Relevo episcopal en Córdoba

No es ninguna novedad que el obispo Demetrio cumple 75 años. Y llegado a esta edad,
la Iglesia le recuerda: “Al obispo diocesano que haya cumplido setenta y cinco años de
edad se le ruega que presente la renuncia al Sumo Pontífice, el cual proveerá teniendo
en cuenta todas las circunstancias” (c. 401, § 1). Pues, eso es lo que hago este 15 de
febrero de 2025, presentar al Papa mi renuncia al oficio de obispo de Córdoba. Y él
proveerá cuando y como crea conveniente.
En la historia de la Iglesia, uno tras otro, los obispos suceden a los apóstoles para ser
presencia personal de Cristo en medio de su pueblo por la predicación, por los
sacramentos, por el gobierno de la comunidad cristiana que se le confía. De manera que
no falte en la Iglesia, en cada diócesis, quien presida y sirva en nombre de Cristo y de su
Iglesia. Llegué a esta querida diócesis de Córdoba el 20 de marzo de 2010, nombrado
por el Papa Benedicto XVI, y me retiraré cuando el Papa Francisco disponga aceptar mi
renuncia, que le presento el 15 de febrero de 2025. Aceptada mi renuncia, el Papa
nombrará otro obispo para Córdoba, y yo pasaré a la condición de obispo emérito de
Córdoba. Sigo vinculado a Córdoba, ya de otra manera. Distinto rol, los mismo amores:
Cristo y la Iglesia.
Qué siente Vd, me preguntan unos y otros. Gratitud, satisfacción por el deber cumplido,
petición humilde ante Dios que subsane mis deficiencias y pido perdón a todos los que
haya desedificado o haya hecho daño, aún sin pretenderlo. Termina una etapa de mi
vida, que ha sido muy fecunda y me ha llenado plenamente, y comienza esa última
etapa de la vida, en la que uno se prepara de manera inmediata para el cielo, siguiendo
en la tierra el tiempo que Dios disponga, haciendo el bien.
He pateado la diócesis de Córdoba de arriba abajo, he visitado hasta el último pueblo o
aldea varias veces, he celebrado la Eucaristía en todos los altares de la diócesis, he
predicado continuamente y de múltiples maneras el amor de Dios, la redención de
Cristo, la materna intercesión de María nuestra Madre bendita, el amor fraterno y el
compromiso en la construcción de un mundo nuevo, según el Evangelio. Puedo decir
con satisfacción: me he gastado y desgastado por vosotros.
Llegué con cierta juventud y en plenitud de fuerzas, de manera que he podido recorrer
toda la diócesis varias veces en estos quince años como obispo, como secretario del
obispo y como chófer del obispo en una misma persona. Termino, ya envejecido y
limitado en tantos aspectos. Constatar mis limitaciones, propias de la edad, me llena de
satisfacción, porque puedo decirme y deciros: he gastado mi vida por Jesucristo, el amor
de mi vida. Y si mil vidas tuviera, mil vidas le entregaría, sin reservarme nada.
He podido tender mi mano a miles y miles de personas en la Visita pastoral
ininterrumpida (excepto en los meses de la pandemia, en que tuvimos que estar
recluidos), he constatado la fe y las buenas obras de un pueblo que camina y ama al
Señor y a su Madre bendita. Lo he constatado de tantas maneras… Eso me ha
estimulado muchísimo en mi fe y en mi entrega cotidiana, y me ha llevado a tener
presente en mi oración a tantas personas que viven, que aman y que sufren en esta
diócesis querida de Córdoba. El encuentro con los niños en tantas parroquias y colegios,
los ojos atentos de tantos jóvenes, la alegría de tantas personas, que han hecho fiesta por
la visita del obispo. He disfrutado mucho, muchísimo en mi tarea de obispo por toda la

diócesis. Gracias a tantos religiosos y religiosas, o personas consagradas, que gastan su
vida en el servicio a Dios y a los hermanos.
Pero sobre todo, ha sido para mí un gran consuelo la preciosa colaboración de tantos
sacerdotes, que se dejan la vida en el servicio al Pueblo de Dios. Sin ellos, el Evangelio
no llegaría a tantos lugares de la diócesis. Admiro muchísimo la tarea del sacerdote, que
gasta su vida a tiempo completo por Jesucristo y su Evangelio, sin buscar el estipendio.
He tenido ocasión de agradecérselo a cada uno. Gracias, muchas gracias queridos
sacerdotes. Y en este capítulo, ha sido para mí la mayor satisfacción en Córdoba poder
ordenar a más de sesenta presbíteros, darle a la Iglesia sacerdotes según el Corazón de
Cristo. Qué bonito es ser sacerdote, necesitamos en nuestra diócesis muchos más
sacerdotes, no dejemos de pedirlo constantemente al Señor.
Me quedo en Córdoba con vosotros, es mi pueblo, sois mi familia y habéis sido
conmigo muy acogedores. Gracias a todos. Rezad por mí.
Con todo mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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