Vayamos y muramos con él

Carta semanal del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.

Cuando todos los apóstoles estaban temblando de miedo ante el anuncio de la pasión por parte de Jesús, Tomás tuvo un arranque de generosidad: «Vayamos y muramos con él» (Jn 11,16). Luego, cuando llegue la hora de la verdad, desaparecerá del escenario, como desaparecieron Pedro y casi todos los demás, siguiendo de lejos los acontecimientos del Maestro. Tan sólo nos consta de Juan, que estaba junto a la cruz con María la madre de Jesús, los demás se dejaron vencer por el miedo, quisieron salvar su pellejo antes que dar la cara por Jesús.

Cuando Jesús resucita de entre los muertos, no les echa en cara este acobardamiento, sino que se muestra cariñoso con ellos, lleno de misericordia. Especialmente con el apóstol Tomás, con el que tiene la condescendencia de aparecerse a los ocho días para mostrarle las llagas de sus manos y el costado abierto por la lanza. Domingo de la divina misericordia.

A Jesús le gustan nuestros arranques, nuestros buenos deseos, que brotan del amor verdadero, aunque tantas veces nos quedemos luego cortos en la realización. A santa Teresa de Jesús le gustaba decir que ella pertenecía a la cofradía de los buenos deseos, y ahí la tenemos llena de buenas obras, porque los buenos deseos son los que generan las buenas obras. Como los apóstoles, que a pesar de su debilidad en el momento fuerte de la cruz, una vez fortalecidos por la resurrección del Señor, serán capaces de anunciar a Cristo muerto y resucitado y dar la vida por él.

En estos días santos, dejemos que nuestro corazón se arranque como una saeta de amor a Jesús y a su bendita Madre, cuando contemplemos los distintos pasos del escenario de la pasión, muerte y resurrección del Señor. ¿Se quedará sólo en buenos deseos? Seguro que no, pues también en nosotros los buenos deseos, antes o después, generan buenas obras. Pero son días de desear, como Tomás, estar con Jesús y participar de sus más profundos sentimientos. «Vayamos y muramos con él».

He concluido en estos días la Visita pastoral al barrio de poniente en la ciudad de Córdoba. Cuánta gente buena, cuánta pobreza hasta la carencia de lo más elemental, cuánta caridad y solidaridad para paliar los efectos de la crisis y del paro. La celebración de la semana santa no es una evasión de la realidad que vivimos, sino un compromiso más fuerte con Jesús, que nos mira lleno de misericordia, y con los hermanos, que nos piden ayuda porque no llegan a fin de mes.

La semana santa que comenzamos será un año más una explosión de devoción, de entusiasmo, de fervor, de piedad. Dejemos que él –Jesús- nos mire. Sintamos la presencia maternal de la Madre que nos acompaña, especialmente en los momentos de dolor para paliarlos o en los momentos de gozo para multiplicarlo. No nos quedemos en lo puramente externo, sino entremos en el corazón de Cristo, en el corazón de su Madre bendita para hacernos más humanos, para hacernos más divinos.

«Vayamos y muramos con él» sea para cada uno de nosotros como un arranque de buenos deseos. De estar con Jesús y no dejarle nunca, y de salir al encuentro de tantas personas que sufren a nuestro alrededor. Hay quien afirma que de no estar la Iglesia con sus parroquias y sus cáritas, dentro de las cuales están muy presentes las cofradías, cercana a la gente que sufre, podríamos tener un estallido social. Porque las necesidades son muchas, y es mucha gente la que pasa hambre en nuestro entorno.

Cuando llegue el jueves santo, volveremos a escuchar el mandato de Jesús: «Amaos unos a otros como yo os he amado», y veremos el gesto tan elocuente de Jesús lavando los pies de sus discípulos. No podemos permanecer impasibles ante tanto sufrimiento: el que Cristo nos manifiesta en su gloriosa pasión y el que padecen tantos hermanos nuestros, vecinos nuestros, que no tienen ni para comer. «Vayamos y muramos con él». La semana santa constituya un nuevo impulso para seguir de cerca a Jesús, que va camino de su entrega por amor, a fin de alcanzarnos el perdón de Dios. Y que ese amor que brota del corazón de Cristo mueva el nuestro para atender tantas necesidades de nuestro entorno.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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