Cuando llega la Navidad, hacemos memoria del misterio central de la historia humana: que Dios ha enviado a su Hijo, Dios como él, y ha entrado en esta historia, haciéndose hombre como nosotros, con deseo de transformarla y llevarla a plenitud. Celebramos el nacimiento de Jesús como hombre, y este año con el número redondo de un año Año jubilar. Los años jubilares tienen como referencia el aniversario especial del nacimiento de Jesucristo; hace 2025 años que nació en Belén este Niño que adoramos. Y nos preparamos así a la celebración del centenario de la redención que se consumó en la Cruz redentora, el próximo año 2033, que será Año de la Redención.
Nos detenemos estos días a contemplar este Niño, que es Dios y que es Hombre, dos naturalezas unidas en la única persona del Verbo. Suscita en nosotros una fascinación irresistible. Se trata de una luz potentísima, que ilumina las tinieblas de la historia humana, de nuestra propia vida, y es un anticipo de la luz eterna que deslumbrará nuestros ojos y nos llenará el corazón de alegría. Este misterio tan hondo se ha realizado y continua realizándose en el silencio de la noche, en la humildad de un establo, en una profunda solidaridad con todos los humanos y con la creación entera. Es un misterio para contemplar largamente. En Navidad, más que ruido necesitamos silencio para entrar a fondo en lo que celebramos y contemplamos.
Y su Madre es Virgen. Vino el ángel y anunció a María que iba a ser la Madre de Dios y ella aceptó con humildad poner su vida entera al servicio de este gran misterio. Desposada con José, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo. Y le dio a este hijo su propia carne y sangre. Madre en el sentido más propio de la palabra, pues lo ha engendrado en su seno. El niño se parece todo a ella, lleva en su carne, en sus gestos, en su forma de comportarse los rasgos de su madre. Virgen, porque no es fruto de la complementación normal del varón, sino engendrado por la acción milagrosa del Espíritu Santo. María es virgen al concebir, al dar a luz y permanece virgen para siempre. He aquí otra luz potente de la Navidad. La virginidad es pureza de alma y cuerpo y en María ha llegado a su grado máximo, pues es la llena de gracia, bendita entre todas las mujeres. Y es una virginidad plenamente fecunda, con la fecundidad que viene de Dios. Fecunda en el tiempo y para toda la eternidad.
Y junto a María está José, padre virginal de Jesús. Sin él, este misterio de la encarnación no hubiera sido viable. El acoge, custodia, da cobertura al misterio más grande de los siglos. Y lo hace poniendo toda su vida al servicio de la misión encomendada. Toma al Niño y a su Madre, los hace suyos, y constituyen los tres la Sagrada Familia de Nazaret, donde todo rebosa amor y entrega del uno al otro.
Meditemos en los grandes misterios de estos días y abramos el corazón a las necesidades de nuestros hermanos los pobres. No hay mayor pobreza que la de no tener a Dios, la de pasar estos días sin entrar en el misterio que celebramos y no enterarse de la fiesta. De la contemplación de este misterio brota el deseo misionero de que todos puedan disfrutar de esta luz y de este gozo. Y a los que sufren por cualquier causa queremos decirles con nuestra vida coherente que el Hijo de Dios hecho hombre ha asumido nuestros dolores para darnos a probar su divinidad, para divinizarnos. La Navidad nos hace solidarios, no sólo para satisfacer las necesidades materiales de los demás, sino para hacerles partícipes de la inmensa alegría de que Dios está con nosotros. Hoy más que nunca necesitamos celebrar la Navidad.
Que el Año jubilar que comenzamos en la Navidad y se alarga durante todo el año 2025, nos traiga todo tipo de bendiciones de Dios, nos haga recuperar y acrecentar la esperanza, porque la esperanza que se apoya en Dios no quedará defraudada, y nos lleve a rescatar a tantas personas que sufren por todo tipo de carencias e injusticias. El Hijo de Dios ha venido para instaurar una verdadera fraternidad al hacernos a todos hijos de Dios.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba