“María te llama, Jesús te espera”
Un año más, esta es la XXVIII (28ª) edición, la diócesis de Córdoba se pone en camino
con sus jóvenes a Guadalupe, del 20 al 22 de octubre. Es un número limitado, y a partir
de este año numerus clausus, porque no cabemos más, pero es un acontecimiento
importante en la pastoral juvenil de nuestra diócesis. Importante, porque ha convocado
ininterrumpidamente a los jóvenes cordobeses a lo largo de estos 28 años. Y más
importante aún por los frutos que ha reportado, visibles e invisibles, durante estos años;
frutos que perduran.
Han sido miles y miles los jóvenes que han vivido esta experiencia de una Iglesia joven,
de una Iglesia viva, que tiene futuro. Y muchos de ellos han encontrado el sentido de su
vida y de su vocación como respuesta al amor de Dios. En estas peregrinaciones he
constatado conversiones fuertes de jóvenes que ya andaban extraviados y habían
emprendido caminos de perdición. Han vuelto a encontrarse con Dios, con Jesucristo,
con la Virgen, con la Iglesia que los acompaña. Muchos de ellos se han incorporado así
a la vida de las parroquias, de los movimientos y comunidades.
Muchos han visto afianzarse su propia vocación. Hay testimonios abundantes de
jóvenes seminaristas, llamados al sacerdocio, a los que la vivencia de la peregrinación a
Guadalupe, les ha abierto los ojos del inmenso panorama pastoral que Jesucristo les
presenta, muchos jóvenes les han abierto su corazón, han visto de cerca a los sacerdotes
cómo atienden, escuchan, aconsejan y acaban absolviendo los pecados en el nombre del
Señor. Algo que sólo el sacerdote puede hacer.
He conocido a chicos y chicas, a los que el Señor ha llamado a la vida religiosa y
consagrada, y María santísima les ha reforzado esa vocación en una peregrinación a
Guadalupe. También para ellos Guadalupe forma parte de su biografía.
Y he compartido con muchísimos otros que, con ocasión de Guadalupe, han comenzado
una relación de noviazgo cristiano, mirando a su futuro matrimonio. O han consolidado
esa relación. Bastantes de ellos vuelven ahora con sus hijos pequeños o incluso ya
jóvenes peregrinos. Algunas parejas han aprovechado esta ocasión especial para
declarar su amor y pedirse en matrimonio. Y he visto a muchos consagrar ese amor a la
Virgen, pidiendo que ella haga que este noviazgo sea del todo cristiano.
Los jóvenes que van a Guadalupe no están todo el día rezando, tienen ratos de
esparcimiento, de veladas, de compañerismo, de caminatas, de catequesis. Pero cuando
llegan a la adoración en la hora santa o a la Eucaristía en las distintas etapas, se rinden
ante el Señor. Es todo un espectáculo precioso ver esta muchedumbre de jóvenes
adorando al Señor de los Señores, o arrodillados ante un sacerdote pidiendo
humildemente perdón de sus pecados y recibiendo el perdón sacramental. Si esa llama
prende en el corazón de un joven, ya no le abandonará en toda su vida. Habrá
encontrado el tesoro de su existencia.
“María te llama, Jesús te espera”, es el lema de este año. Donde está María está Jesús y
viceversa. La experiencia de Guadalupe es la de un encuentro con la Madre, tan
venerada durante siglos en este lugar sagrado. Como en la JMJ de Lisboa del pasado
verano, la mediación de la Virgen es fundamental en la vida de un joven, y de todo
cristiano. Descubrirlo cuanto antes en la vida da seguridad, empapa todo de ternura, es
estímulo inigualable para la vida cristiana. Oremos por todos estos jóvenes que van a
Guadalupe. Que sean días de encuentro gozoso con Jesucristo, con la Virgen María, con
la Iglesia que los acompaña. Y dará fruto a su tiempo.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba