Carta semanal de D. Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
Las fiestas de Navidad tienen como colofón la manifestación de Jesús a todas las naciones. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos contemplado su gloria. El personaje central de estos días santos es Jesucristo, que nació en Belén como hombre, el que es eterno por los siglos.
Y junto a él, su madre María, que es virgen y madre al mismo tiempo. José, que hace las veces de padre, aun no siendo padre biológico, es verdadero padre, porque presta toda su vida a este Niño y a su madre, los protege, aporta masculinidad que complementa la feminidad de María. Los tres constituyen la Sagrada Familia de Nazaret, referente para la familia que Dios ha constituido en la unión del varón y la mujer, abierta a la vida y prolongada en los hijos. Amor humano que es consagrado por el sacramento del matrimonio.
Esta es una buena noticia, una gran noticia para los jóvenes de nuestro tiempo: el deseo del corazón humano de un amor duradero para toda la vida, complementario entre el varón y la mujer y por el que se perpetúa la especie humana, es posible. Más aún es gozoso, es fuente de alegría (amoris laetitia) y al mismo tiempo es generador de estabilidad social. Llegue esta buena noticia a todos, como una luz que brota del misterio de Belén.
Esta última etapa de la Navidad está caracterizada por la adoración de los Magos, guiados por la estrella. Ellos descubrieron señales en los astros y se pusieron en camino. La luz se ocultó y volvió a brillar. Los Magos son una parábola de la vida misma. La búsqueda de Dios está inscrita en el corazón del hombre y consume las mejores energías del corazón humano. Nos hiciste, Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti, nos recuerda san Agustín.
En la búsqueda de Dios nos encontramos con quienes nos ayudan a encontrarlo y quienes nos obstaculizan ese encuentro. Sucedió con los Magos. Preguntaron a Herodes y éste los anduvo mareando con consultas a los expertos y demás requisitos, para darles largas y decirles al final que le dijeran ellos a él dónde estaba Jesús. No porque él estuviera dispuesto a adorarlo, sino porque estaba decidido a eliminarlo. Eliminar a Dios cuando estorba ha sido una constante de la historia humana.
La luz de la estrella volvió a brillar y ellos se llenaron de inmensa alegría. Que alegría cuando uno experimenta la cercanía de Dios. En esa búsqueda de Dios hay días luminosos y días oscuros hasta que lleguemos a ver a Dios cara a cara, “hasta que lleguemos a contemplar un día cara a cara la hermosura infinita de su gloria” (oración colecta de epifanía). Los Magos entraron en la casa, vieron al Niño con María su madre y cayendo de rodillas lo adoraron, ofreciendo sus regalos.
Jesucristo es el centro de la historia humana. No se nos ha dado otro nombre en el que podamos ser salvados. Toda experiencia religiosa tiende a él y en él encuentra su plenitud. Porque en ninguna otra experiencia Dios ha podido darnos más, que en dándonos a su Hijo nos lo ha dado todo. La Navidad quiere dejar en nosotros ese buen sabor a Cristo, en el que Dios nos ha bendecido con toda clase de bienes. Quizá hayan sido días de mucho ajetreo. Que estos últimos días dejen en nuestro corazón el sabor de habernos encontrado con él y la misión de darlo a conocer entre nuestros contemporáneos.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba