Cristóbal Muñoz ha ofrecido la charla testimonio de la jornada del sábado “María modelo de la vida del cristiano”
Cristóbal Muñoz nació en “una familia estupenda”, se ha criado estupendamente, pero cuando salió “del calor” de su casa y se enfrentó a la realidad de la calle no llevaba las “suficientes armas”. En aquella época la formación sobre las adiciones era muy escasa, sobre el alcohol era nula porque no se pensaba que fuera malo. Su timidez y miedo a encajar en los grupos produjo en él unas inseguridades que se rompieron al beber alcohol. Se sentía encajado, era menos tímido y le llevó a volverse “alcohólico social”, los fines de semana que salía cada vez bebía más, sus primeras borracheras fueron con once o doce años. Empezó a relacionar la calle y la diversión con la bebida en exceso. Dejó los estudios y empezó a trabajar muy joven. “Cuando le pierdes el miedo al alcohol coger una borrachera es lo más normal del mundo y atrae muchos peligros porque el alcohol es un trampolín a todo lo malo”. Cuando estás ebrio no eres consciente de tus actos y cometes muchas torpezas, una de ellas fue empezar a consumir cannabis y más adelante drogas más duras. “Cuando vas rompiendo la barrera vas rompiendo también los miedos y ya cualquier sustancia era buena para consumirla”. Poco a poco esta situación le hizo dejar el trabajo y que la manera de conseguir dinero fuera delinquiendo. Al principio empezó estafando, robando o vendiendo droga con lo que conseguía dinero fácil y que su consumo fuera cada vez mayor. “La delincuencia le llevó a ingresar en prisión con diecinueve años”, fue poco tiempo y salió bastante peor en todos los aspectos, el consumo seguía siendo muy elevado y su manera de delinquir se centró en la venta de estupefacientes, que era lo que por desgracia se le daba mejor. El consumo siguió en aumento, hasta el punto de dejar de consumir sólo cuando estaba durmiendo, la cantidad de alcohol y droga eran desorbitadas. En aquella época le dieron “tres sobredosis, una de ellas de extrema gravedad”. Fue consciente en todo momento de lo que le estaba pasando y vivió cómo una persona empieza a morirse. La tercera sobredosis fue a los veinte días de la segunda, estuvo en la linde de la muerte pero miraba tan poco por su vida que volvió a vivir un tercer episodio.
Entrar en el sistema de tráfico de estupefaciente cambió su vida. Estuvo siete años en el sistema antes de volver a entrar en prisión. Tuvo miedo y dejó de delinquir, cada vez tenía menos dinero y cada vez consumía menos drogas pero aumentó su consumo de alcohol. Con treinta y tres años volvió a entrar en prisión a cumplir una condena de cuatro años y medio, el primer año fue muy duro. Pasado ese tiempo “su odio fue desapareciendo y tuvo la suerte de que Dios se cruzara en su camino”, cuando su corazón sintió por primera vez el amor de Dios se transformó su vida por completo. De manera discreta entró también María en su vida, en la cárcel el único católico era él y sufrió el acoso de su compañeros, en su mayoría evangélicos o testigos de jehová. Su formación era escasa y estas personas intentaron derrumbar su fe pero su experiencia de amor de Dios es imposible que nadie se la debatiera porque la había sentido su corazón. Lo que si consiguieron fue hacerle dudar sobre la Virgen María, le hicieron creer que su devoción a la Virgen podía hacer daño a Dios pero Éste le dio la gracia de ver que María había estado con él en los peores momentos de su vida pero habían pasado tan inadvertidos que no lo había asociado a su compañía.
Cristóbal recuerda uno de esos momentos, en una reunión en un bar mientras consumía alucinógenos perdió el conocimiento y la dueña del bar lo despertó en el suelo de la calle mientras la policía le preguntaba si necesitaba una ambulancia. Cristóbal no quiso que lo atendieran los médicos y se levantó flaqueándole las fuerzas y se encontró de cara con la procesión de la Virgen de Fátima. En aquel momento “me tocó de tal manera la Virgen que me quebrantó y no podía dejar de llorar”. La Virgen le tocó el corazón y se sintió “miserable por llevar la vida que llevaba”. En aquellos momentos tan difíciles de su vida “la Virgen me acompañaba en mi dolor”.
Su actitud hacia María después de recibir su gracia en varias ocasiones cambió. Comenzó a ser “mi madre y forma parte de todo lo que ahora hago”. Poco después sintió la llamada para ayudar a personas con problemas de adicción y hace dos años y medio formó el grupo de catequesis “Rescatados de María” en la parroquia del Carmen de Lucena, que es como él se sintió “rescatado por María”. Desde entonces presta sus manos a María para que a través de él Ella siga rescatando a personas que están viviendo problemas de adicción. “Esta vocación da sentido a mi vida”.
Tenemos que dar las gracias a nuestro obispo, monseñor Demetrio Fernández, por la confianza que ha depositado en nosotros y que nos ha dado la posibilidad de instalarnos en el Seminario “Los Ángeles” en Hornachuelos. Lo que empezó como un grupo de autoayuda hoy es una comunidad religiosa que nos dedicamos a ayudar a las personas que lo necesita.
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