se le da la importancia que merece esta asignatura, pero me siento muy afortunada de poder dar mi experiencia de vida a muchos maestros que muchas veces llevan años sin ir a la Iglesia, simplemente escuchando y no juzgando hacemos una gran labor. Soy enviada por la Iglesia para una misión, para ser luz. Vivir en la esperanza y en este amor que Dios me muestra, es lo que intento transmitir hacia mis alumnos.
Me encanta la frase de este Año jubilar dónde da aliento a toda la humanidad: La esperanza no defrauda. ¡Qué gran verdad! Solo espero que el Señor me de las fuerzas para seguir realizando esta misión en las escuelas dónde tanta falta hace.
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