El actual Ordo de Dedicación de iglesias y altares opta con decisión por el uso clásico de las reliquias bajo el altar
El oficio de la dedicación de una iglesia “empieza con las primeras Vísperas. Si se van a colocar reliquias debajo del altar, es muy conveniente celebrar una Vigilia junto a las reliquias del mártir o del santo, lo cual se puede hacer muy bien celebrando el Oficio de lectura” (RDIA, rúbrica n. 19; cf. CE, n. 870). Así, si se va a dedicar una nueva parroquia, el oficio realmente comienza con la Vigilia la tarde-noche anterior ante las reliquias.
El rito solemne de dedicación comienza con una procesión de entrada, a poder ser, de una iglesia cercana a aquella que se va a dedicar, incluso con todos los fieles detrás de los ministros y el obispo para el solemne ingreso por vez primera en la nueva iglesia.
Comienza la procesión de entrada con “los diáconos o presbíteros que llevan las reliquias de los santos, rodeados por ministros o fieles con antorchas encendidas” (RDIA, rúbrica n. 31). Llegados al presbiterio, “las reliquias de los santos se colocan en un sitio adecuado del presbiterio en medio de antorchas” (Id., n. 34), “una mesa pequeña”, donde colocar “el cofre con las reliquias, rodeado de flores y antorchas” (Id., n. 24).
Tras la homilía, se entonan las letanías de los santos, y después, “el obispo va al altar. Un diácono o un presbítero lleva las reliquias al obispo, quien las coloca en el sepulcro preparado para recibirlas” (Id., n. 58).
Cuando se colocan las reliquias bajo el altar se canta una antífona alternando con el salmo 14 (Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?). Se proponen dos antífonas: la primera es una deprecación a los santos, “que habéis recibido un lugar bajo el altar”, para que intercedan ante el Señor; la segunda se refiere a la sepultura en paz de los santos y a su fama, perdurable por generaciones. “Mientras tanto, un albañil cierra el sepulcro, y el obispo regresa a la cátedra” (Id., n. 58).
A toda la comunidad que celebra los santos misterios, estas reliquias les prestan un contacto sensible con un testigo fiel de Jesucristo y le indican cómo debe ser su comunión con la ofrenda de Cristo al Padre, renovada en cada Eucaristía.
¿Sabías que la sencillez y la limpieza son importantes para el culto sagrado?
Así lo dice el Misal en su número 351, refiriéndose incluso a las cosas menos importantes del culto: “Hágase un serio esfuerzo para que, aun en cosas de menor importancia, se tengan en cuenta las exigencias del arte y queden conjuntadas la noble sencillez con la limpieza”. ¡Todo limpio!, y cambiar con frecuencia el corporal, emplear un purificador por Misa, etc.
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