Carta Pastoral del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández.
Queridos jóvenes:
En nuestra peregrinación diocesana a Guadalupe que marca el inicio de un año intenso en la preparación para la JMJ2011, os remito al Mensaje del Papa para esta Jornada Mundial de Madrid: (Col 2, 7). Leedlo y meditadlo muchas veces. Es muy bonito y con mucho contenido. Os hará mucho bien, como me lo ha hecho a mí.“Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”
Arraigados. Con hondas raíces de fe. En vuestros padres, abuelos, etc. En nuestra cultura milenaria. Somos herederos de una rica herencia cristiana. No partimos de cero, ni es bueno que partamos de cero. Somos una rama de un árbol que tiene raíces profundas. Somos miembros de la familia de Dios, que es la Iglesia, con dos mil años de historia. Arraigados por la fe, como Abraham, que creyó contra toda esperanza. Hay que tener raíces propias. Las mejores raíces de nuestra vida es la confianza en Dios. Cuando uno confía en Dios, y a medida que va confiando más y más en Él, va echando raíces hondas, que no se secan ni echan abajo el árbol de la propia existencia.
Edificados. Sobre el cimiento que es Cristo. Es la mejor garantía contra tantas corrientes ideológicas de ayer y de hoy que perturban la mente y el corazón. El laicismo actual propone continuamente un mundo sin Dios, como si Dios fuera un estorbo para el hombre, pero la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un “infierno” para el hombre, donde no se respetan ni los más elementales derechos humanos. Es preciso, por tanto, mirar a Cristo. “Del corazón de Jesús abierto en la cruz ha brotado la vida divina, siempre disponible para quien acepta mirar al Crucificado”. Podemos creer en Jesucristo sin verlo. Se nos acerca en los sacramentos, en la Eucaristía, en el perdón de la Penitencia, en los hermanos más pobres y necesitados. La fe en Jesucristo se alimenta en la lectura de la Palabra de Dios, de los Evangelios, y del Catecismo de la Iglesia Católica. Hay que dedicar tiempo a la oración, a la formación.
Firmes, por estar confirmados en la fe de la Iglesia. No somos creyentes aislados, sino formando parte de la Iglesia, que se concreta en nuestra diócesis, en nuestra parroquia, en nuestra comunidad o en nuestro grupo. La referencia a la Iglesia y especialmente a su Magisterio es la mejor garantía de una fe sana y robusta. “Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros” (CEC 166). Si nos hemos encontrado con Cristo, hemos de compartirlo con los demás, anunciarlo, decírselo a todos. Sólo en Jesucristo hay salvación, y no hay desgracia más grande que la de vivir sin Él. En esta vida y en el más allá.
Cuando uno es joven debe plantearse su estado de vida, su vocación. ¿Qué quiere Dios de mí, qué ha preparado Dios para mí desde la eternidad? Es eso lo que me hará feliz, no puedo plantear mi vocación al margen de Dios, porque me equivocaré. No debo contentarme con la mediocridad de la vida aburguesada, satisfaciendo mis necesidades más inmediatas. No se trata sólo de encontrar un trabajo bueno y seguro, se trata ante todo de vivir la vida en plenitud, en su inmensidad y belleza. Se trata de hacer de la vida un don para los demás. Dónde, cómo, cuándo. La JMJ2011 será una ocasión propicia para platearlo y quizá para dejarlo resuelto. Así lo pido a Dios para todos vosotros.
Miramos a María. Ella nos mostrará el “fruto bendito de su vientre, Jesús”. Ella es madre de misericordia, “vida, dulzura y esperanza nuestra”. A ella nos encomendamos especialmente en este curso, que comenzamos peregrinando al santuario de Guadalupe.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández,
Obispo de Córdoba