«Que todos sean uno». Destinados a proclamar las grandezas del Señor

Carta semanal del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.

Por estas fechas cada año intensificamos la oración por la unidad de los cristianos, del 18 al 25 de enero, en el Octavario de oración por la unidad de los cristianos, para concluir en la fiesta de la conversión de san Pablo (25 enero). Y lo hacemos simultáneamente todos los cristianos de todas las comunidades expandidas por toda la tierra: católicos, ortodoxos, protestantes, luteranos, anglicanos, evangélicos… todos lo que confesamos que Jesús es el Señor, el Hijo eterno del Padre hecho hombre para salvar al género humano. Todos hemos sido bautizados recibiendo esta misma fe y hemos adquirido el compromiso de «proclamar las grandezas del Señor» (1Pe 2,9) en nuestra vida, en nuestra historia.

Es una herida dolorosa en el corazón de la Iglesia, nuestra madre. Jesús fundó una sola Iglesia, la comunidad de los redimidos por su sangre, en la cual entramos por el bautismo. Una sola familia, animada por el Espíritu Santo, para que sea testigo de las maravillas de Dios en medio de los hombres. Pero a lo largo de la historia se han producido heridas graves, que todavía no están sanadas totalmente. Aquella primera herida del año 1050, cuando se partieron Oriente y Occidente, cada uno por su lado. De aquella ruptura surgieron los ortodoxos, con sus patriarcados orientales, que han dado a la única Iglesia multitud de santos. Y aquella otra herida mayor todavía de 1520, en la que Lutero rompió con Roma para intentar vivir más evangélicamente, dando origen a tantas confesiones protestantes. Son heridas que a todos nos duelen.

La Iglesia continúa siendo una, tal como la fundó nuestro Señor Jesucristo. Pero sus hijos están divididos en distintas confesiones. El octavario de oración por la unidad de los cristianos nos pone delante de los ojos esta necesidad primaria de la Iglesia: «que todos sean uno, como tú Padre en mí y yo en ti, para que el mundo crea» (cf Jn 17,21). Es una obligación de todo cristiano (católico, ortodoxo, protestante) orar por la unidad de los cristianos y trabajar en su ambiente por esta unidad tan deseada. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, nos recordó el concilio Vaticano II. Y sobre esta base se han dado pasos de gigante en estos últimos 50 años. El respeto por cada una de las tradiciones cristianas, el aprecio y la colaboración en campos comunes, la misión común de dar a conocer a Jesucristo como el único salvador de todos los hombres, han dado como resultado encuentros, estudios compartidos y acciones concretas de acercamiento que nunca se habían dado. El camino hacia la unidad es, por tanto, un camino lleno de esperanza y de logros alcanzados. Pero faltan todavía pasos para llegar a la comunión plena de todos.

Un punto que nos une fuertemente en estos últimos tiempos es la persecución, que ha producido muchos mártires cristianos, el «ecumenismo de la sangre». El Papa Francisco ha insistido en este tema. Algunos han hecho esta reflexión: «Hay alguien que «sabe» que, pese a las diferencias, somos uno. Y es el que nos persigue. El que persigue hoy día a los cristianos, el que nos unge con el martirio, sabe que los cristianos son discípulos de Cristo: ¡que son uno, que son hermanos! No le interesa si son evangélicos, ortodoxos, luteranos, católicos, apostólicos… ¡no le interesa! Son cristianos. Y esa sangre se junta. Hoy estamos viviendo, queridos hermanos, el «ecumenismo de la sangre». Esto nos tiene que animar a hacer lo que estamos haciendo hoy: orar, hablar entre nosotros, acortar distancias, hermanarnos cada vez más», y orar todos por la paz en el mundo, ofreciendo por nuestra parte el perdón cristiano y la misericordia a todos, también a quienes nos persiguen y calumnian.

Es momento de apiñarnos en torno al Sucesor de Pedro. Él ha recibido del Señor la preciosa misión de reunirnos a todos en la unidad y de confirmar a todos los hermanos en la fe. Quienes intentan separarnos de esta unidad con el Papa, atentan gravemente contra la unidad de la Iglesia, porque donde esta Pedro allí está la Iglesia. Oramos por la unidad de los cristianos, oramos por el Papa, oramos por todos los cristianos que son perseguidos por causa de su fe. Trabajemos todos por esta unidad.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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