¿Quién es el primero?

En el evangelio de este domingo, Jesús va camino de Jerusalén y anuncia por segunda
vez a sus discípulos su muerte redentora. Segundo anuncio de la pasión. Va a Jerusalén
a padecer y morir, y también a resucitar. A Jesús no le pilla por sorpresa lo de la Cruz,
sabe a dónde va y por qué va. A los discípulos, sin embargo, no les entra en la mollera
este plan de Jesús, este camino para los que quieran seguirle. No lo entendían ni querían
entenderlo, por eso no preguntaban, “les daba miedo preguntar”.
Jesús entra de lleno con su pregunta, porque sabe lo que pasa en nuestros corazones.
¿De qué discutíais por el camino? Ellos callaban. Otros evangelistas dan más detalles
del episodio. Los discípulos se habían sentido fascinados por Jesús, y por eso lo habían
dejado todo para seguirle. Pero todavía su corazón volvía a los intereses humanos,
todavía no han sido transfigurados por la resurrección y la acción del Espíritu Santo.
Todavía entre ellos había sus rencillas, sus envidias, sus aspiraciones bastardas.
Por el camino habían discutido quién era el más importante. Incluso la madre de los
Zebedeos, Santiago y Juan, había intercedido por sus hijos, pidiendo a Jesús los
primeros puestos en su reino. A los demás les sentó como un tiro aquel adelantamiento
por la derecha, porque en el fondo todos aspiraban a eso mismo. Unas veces lo sentían y
lo callaban, otras veces lo hablaban, otras discutían sobre ello. Y les sentó fatal que la
madre de los Zebedeos se metiera en esto, porque descabalaba los planes de todos.
Una primera reflexión brota de la lectura de este evangelio. En el seguimiento de Jesús,
qué buscamos. Buscamos seguir a Jesús, estar con él, compartir su vida, participar en
los sentimientos de su corazón. O buscamos nuestro interés egoísta, incluso disimulado:
una colocación de nuestra vida, un puesto de trabajo, un puesto de honor, o incluso los
primeros puestos.
Jesús entra de lleno con su pregunta y con su propuesta. “Quien quiera ser el primero,
que sea el último de todos y el servidor de todos”. Decía san Carlos de Foucault, a
propósito de esto: “busca el último puesto, y nadie te lo quitará”. La tendencia del
egoísmo humano es la de sobresalir, destacar, ser aplaudido, ponerse uno en el centro.
Jesús nos enseña a dar la vida, a buscar el último puesto, a parecernos a un niño, tal
como lo propone en el evangelio de hoy.
Leía hace poco el testimonio de santa Ángela de la Cruz, su elección de vida y la
propuesta para sus hijas de la Compañía de la Cruz, “donde el bajar es subir”. Qué bien
entendió esta mujer el seguimiento de Cristo y cómo lo plasmó en su vida, haciéndose
por ello enormemente famosa y querida por todos en Sevilla y en todos los lugares
donde están. Ella buscaba lo que nos enseña Jesús en el evangelio de hoy: ser la última,
no ser tenida para nada en cuenta, parecerse a Jesús y vivir crucificada con él. Ella
quería servir, servir a los pobres, desde una pobreza y humildad más grande que la
pobreza de aquellos a los que atendía. Eso es el evangelio, accesible a todos por la
gracia de Dios. En cada uno de nosotros tendrá sus expresiones variables, según la
condición, estado, circunstancias, etc. Pero para todos es el camino que Jesús nos marca,
y que a nosotros nos cuesta tanto entender.
¿Quién es el primero? –El que busca ser el último. Quién produce fruto? –El que vive
crucificado con Cristo. Vayamos con Jesús a Jerusalén y dejemos a un lado todas las

insinuaciones del camino. Cuando uno busca el último puesto, todo le parece bien, no
suscita ni padece envidias, todo se le hace poco a la hora de dar y está siempre
satisfecho a la hora de recibir.
Vayamos y muramos con él, porque ese camino es el único que conduce a la
resurrección.
Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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