Durante los días 6 al 12 de junio, un grupo de unas cincuenta personas, entre laicos y sacerdotes, de la diócesis de Córdoba, peregrinaron desde Ars a Roma para asistir a la clausura del Año Sacerdotal. Como cristianos conscientes de su actuación en el seno de la Iglesia, sentían la necesidad de la presencia sacerdotal y querían rogar para que el Padre envíe obreros a su mies. Como peregrinos querían visitar santuarios, lugares en los que Cristo Jesús y la Virgen María se han manifestado sobre la Tierra, pero también lugares en los que lo santos han dejado su huella, para pedir por los sacerdotes y por las vocaciones.
Iniciaban su andar peregrino el domingo 6 de junio visitando la Basílica erigida en honor de Nuestra Señora de Fourvière en Lyon, construida sobre una colina que domina la ciudad, a fines del siglo XIX, en señal de triunfo de los valores cristianos sobre los laicistas de la comuna de Lyon de 1870. El edificio es de estilo neorrománico con elementos bizantino, luminosas vidrieras y hermosos mosaicos sobre la Virgen.
El segundo día de peregrinación fue de gran intensidad espiritual. Por la mañana se dirigieron al santuario del Santo Cura de Ars. Allí tuvieron ocasión de meditar sobre los frutos que da en una parroquia la santidad de un sacerdote, y pedir para que el Señor escoja hombres que vivan por y para Él, evangelizando, celebrando la eucaristía, sirviendo a los hermanos. San Juan María Vianney fue un sacerdote dotado de unas cualidades extraordinarias como confesor, lo cual hacía que los fieles acudiesen a él de todas partes, para escuchar sus santos consejos. Los frutos de su santidad sacerdotal fueron inmensos. Cuando la gente le escuchaba decía: “Qué bueno es Dios”.
Por la tarde, llegaban a un pequeña población de Paray le Monial, lugar donde grandes santos dejaron su huella (san Francisco de Sales, santa Juana Chantal, santa Margarita María de Alacoque y san Claudio de La Colombiere) y donde un mensaje de amor fue dado por Jesús a santa Margarita María. La basílica del Sagrado Corazón fue edificada por los monjes de Cluny entre los siglos XI y XII en estilo románico. Pudieron rezar vísperas en la Capilla de la Visitación, donde santa Margarita María fue testigo del amor de Jesús por la humanidad y se sintió conmovida por la visión de ese Corazón herido por el rechazo y la indiferencia. El mensaje de Paray le Monial enlaza con la Palabra de los Profetas de la Antigua Alianza y con el Evangelio, evoca la misma realidad: Dios nos ama, Él espera nuestro amor, pero la humanidad sigue sorda a esta llamada.
El martes día 8 tomaban rumbo a Italia, atravesaron los Alpes, esa grandiosa maravilla de la creación donde montes y cumbres, nevadas, hielos y manantiales bendicen al Señor. Y llegaron a Turín, importante centro industrial de Italia, en el que visitaron el Santuario-Basílica de María Auxiliadora, inaugurado en 1868 y corazón de la familia salesiana. Lugar que san Juan Bosco quiso como centro de irradiación de la devoción a la Virgen bajo el título de ‘Auxiliadora’ en tiempos difíciles para la fe. La impresionante sinfonía de mármoles que decora el interior del santuario, una bellísima imagen de la Virgen y la celebración de la Eucaristía les reconfortó en su peregrinar.
El miércoles 9 por la mañana visitaron Génova, una importante ciudad portuaria y el curioso Cementerio Monumental de Staglieno, testimonio artístico e histórico de la ciudad con importante conjuntos escultóricos del siglo XIX. Por la tarde se dirigieron a Pisa, visitando el fascinante conjunto monumental de la plaza del Domo, o Campo de los Milagros, con el Baptisterio, la Catedral y el Campanario o torre inclinada, magníficos ejemplares del románico toscano. Por la noche llegamos al corazón del orbe católico.
La primera mañana romana estuvo dedicada a visitar los Museos vaticanos, la Basílica de San Pedro y los jardines del Vaticano. Celebraron la Eucaristía, presidida por el Sr. Obispo, en la llamada Capilla de los Húngaros, cerca de las tumbas de los Papas y pudieron rezar ante la de Juan Pablo II. Ese día se reunieron a comer con el Sr. Obispo y con los sacerdotes llegados de Córdoba, junto con los que hay estudiando en Roma. Por la tarde, tras la visita a algunas iglesias de Roma, asistieron a la vigilia de clausura del Año Sacerdotal.
En Ars vieron los frutos de santidad del sacerdocio, en Paray le Monial fuieron invitados a amar al Amor, en Roma, en la homilía de la misa de clausura, el Papa Benedicto XVI invitó a cada cristiano, a cada sacerdote a transformarnos a partir de Cristo, en fuente que comunica vida a los demás, que da aguaviva a la tierra reseca de la historia, como lo hicieron los santos. El Papa habló de la audacia de Dios como la mayor grandeza que se oculta en la palabra ‘sacerdocio’, porque conociendo las debilidades de los hombres se vale de ellos para estar presente entre los hombre y actuar en su favor. A través de la debilidad humana hace visible su amor en el mundo.
Y se despidieron de Roma la mañana del sábado 12 con una Eucaristía en el Santuario de la Divina Misericordia, presidida por el Vicario General, Fernando Cruz Conde, que celebraba su 17 aniversario de ordenación sacerdotal.
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