El III domingo del tiempo ordinario, en este año el 21 de enero de 2024, es el Domingo
de la Palabra de Dios. Esta Jornada fue instituida por el Papa Francisco hace cinco
años: «Establezco que el III domingo del tiempo ordinario esté dedicado a
la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios» (Aperuit illis, n. 3). La
iniciativa tiene como objetivo dedicar un domingo al año a la mayor valoración de la
Palabra de Dios.
El movimiento bíblico ha recorrido todo el siglo XX, y el concilio Vaticano II dedicó
especial atención a la Palabra de Dios, desde el punto de vista de la revelación de Dios
(Dei Verbum) y desde el punto de vista litúrgico como diálogo de Dios con el hombre
de hoy y respuesta del hombre a Dios que se comunica (Sacrosanctum Concilium sobre
la sagrada liturgia).
Una de las características más importantes de la reforma litúrgica de este concilio ha
sido precisamente el enriquecimiento superlativo de Palabra de Dios en las
celebraciones, sobre todo en la Misa. Recuerdo en mi niñez que todavía no teníamos
acceso libre a la Biblia. Pesaba en nuestros ambientes católicos la prohibición de libre
acceso a la Palabra de Dios, por temor a la libre interpretación de los protestantes.
Cuando llegué a la juventud, en pleno concilio Vaticano II, se nos entregó la Palabra de
Dios, contenida en la Biblia, con libre acceso y recomendación de su lectura abundante.
Eso ha dado mucho fruto.
Esta Jornada de la Palabra de Dios quiere impulsar esa renovación del concilio, que ha
dado excelentes resultados. La publicación del Evangelio de cada día permite leer y
meditar cada día la Palabra de Dios correspondiente. Se multiplican los grupos de
lectura orante y lectura creyente de la Palabra de Dios. En muchos ambientes católicos
la Palabra de Dios ocupa un puesto central. La Palabra de Dios se ha revalorizado
enormemente.
Que el lector lea bien en las celebraciones para que todos oigan y entiendan, preparemos
la Eucaristía no sólo en sus aspectos externos, sino también haciendo oración con la
Palabra de Dios que va a ser proclamada en la celebración. Tengamos la buena
costumbre de leer, meditar y explicar la Palabra de Dios. Cuando en la celebración
litúrgica se proclama la Palabra, es Dios mismo quien habla con su pueblo, y nosotros le
respondemos con actitud de fe y con los salmos responsoriales.
Precisamente este domingo estamos inmersos en el Octavario de oración por la unidad
de los cristianos. Y entre otros elementos esenciales de la vida cristiana, la Palabra de
Dios es un elemento que tenemos en común. Precisamente los protestantes, todas las
comunidades de la Reforma, nos aventajan a los católicos en el cuidado, en el estudio,
en la meditación de la Palabra de Dios. Tenemos mucho que aprender de ellos, al
tiempo que nosotros podemos mostrarles que esa Palabra se prolonga en la Eucaristía en
una presencia viva, real y substancial.
El lema de este año “Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo” nos
recuerda los dos mandamientos principales de toda la moral cristiana, que tiene su punto
central en el amor. Nos ayude estos días para la oración pensar en el deseo del corazón
de Cristo: “Que todos sean uno… para que el mundo crea”. Las divisiones son fruto del
pecado, la unión será fruto de la gracia, del perdón mutuo y de la acogida de unos a
otros.
En un mundo como el nuestro, dividido por las discordias, los enfrentamientos, las
guerras, oremos y trabajemos por la unidad de los cristianos, aportando nuestro granito
de arena en la convivencia eclesial. Que nos queme el corazón esta división, y hagamos
que nuestra oración coincida con los sentimientos de Cristo.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba.