¿Quién es el primero?

Carta semanal del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.

Iban los discípulos con Jesús camino de Jerusalén. Iban juntos, pero no iban pensando lo mismo. Jesús iba hablando de sus cosas, de sus intereses, de su horizonte, de su Pascua. De su Pasión y Muerte, que culminaría en la Resurrección. Ellos, sin embargo, iban a su bola. Están pensando en quien será el primero, quien ocupará el primer puesto en el reino que Jesús va a inaugurar. Se enfadan entre ellos, porque quieren todos el primer puesto y entran en competencia unos contra otros. La mentalidad de Jesús y la de los apóstoles son contrapuestas, hay intereses divergentes.

Cuando Jesús les pregunta de qué venían hablando por el camino, ellos no contestaron. Les daba vergüenza verse confrontados con Jesús. Ver en Él el servidor bueno y generoso y estar ellos maquinando otros intereses egoístas. Reconocer el propio pecado es ya un paso notable para poder cambiar, para poder caminar en el seguimiento de Jesús.

Jesús aprovecha para darles una enseñanza: «Quien quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos». Con esta afirmación Jesús está haciendo un retrato de sí mismo, porque siendo Dios, se ha abajado a nuestra altura para elevarnos a nosotros a la suya. Ha compartido nuestra situación para hacernos partícipes de su condición de Hijo, repartiendo con nosotros la herencia y haciéndonos hijos de Dios y herederos del cielo. Jesús ha recorrido el camino de la humildad, haciéndose esclavo y obediente por amor, hasta dar la vida para que nosotros tengamos vida abundante, y vida eterna.

A Carlos de Foucauld le gustaba repetir: escoge siempre el último puesto y nadie te lo quitará. La tendencia natural es la de escalar. Si, además, esa tendencia está herida por el pecado, la escalada se hace incluso a costa de pisar a otros. Más aún, se utiliza a los demás para mi propio provecho. El egoísmo y la soberbia nunca se sienten satisfechos. Eso le pasó a Adán y todos los humanos tropezamos en la misma piedra. En la raíz de todo pecado se encuentra la soberbia y la mentira.

En cambio, Jesús propone un camino nuevo: el camino del servicio que brota de un corazón sencillo y humilde. Y la humildad es «andar en verdad», como nos enseña santa Teresa de Jesús. El cálculo humano nos lleva a pensar en los primeros puestos, en eludir todo tipo de humillaciones, en aparentar mucho más de lo que somos. Jesús, sin embargo, nos propone otro camino, que nos llevará ciertamente a la plenitud: el camino de la humildad y del servicio por amor.

Buscar el último puesto lleva consigo despojamiento voluntario y pobreza para seguir a Cristo pobre y despojado. La gloria está más allá. Antes o después, por muy encumbrado que te encuentres, tendrás que despojarte hasta de tu propio cuerpo. Mejor es, por tanto, ir entrenándose en ese trabajo voluntario, realizado por amor, que ser arrancado del todo con un tirón doloroso. «Quien quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos».

María ha sido la humilde esclava del Señor, la que más se ha parecido a Jesús, su Hijo. Ella ha buscado el último puesto, y nadie se lo quitará. Porque en ese puesto ha llegado a ser la primera entre todos, bendita entre todas las mujeres. Por eso la felicitarán todas las generaciones.

Sólo la luz del Evangelio ilumina esta realidad tan contradictoria con nuestras apetencias y aspiraciones. Sólo el misterio del Verbo encarnado revela al hombre el misterio del hombre (GS 22), mostrándole su vocación de hijo de Dios. En medio de todo, Jesús no rechaza a sus apóstoles, que andan buscando el primer puesto y riñen entre ellos por alcanzarlo. Convive con ellos, tiene paciencia, les explica el Evangelio, dará la vida por ellos. Y ellos un día llegarán a parecerse del todo a su Maestro. En el seguimiento de Jesús no empezamos siendo perfectos, empezamos a seguirle porque Él nos atrae, a pesar de nuestros pecados. Acoger a Jesús nos irá llevando a ser humildes e incluso a sentir la vergüenza de no serlo. Él, que nos ha llamado a seguirle, completará en nosotros la obra que ha comenzado.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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