Santa Misa en honor a San Acisclo y Santa Victoria

Diócesis de Córdoba
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La diócesis de Córdoba comprende la provincia de Córdoba, en la comunidad autónoma de Andalucía y es sufragánea de la archidiócesis de Sevilla.

Mons. Asenjo pidió al Señor por la intercesión de los santos que «nos ayude a renovar nuestra fe y nuestro testimonio y en todos nosotros surja un verdadero deseo de santidad». Con motivo de la festividad de los patronos de Córdoba, los mártires San Acisclo y Santa Victoria, decenas de fieles asistieron a la celebración de la Santa Misa en rito hispano-mozárabe presidida por D. Juan José Asenjo en la Basílica-parroquia de San Pedro el pasado día 17.
   
El Obispo, quien continúa con normalidad sus actividades pastorales en Córdoba tras hacerse público su nombramiento como Arzobispo coadjutor de Sevilla, señaló en su homilía que en la vida de los Santos Acisclo y Victoria “se manifiesta el poder de Dios y el triunfo de la gracia sobre la debilidad propia de la condición humana”; y Cristo junto “con los demás mártires cordobeses, nos ofrece modelos cercanos de vida cristiana, que además nos acompañan con su intercesión”.

Asimismo, destacó que “los textos litúrgicos de esta singular Misa en rito hispano-mozárabe, a partir del testimonio de los mártires Acisclo y Victoria, creyentes y testigos, nos invitan a renovar nuestra fe y nuestra adhesión a Dios Padre y a su Hijo Jesucristo bajo el impulso del Espíritu Santo, como el único camino que conduce a la santidad”.

Los santos Acisclo y Victoria -manifestó- “se nos muestran en este día de su fiesta como modelos de fe para la ciudad en la que nacieron y sufrieron el martirio y que ostenta su patronazgo. Su aceptación del mensaje cristiano recién predicado en Córdoba no fue únicamente el asentimiento a una doctrina que se cree, sino la entrega enamorada a una verdad que transforma nuestra vida; en definitiva, la entrega y consagración a una persona, a Cristo, camino, verdad y vida de los hombres”. Por ello -añadió- “por defender aquello que amaron, creyeron y esperaron, y por ser fieles a Aquel que les había amado primero y a quien habían entregado el corazón, estuvieron dispuestos a rendirle y ofrendarle la propia vida”.

Por último, D. Juan José Asenjo pidió al Señor que “así como a nuestros mártires les concedió no sólo el mérito y la dignidad del martirio, sino también el amor ardiente para arrostrarlo, así también a nosotros, que nos ha dignificado con la gracia de la adopción, nos revista de santidad, para que alcancemos su misma dignidad y, acabada la lucha de este mundo, nos conceda por el beneficio de su indulgencia, alcanzar el brillo del amor inextinguible”.

El 17 de noviembre, la ciudad de Córdoba venera a los hermanos Acisclo y Victoria como patronos de la ciudad, junto a la Virgen de la Fuensanta, que se festeja el 8 de septiembre.

San Acisclo: primer mártir de la historia de la ciudad de Córdoba, junto a su hermana Victoria.

Fueron mártires de la primera persecución que afectó a la ciudad de Córdoba, bajo el dominio del emperador Septimio Severo y Dión como pretor, quién por decreto del 202, ordenó la muerte de los seguidores cristianos.

Fue el 17 de noviembre de 313, según el acta que se conserva en la biblioteca del Convento de San Juan de los Reyes en Toledo, aunque existen algunos autores que suponen que pudieron los años 204, 229 o 311; cuando San Acisclo fue degollado a las orillas del río, mientras que Santa Victoria fue asaeteada en el Anfiteatro romano. Dice la tradición que Minciana, ciudadana romana, recogió el cadáver de Victoria y lo llevó junto al de su hermano, al lugar en que éste fue martirizado, construyendo una Basílica y un Monasterio al que llamaron de los Santos Mártires, desaparecido hoy en día.

En el año 2005, se celebró el XVIII milenio de su muerte siendo declarado por el Papa como Año Jubilar.

Santa Victoria: nace en León, hija de San Marcelo y Santa Nona y hermana de Acisclo.

Victoria y Acisclo al quedar huérfanos, huyeron hacia Córdoba con su aya Nicomedia. Tras la muerte de esta mujer fueron acogidos por una cristiana llamada Iniciana.

Años más tarde, tras la orden de pena de muerte del pretor Dión para las personas que no adorasen a los dioses, fueron apresados los dos hermanos. Victoria y Acisclo fueron martirizados horriblemente por haber publicado su fe, pasando por torturas; ambos fueron sometidos al fuego y luego sumergidos en el Guadalquivir, a ella le amputaron los pechos y le cortaron la lengua, la cual recogió y arrojó a la cara del pretor, conservando en todo momento su fuerte fe en Cristo, muriendo mientras era asaeteada con lanzas.

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