Carta Pastoral del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.
La fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo, que van unidos en la misma fecha del 29 de junio, nos pone delante del Día del Papa, que se celebrará este domingo. Fiesta del Papa que incluye la colecta para ofrecerla como Óbolo de San Pedro, es decir, para la caridad del Papa, que tiene tantas necesidades en el mundo entero.
San Pedro y su Sucesor el Papa son un elemento esencial de la Iglesia fundada por Cristo. «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» (Mt 16,18). A lo largo de dos mil años, ese Primado de Pedro se ha mantenido firme en su Sucesor el Papa, sin apartarse de la verdad del Evangelio y confirmando continuamente a los hermanos en la fe. «Pedro, yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a mis hermanos» (Lc 22,32). Algunos Papas no han sido tan santos como debieran. San Pedro incluso fue pecador y negó a Jesús. Pero ninguno se ha apartado de la verdad del Evangelio a la hora de enseñarnos el camino. En nuestro siglo, Dios nos ha concedido un Papa tras otro, a cual más santo. Hoy Benedicto XVI, hombre lúcido, humilde, valiente, un hombre de Dios.
«Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». He aquí una de las razones por las que el Papa es tan atacado por los enemigos de la Iglesia. Con medias verdades o con auténticas calumnias. Saben muy bien que abatiendo al Papa, echarían abajo a la Iglesia. Pero el mismo Jesús nos asegura que los poderes del infierno no prevalecerán contra ella. Ni siquiera los hijos de la Iglesia con todos sus pecados hemos sido capaces de hundir esta barca, la barca de Pedro, porque en ella va Jesús, aunque a veces parezca dormido (cf Mt 8,24s). Menos aún podrán hundirla los que desde fuera la atacan. Lo cual no nos da ninguna seguridad en nosotros mismos, sino en Dios.
Llegado este día del Papa, hemos de afianzar nuestra fe y nuestra devoción hacia la persona del Papa. He participado en muchas audiencias con el Papa, he tenido oportunidad de saludarle muchas veces, con el actual y con los anteriores. Siempre me ha conmovido el grito de los fieles: «¡Viva el Papa!». No se trata de un culto a la persona, sino de venerar a la persona por ser el Vicario de Cristo. He visto a miles de jóvenes llorar de emoción ante la presencia del Papa. Pero además de ese grito espontáneo que siempre me conmueve, está la adhesión sincera a su magisterio y a la disciplina que él va marcando para la Iglesia. Es un punto clave de nuestra vida cristiana, que nos hace católicos por nuestra vinculación con el Sucesor de Pedro.
La fiesta de san Pedro nos invita a rezar por el Papa, para que el Señor le asista en la grave tarea de conducir la barca de Pedro, nuestra santa madre la Iglesia, en nuestros días. Él sabe muy bien dónde está nuestra diócesis de Córdoba, la «diócesis de san Juan de Ávila», como me dijo en una ocasión. Nosotros sabemos muy bien dónde está el Papa, queremos seguir sus enseñanzas, queremos secundar sus orientaciones y su disciplina, queremos ser hijos fieles de la Iglesia. Nuestra pertenencia a la Iglesia no es una elección a la carta: tomo esto, dejo aquello, me hago mi propio menú. Hijo fiel de la Iglesia es el que se pone en la escuela de Jesucristo para acoger en su totalidad el Evangelio que nos salva. Y de eso sólo tenemos garantía si seguimos al Papa incondicionalmente. La garantía de nuestra pertenencia a la Iglesia, la única que puede darnos a Jesús hoy, es la obediencia amorosa al Sucesor de Pedro, no sólo cuando propone una doctrina como infalible, sino en todos sus actos. Como hace un hijo con su padre, a quien ama, respeta, sigue sus consejos. Más todavía con el Papa, que nos ha sido dado por Jesús para que nos confirme en la fe y nos mantenga en la comunión de la Iglesia santa de Dios.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández
Obispo de Córdoba